UN CURSO DE MILAGROS
LECCIÓN 285
Hoy mi santidad brilla clara y radiante.
Hoy me despierto lleno de júbilo, sabiendo que sólo han de
acontecerme cosas buenas procedentes de Dios. Eso es todo lo que pido, y sé que
mi ruego recibirá respuesta debido a los pensamientos a los que va dirigido. Y
en el instante en que acepte mi santidad, lo único que pediré serán cosas
dichosas. Pues, ¿qué utilidad tendría el dolor para mí, para qué iba a querer
el sufrimiento, y de qué me servirían el pesar y la pérdida si la demencia se
alejara hoy de mí y en su lugar aceptara mi santidad?
Padre, mi santidad es la Tuya. Permítaseme regocijarme en
ella y recobrar la cordura mediante el perdón. Tu Hijo sigue siendo tal como Tú
lo creaste. Mi santidad es parte de mí y también de Ti. pues, ¿qué podría
alterar a la Santidad Misma?
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