Multitud de
autores abogan porque persigamos y realicemos nuestros sueños. Con este fin es
deseable que dejemos un trabajo insatisfactorio a favor de otro que nos llene,
que no nos apeguemos a relaciones personales que no nos permiten evolucionar y
que cultivemos nuestros talentos.
Siendo que
todo esto es fantástico, haremos bien en no perder de vista lo siguiente: la
humanidad ha pasado milenios sin priorizar la autorrealización, y aun así ha
seguido adelante. Incluso podríamos decir que la historia de la humanidad es la
de los sueños incumplidos. Muy pocas personas consiguen vivir la vida de sus
sueños en todos los aspectos. Esas personas pudieron haber sentido y pueden
seguir sintiendo que no cumplir sus sueños es una especie de fin del mundo,
pero la verdad es que esas personas pasan y esencialmente «no pasa nada». No
tiene lugar ninguna catástrofe cósmica por el hecho de que millones de personas
no logren hacer realidad sus sueños. Debería acontecer dicha catástrofe si el
tema de los sueños fuese tan vitalmente importante, pero no acontece.
El conjunto
de todo lo que ocurre va forjando una tendencia evolutiva. En esta tendencia
evolutiva, por lo que sea se permite que algunos elegidos tengan visibilidad y
afecten la Historia de una forma más obvia. Muy curiosamente, este destacar se
permite no solo a algunas personas talentosas y llenas de buenas intenciones,
sino que se permite también a algunas otras personas que se convierten en
líderes que siembran mucha destrucción.
Existe
suficiente casuística hoy día para que podamos creer que planificamos nuestras
vidas antes de nacer, e incluso que podemos determinar una muerte prematura si
nos hemos apartado demasiado de nuestro camino y está claro que no vamos a
cumplir ya con nuestro plan de vida. Entonces surge la pregunta: ¿y qué ocurre
con los grandes criminales de la humanidad? ¿Por qué no dictaminaron, desde el
otro lado, muerte prematura para ellos? ¿Será que sus crímenes estaban dentro
del plan?
Parece que
todo debe observarse desde una perspectiva muy amplia, que vaya mucho más allá
del terrible dolor que se experimente en determinados presentes. Las Guerras
Mundiales supusieron mucho dolor y pérdidas de vidas, pero nos han dejado la
herencia de las Naciones Unidas y no tener ganas de reeditar conflictos de esta
envergadura. Tras siglos de guerras entre las naciones europeas, la Segunda
Guerra Mundial puso punto final a esta forma de dirimir las diferencias. La
lección caló en el inconsciente colectivo y supuso tal vez un salto evolutivo
del que apenas somos conscientes.
Parece que
desde el otro plano tienen claro que la humanidad necesita una dosis de luces y
de sombras para ir hallando su camino de crecimiento. Con este fin, personas
con mucha luz y con mucho que aportar pasan desapercibidas. En cambio, ciertos
criminales triunfan. También es muy posible que haya personas de mentalidad
criminal que fracasen y no logren imponer su terror. El balance general es el
momento en que nos hallamos ahora como humanidad, con todas las comodidades
conquistadas y también todas las incertidumbres.
Hay alguna
corriente espiritual que propugna que la aparente separación que sufrimos
respecto de Dios fue una especie de sueño que duró un instante y enseguida se
solventó. Ahora estaríamos reviviendo a cámara lenta lo que ocurrió en ese
instante; un viaje de millones de años de regreso al Hogar.
Está
establecido que el tiempo no existe; que solo hay un instante, el presente. Si
nada se moviese jamás, si ningún pensamiento sucediese a otro jamás dando
sensación de temporalidad, no tendríamos ninguna noción del paso del tiempo. Si
nos aquietamos un momento nos damos cuenta de que habitamos un instante que no
pasa, sino que siempre está ahí. La epopeya que se desarrolla dentro de este
instante es la gran ilusión de la separación respecto de Dios y el regreso a
Él.
De momento,
hemos perdido las ganas de guerras mundiales y hemos desarrollado unos sistemas
de comunicación que nos permiten sentirnos, mucho más que antaño, miembros de
una misma humanidad. Como balance evolutivo, puede ser que no esté mal. Los
sueños cumplidos de algunas personas y los incumplidos de muchas nos han
llevado hasta este momento, que está repleto de peligros pero también de
promesas y posibilidades. El balance evolutivo de la humanidad no es catastrófico
a pesar de las insatisfacciones que sienten muchos. Esto significa que no fue
imprescindible para la humanidad que realizáramos nuestros sueños. Eso tan
importante para nosotros pudo ser irrelevante a escala global.
Muchos
sueños seguirán sin cumplirse. Tan solo en el terreno del arte, es mucho más el
que se produce que el que se consume. Como me dijo un escritor en una ocasión, las
mejores obras literarias puede ser que se hallen en un cajón, ignoradas por los
editores. Hay miles de novelas escritas que jamás se publicarán. Pero desde el
otro plano seleccionan algunas de ellas, que tal vez no son tan siquiera las
mejores, y establecen las sincronías pertinentes para que vean la luz y
triunfen. ¿Por qué?; el gran plan evolutivo de regreso a la Fuente ve que esa
es la manera pertinente de seguir avanzando, colectivamente.
Vamos
pintando, como humanidad, una especie de gran cuadro abstracto, con líneas
apenas esbozadas en contraste con otras claramente definidas, sin que
percibamos muy bien qué ocurre. Percibimos la euforia o el dolor por nuestros
sueños cumplidos o no cumplidos y poco más. Y, en cualquier caso, tendemos a
olvidar algo fundamental: los sueños cumplidos son efímeros, como lo son
también los no cumplidos. No hay ningún «éxito» absoluto posible en este mundo
regido por la ley de la impermanencia.
La
conclusión es: si nos empeñamos en algún tipo de logro y este se obstina en ser
imposible, relajémonos. Aunque veamos que triunfa alguien que aparentemente ha
hecho menos méritos, relajémonos. Porque no es nuestra historia personal lo
prioritario, sino la misteriosa manera en que todo se engrana para dar lugar a
un avance colectivo. Tan solo una selección de seres humanos adquieren
visibilidad para este proceso, y esto a veces es una gran trampa para estos
seres humanos, que si no están en su sitio pueden experimentar graves
deterioros a partir de su éxito. Como dice un famoso cuento, «¿Buena suerte,
mala suerte? ¡Quién sabe!».
Nuestra
participación en la evolución es la de dar lo mejor de nosotros mismos. Esto es
lo imprescindible, porque es lo que nos hace crecer en consciencia; y el
crecimiento en consciencia es lo que tiene repercusión más allá de este mundo.
Lo imprescindible no es un logro o ver cumplido un sueño, efímero a la postre,
sino aportar al colectivo una vibración de alegría, amor y entusiasmo. Si somos
esclavos de nuestros sueños, esto puede llevarnos a la queja y la
desesperación. En cambio, si tan solo permanecemos a disposición de lo Alto,
con nuestros sueños como brújula nada más, estaremos preparados por igual para
que nos eleven o para que nos «discreticen» al máximo. No nos importará. El
Reino de los Cielos que conquistaremos, nuestro reino de Paz, será nuestra
satisfacción por estar dispuestos a lo que sea a favor de la evolución
conjunta.
© Francesc
Prims Terradas. Autor del libro de entrevistas Nuevos paradigmas (Editorial
Sirio, febrero de 2015). Francesc Prims imparte charlas y talleres sobre
la felicidad.
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