El camino de la Luz



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Lo que de la boca sale, es distinto a lo que sale del corazón, excepto cuando hemos evolucionado y corrido el velo a nuestro yo superior, a nuestro ser crístico para que tome gobierno de nuestras vidas y dejando amorosamente de lado a nuestro ego, le permitimos que se exprese en nuestro vehículo de… acuerdo a la Verdad de la Fuente.
Mientras tanto eso ocurre, el esfuerzo debe centrarse en verificar que el corazón se sienta apacible y relajado cuando escribimos o hablamos, si de ahí surge una sensación incómoda o de inquietud, lo que estamos expresando no se ajusta a la verdad que somos y debemos expresar, por lo que es mejor callar y tratar de corregir lo expresado si es que puede inducir a error a otros.
El que se inicia en el camino de la luz, a veces ni siquiera sabe por qué, sólo un pequeño impulso lo lleva a recorrerlo y a medida que evoluciona en su aprendizaje, va descubriendo razones cada vez más valederas por las que tomó su actitud. El camino de la luz, no tiene retroceso y duros son los golpes del que se sale del camino, pero también es muy fácil de retomar cuando el deseo es sincero y sentimos como el alma nos mueve hacia él.
El tema más inmediato a tratar para el caminante de la luz que recién empieza, es el apartarse del juzgamiento, no en vano “mía es la venganza, dice el señor”, es una enseñanza muy clara, que se manifiesta de muchas maneras y está presente en todos los textos espirituales, aun en los que intencionalmente fueron modificados para ocultarla. Debemos abstenernos de juzgar, de poner el bueno o malo sobre personas o situaciones, ya que ese acto tan “insignificante” condiciona nuestra actitud inicial hacia ellas. Es mejor reconocer la obra creadora de Dios en cada ser y entender su actuar como parte del aprendizaje asociado a su encarnación y la relación de este con su libre albedrío. El reconocer la obra creadora de Dios en cada ser, es asumir que todos somos creación de Dios y en el estamos hermanados -San Francisco de Asís-, lo que nos facilita y abre el camino para poder comenzar a ponernos en lugar del otro, para ayudar a entenderlo -que no significa justificarlo ni aceptar incondicionalmente sus acciones-, a respetarlo y cuando estemos preparados, a ejercitar en él, el amor incondicional, que es lo que facilitará el perdón y la acción solidaria fundada en el “haz a los demás como te gustaría que se haga contigo”, estaremos así derramando el amor de la gran fuente lo que hará que ella se encargue de alimentarnos con más amor.
El problema subyace en que estamos acostumbrados casi desde el nacimiento a juzgar, a rotular todo con bueno, malo, lindo, feo, flaco, gordo, agradable, repulsivo, etc, etc, etc, a todo lo que proviene de los demás, y nos resulta especialmente condicionante el juicio que los demás hacen de nuestra persona y nuestros actos. El juzgamiento es un acto tan arraigado, en nosotros como en la sociedad que formamos y se encarga casi como una “consciencia colectiva” -que además resulta fácilmente maleable- de “ajusticiar” a todos los que pretenden escaparse en su accionar de los condicionamientos, actuando sin tener en cuenta la posible opinión ajena. Sin tratar de ser un antisocial, el caminante de la luz, debe abandonar y quitar de su vida, no solo su habito de juzgar a los demás sino también de sucumbir inmediatamente ante la opinión externa. Una forma sencilla de trabajar en muchos aspectos para la superación personal, es la auto-observación. El estar atentos y presentes en el aquí y ahora (único momento del espacio/tiempo en el que podemos desarrollar toda nuestra influencia y poder para transformar situaciones) nos permite detectar los momentos en que juzgamos o recibimos juicios y es ahí donde sirve detenerse por un momento a observar nuestro actuar y nuestro pensamiento. Podemos llegar a descubrir que aquello que juzgamos en otros, alguna vez pasó por nosotros en situaciones similares, y que quizá de alguna forma actuamos de la misma manera, si nuestro juicio fue condenatorio, fácilmente hallaremos alguna situación en la que actuamos de la misma manera y eso no nos gustó, ni nos gusta ahora, constituyendo un aprendizaje, un tema nuestro que debemos tratar y resolver para poder manifestar más luz en nuestra vida, en este momento que lo hacemos consciente, podría agregar que se trata de una tarea, una lección de la que, si no cerramos el debido aprendizaje, volverá a repetirse con más intensidad, para que nuestra atención y esfuerzo sobre ella sean más significativos. Otro descubrimiento que ocurrirá con notable frecuencia, es que el juicio que recibimos de otros y que frecuentemente nos resultará equivocado o “injusto”-, alguna vez, fue emitido por nosotros con notable facilidad y desparpajo, esa es otra lección gratis sobre otro tema muy interesante que algunos llaman ley de las compensaciones.
Si volvemos a los primeros párrafos, es inmediata la conclusión, de que cuando damos lugar al corazón, escuchándolo, corriendo nuestro ego que no es malo, sino que está sumamente condicionado, ya que fue el encargado de adaptarnos a la vida de este planeta en esa tercera dimensión tan densa- el amor de la fuente impregnará nuestro entendimiento facilitando un accionar acorde a las leyes del universo y a nuestro propósito, permitiendo acercarnos al Dharma, que es la acción correcta.
Fuente: Cirdulo de Alquimia

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