El Satipatthána
restablece la simplicidad y la naturalidad de un mundo cada día más complicado,
que depende cada vez más de mecanismos artificiales.
SATIPATTHÁNA
Cultura de la mente y
cultura del corazón.
Satipatthána, el
cultivo de la Recta Atención, es la cultura de la mente en su sentido más
elevado. Pero por el Discurso, y también por lo expuesto anteriormente, algunos
lectores pueden quizá tener la primera impresión de que se trata más bien de
una enseñanza fría e intelectual, árida y prosaica, que es indiferente a la
ética y descuida el corazón. Si bien abrigarnos la esperanza de que el cálido
pulso vital que late en el marco sobrio del Satipatthána no habrá pasado
desapercibido. Sin embargo, añadiremos algunas palabras en respuesta a tal
objeción.
La aparente falta de
consideraciones éticas se explica por el hecho de que, en muchas otras
ocasiones, el Buda habla con la mayor insistencia de la moralidad con base
indispensable de todo desenvolvimiento mental superior. Este hecho, bien
conocido de todos los discípulos del Maestro, no tiene, por consiguiente, que
ser de nuevo mencionado en un Discurso consagrado a un tema especial. Pero
agregaremos algunas notas suplementarias para disipar las dudas y responder a
las objeciones.
La moralidad que regula
en nuestro mundo las relaciones entre el individuo y los demás seres humanos
debe ser sostenida y protegida por preceptos, reglas y leyes, y además ser
susceptible de explicación racional por el buen sentido y la filosofía. Pero
las raíces más seguras de la moralidad residen en una verdadera cultura del
corazón. En la enseñanza del Buda esta cultura del corazón ocupa importantísimo
lugar y encuentra su expresión ideal en los cuatro Estados Sublimes o Divinas Moradas
de la Mente (brahma—vihára): Un Benigno Amor, Compasión, Alegría compartida y
Ecuanimidad (14). Un amor benigno, desinteresado y sin límites es la base de
las otras tres cualidades y de todo esfuerzo para ennoblecer la mente. Así
pues, también en el método del Satipatthána una de las tareas principales de la
Atención es la de velar porque ninguna acción, palabra ni pensamiento menoscabe
este espíritu de amor benigno e ilimitado (mettá). El cultivo del amor benigno
no deberá faltar en el camino del discípulo. ¡Conservad esta atención (al amor
benigno)!, ordena el clásico Mettá, Sutta, el Canto del Amor.
Además, subrayando una
vez más la relación entre el amor benigno y el Satipatthána, el Buda dijo:
Se deben cultivar los
Fundamentos de la Atención con la idea: Así me protegeré a mí mismo. Se deben
cultivar los Fundamentos de la Atención con la idea: Así protegeré a los demás
Al protegerse a uno mismo se protege a los demás; al proteger a los demás, se
protege uno a sí mismo. Y ¿cómo se protege a los demás protegiéndose uno a sí
mismo? Mediante la práctica repetida (de la atención), por su desarrollo
meditativo y por su frecuente aplicación. Y ¿cómo se protege uno a sí mismo
protegiendo a los demás? Por la paciencia, por una vida sin violencia, por el amor
benigno y la compasión.
Samyutta - Nikáya,
47,19
El Mensaje de Ayuda
Ayúdate a ti mismo.
Al principio de esta
obra dijimos que los Fundamentos de la Atención constituían un mensaje de
ayuda. Ahora, después de lo dicho en estas páginas, se pueden describir más
exactamente como un mensaje que explica cómo ayudarse a sí mismo. La propia
ayuda es, en efecto, la única eficaz. Cierto que la ayuda que ofrecen o dan los
demás mediante instrucciones, consejos, comprensión, asistencia práctica o
generosidad material puede tener una importancia decisiva para el que la
necesita, pero requerirá siempre además una buena parte de ayuda propia, o sea,
la aceptación voluntaria y la_ utilización conveniente de la que nos ofrecen
para que pueda llegar a ser una ayuda eficaz y real.
Uno mismo hace el mal,
uno mismo se mancilla; uno mismo deja el mal, uno mismo se purifica.
Pureza o impureza
dependen sólo de uno mismo. Nadie puede purificar a otro.
Dhammapada,— V, 265
El esfuerzo debes
hacerlo tú mismo, el Perfecto señala el camino. ib., V, 276
Pero aparte del hecho
de mostrar claramente cómo ayudarte, el mensaje en sí de que hay una ayuda debe
ser considerado como noticia buena para un mundo enredado en ataduras de propia
fabricación. Buenas razones tiene la humanidad para desesperar de toda ayuda,
vistas las veces que se ha intentado aflojar los lazos por una u otra parte,
con el único resultado de que este mismo esfuerzo los ha hincado aún más
profundamente en ' la carne por otro sitio. Pero ayuda la hay, y es la que
descubrieron los Budas y aquellos de sus discípulos que llegaron a la
consumación de su enseñanza. Quien tenga los ojos no totalmente cubiertos de
polvo no confundirá a los Iluminados con' aquellos otros Maestros que sólo
ofrecen una ayuda parcial, sintomática y, por tanto, ineficaz. Quienes nos
traen verdadera ayuda se reconocerán por la singular armonía y el equilibrio,
la coherencia y naturalidad, la simplicidad y la profundidad que se manifiestan
tanto en su enseñanza como en su vida. Estos grandes Maestros de Ayuda se
reconocerán por la cálida sonrisa de comprensión, de compasión y de certeza que
resplandece en sus labios e inspirando una confianza que crecerá más allá de
toda duda.
Esta sonrisa de certeza
en el semblante del Buda dice:
También tú puedes
lograr. ¡Abiertas están las puertas de lo Inmortal!
Poco después de haber
franqueado estas puertas de la Iluminación, el Buda proclamó:
Como yo serán los
santos victoriosos que han puesto fin a las impurezas.
El Buda no mostraba el
sendero hacia la suprema meta con fría indiferencia; no se contentaba con
señalar negligentemente el camino con el dedo o con poner en las manos de quien
necesitaba ayuda y guía experimentada un simple trozo de papel con un
complicado mapa en forma de abstrusas escrituras. No abandonaba simplemente al
peregrino a sus propios medios (si es que los tenía) para que siguiese su
camino con cuerpo demacrado y mente confusa. Al mostrar el sendero, el Buda
indicaba también las provisiones necesarias para este largo viaje, provisiones
que de hecho el peregrino lleva siempre consigo, pero sin darse cuenta de ello
por estar entontecido. El Buda proclamó una y otra vez que el hombre está en
plena posesión de todos los recursos necesarios para ayudarse a sí mismo. Y lo
que de más sencillo y completo dijo sobre estos recursos se encuentra en el
método de Satipatthá na, cuya esencia puede resumirse en dos palabras: iEstad
aten-tos!, lo que quiere decir: ¡Estad atentos a vuestra propia mente! Y ¿por
qué? La mente lo abarca todo: el mundo del sufrimiento y su origen, pero
también la cesación final del mal y el sendero que a ella conduce. La cuestión
de saber si uno u otro predominará depende también de nuestra propia mente, de
la dirección que dé al fluir de la mente el momento presente de actividad
mental con el que nos enfrentamos en este preciso instante.
El Satipatthána,
ocupándose siempre de este crucial momento presente de la actividad de la
mente, debe ser necesariamente una enseñanza de confianza en sí mismo. Pero la
confianza en sí mismo debe desarrollarse progresivamente, porque los hombres,
no sabiendo cómo manejar el instrumento de la propia mente, están acostumbrados
a depender de los demás y de los hábitos adquiridos, a causa de lo cual ese
espléndido instrumento que es la mente humana ha acabado, a fuerza de descuido,
por no ser digno de confianza. Es por lo que el sendero que lleva al dominio de
sí mismo, tal y como lo enseña el Satipatthána, comienza con pasos tan simples
que incluso el más apocado puede atreverse a darlos.
El Satipatthána, con
esa simplicidad que conviene a una enseñanza que dice ser el único Camino,
comienza, en efecto, con muy poca cosa: con una de las funciones más
elementales de la mente,— la atención, o sea, el modo de fijarla para empezar.
He aquí algo que nos es tan propio y familiar que quienquiera que lo desee
puede utilizarlo como punto de partida para dar los primeros pasos hacia la
confianza en sí mismo. Igualmente familiares son los primeros objetos de esta
atención: las tareas y pequeñas actividades de la vida cotidiana. La atención
las arranca de su rutina habitual y las ordena para examinarlas más de cerca y
mejorarlas.
Las evidentes mejoras
en el trabajo cotidiano, cuando se lleva a cabo con cuidadosa atención y de
manera concienzuda y circunspecta, proporcionarán un estímulo suplementario
para perseverar en el esfuerzo por ayudarse a sí mismo.
Habrá notables mejoras
en el estado de la mente, mientras que la apaciguadora influencia de los actos
y pensamientos moderados por el control de sí mismos infundirán bienestar y
dicha allí donde antes reinaran la insatisfacción, el mal humor y la
irritabilidad.
Si de esta manera se
aligera algo el peso de la vida cotidiana, ello será ya prueba tangible de la
capacidad del método Satipathá na para calmar el sufrimiento. Sin embargo, este
resultado inicial refleja solamente el hecho de que el Dhamma es beneficioso en
sus comienzos (ádi—kalyána), quedan por conseguir resultados más elevados =los
beneficios del medio y del fin del sendero—, resultados a los que se debe
aspirar.
Al ir progresando en la
práctica, las pequeñas cosas de la vida cotidiana se nos tornarán Maestros de
gran sabiduría que revelarán gradualmente su propia dimensión de inmensa
profundidad. Si aprendemos progresivamente a comprender su lenguaje, los
aspectos profundos del Dhamma vendrán a quedar al alcance de nuestra
experiencia directa, con lo que aumentará la confianza en nuestra propia mente
y en el poder de sus recursos ocultos.
Recibiendo así las
enseñanzas directas de la vida misma se aprenderá progresivamente a
desembarazarse del lastre mental superfluo y de inútiles complicaciones del
pensamiento. Comprobando cómo la vida gana en facilidad bajo la influencia de
la selección y del control que efectúa la Recta Atención, se aprenderá también
progresivamente a eliminar de la vida práctica las complicaciones inútiles
causadas por hábitos y necesidades.
El Satipatthána
restablece la simplicidad y la naturalidad de un mundo que se vuelve cada día
más complicado y problemático y que depende cada vez más de mecanismos
artificiales. Enseña estas cualidades de simplicidad y de naturalidad,
principalmente por el valor intrínseco que tienen, pero también para facilitar
la tarea de ayuda a sí mismo a progresar espiritualmente.
El mundo en que vivimos
es, desde luego, complejo por propia naturaleza, pero no hay necesidad de que
crezca indefinidamente su complejidad ni hay tampoco necesidad de que sea todo
lo complicado y desconcertante que, lo hacen la torpeza, la ignorancia, la pasión
desenfrenada y la avidez de los hombres. Todas estas malas cualidades, que
tienden a acrecentar la complicación de la vida, pueden ser eficazmente
contrarrestadas por el entrenamiento mental de la Recta Atención.
El Satipatthána enseña
al hombre cómo poner fin a toda esta desconcertante complejidad de su vida y de
sus problemas, empezando por dotarle de capacidad de adaptación y flexibilidad
mentales, así como de reflejos rápidos y apropiados ante situaciones
cambiantes, de la destreza en la aplicación de los medios idóneos (es decir, la
Comprensión Clara de la Idoneidad). Incluso el irreductible mínimo de
complejidad de la vida puede también ser dominado en medida razonable mediante
la ayuda de la Recta Atención. A tal fin nos enseña cómo tener nuestros
asuntos, tanto materiales como éticos, en orden y sin atrasos ni deudas; cómo
ganar y manejar las riendas del control; cómo coordinar los numerosos hechos de
la vida y cómo subordinarlos a un fin fuerte y noble.
En cuanto a las
complicaciones que se pueden reducir, `el Sati patthána sostiene el ideal de
simplificar las necesidades. Es éste un ideal que hay que acentuar hoy en día
con particular urgencia en vista de la peligrosa tendencia moderna a crear
artificialmente nuevas necesidades, a hacerles propaganda y a condicionar a la
gente a sentirlas. Los resultados de esta tendencia, tales como se manifiestan
en la vida social y económica, forman parte de las causas secundarias de la
guerra, mientras que su raíz —la avidez— es una de las causas principales. Es
urgente para el bienestar material y espiritual de la humanidad contener esta
evolución. En cuanto a la materia que ahora nos ocupa, o sea, cómo ayudarse a
sí mismo a progresar espiritualmente, cómo la mente del hombre puede adquirir
confianza en sí misma si sigue abandonándose a la incesante y agotadora labor
de aumentar constantemente necesidades imaginarias—que conducen a una creciente
dependencia de los otros. Se debería cultivar la simplicidad de la vida tanto
por su belleza intrínseca como por la libertad que procura.
Veamos ahora las
complicaciones interiores que pueden evitarse o al menos algunas de ellas. Aquí
el Satipatthána enseña cómo controlar y mejorar el instrumento principal de que
dispone el hombre: la mente, e indica el sano propósito para el que hay que
usarlo.
Una fuente frecuente de
la multiplicación de complicaciones interiores y exteriores es la intervención
superflua e intempestiva. Pero el que está verdaderamente atento prestará ante
todo atención a lo que concierne a su propia mente. Adquiriendo el hábito de la
Atención Pura, que está en total contradicción con la intervención, se
reprimirá eficazmente el deseo de intervenir. La Clara Comprensión, guía de la
acción circunspecta, examinará entonces cuidadosamente el propósito y la
idoneidad de la intención de intervenir y, porto general, aconsejará
abandonarla.
Muchas complicaciones
interiores son causadas por actitudes extremas de la mente y el imprudente
manejo de las diferentes antítesis operantes en la vida. Dejarse. llevar a
extremismos de cualquier clase restringirá la libertad de acción y de
pensamiento y la capacidad de comprender de verdad menoscaba la propia
independencia y las posibilidades de ayudarse eficazmente a uno mismo, tanto
práctica como espiritualmente. El que ignora las leyes que rigen la antítesis
toma partido por uno u otro de los extremos en sus eternos conflictos, se
convierte en impotente juguete de sus periódicas alteraciones. El Satipatthána
es, como expresión del Sendero Medio del Buda, un camino que conduce por encima
y más allá de los extremos y las oposiciones. Corrige todo desenvolvimiento
unilateral completando las insuficiencias y reduciendo los excesos. Introduce
el sentido de la proporción y aspira a la armonía y el equilibrio, sin los
cuales no puede haber confianza duradera en sí mismo ni modo eficaz de
ayudarse.
A título de ejemplo
mencionemos dos tipos de caracteres opuestos, tal y como los formuló y elaboró
C. G. Jung:, el introvertido (vuelto hacia el interior) y el extravertido
(vuelto hacia el exterior), que corresponden en parte a otras antítesis
tradicionales, tales como los tipos contemplativo y activo, solitario y socia
ble, etc. Pues bien, la característica del Sendero Medio está tan profundamente
enraizada en el Satipatthána que este método es, de hecho, capaz de atraer a
los dos tipos a la vez, compensando lo que cada uno de ellos tenga de excesivo.
Los principiantes en la
meditación se darán a menudo cuenta con consternación de la diferencia, a veces
considerable, entre su estado de mente durante la vida corriente y durante los
limitados períodos que dedica a la práctica espiritual. El Satipattháná reduce
y finalmente colma esta laguna mediante una fusión, progresiva de la vida y de
la práctica que resultará beneficiosa para ambas. Muchos, desalentados por la
diferencia a la que aludimos y por el fracaso de sus esfuerzos, dejan el camino
de la cultura mental y de la propia ayuda espiritual, y se rinden a creencias
que mantienen que el hombre no puede ser salvado más que por la gracia, cosa
que no es probable que le suceda a quien sigue el método Satipatthána,
caracterizado por la confianza en sí mismo y el esfuerzo de autoayuda.
Otra fuente de
complicaciones interiores: la influencia poderosa e imprevisible del
subconsciente. Pero mediante la intervención de la Atención Pura se establecerá
con él un contacto natural, más íntimo y amistoso, gracias a la familiaridad
creciente con las más sutiles vibraciones del cuerpo y de la mente y con la ayuda
de la actitud de aguardar y escuchan, que evita toda injerencia grosera y
perjudicial en el dominio del subconsciente. De esta manera, y mediante la luz
de la Atención que se va esparciendo de modo gradual, pero constante, el
subconsciente se volverá más articulado y más dócil al control, es decir, más
susceptible de ser coordinado con las tendencias dirigentes de la mente
consciente y de apoyarlas útilmente. Reduciendo lo que de imprevisible y de
indócil brota del subconsciente, la confianza en sí mismo se asentará sobre una
base más segura.
De acuerdo con el
espíritu de confianza en sí mismo que lo caracteriza, el Satipatthána no exige
ninguna técnica minuciosa ni medios externos. Trabaja con los elementos de la
vida cotidiana. No tiene nada que ver con ningún culto ni rito exótico, ni
confiere iniciaciones o conocimiento esotérico de ninguna manera más que por la
iluminación conseguida con el propio esfuerzo.
Concentrándose en
utilizar las condiciones de vida que encuentra, el Satipatthána no exige el
retiro total ni la vida monástica, aunque entre los que lo practican puede
haber quienes sientan creciente necesidad y deseo de apartamiento. De todos
modos, un periodo de retiro de vez en cuando es útil para empezar la práctica
metódica y rigurosa y luego para acelerar el progreso. También en Occidente se
deberían proporcionar ocasiones para hacer retiros periódicos en lugares
convenientes. Aparte del valor que tengan para la práctica de meditaciones
rigurosas, la atmósfera de tales Casas de Silencio sería una fuente de
recuperación física y mental de los efectos de la civilización urbana.
El Satipatthána es una
manera de liberarse a sí mismo. Basándose en la ley del Karma, o sea, la
responsabilidad por nuestras propias acciones, el Satipatthána —tanto en el fin
que persigue como en la totalidad de los medios que emplea— es incompatible con
ninguna creencia, ni en la salvación conferida por el esfuerzo ajeno o por la
gracia divina, ni en la intercesión del sacerdote.
El Satipatthána está
libre de dogmas y no se apoya en revelaciones divinas, ni en ninguna otra
autoridad exterior en materia espiritual. El Satipatthána no se fa más que del
conocimiento de primera mano tal como lo proporciona la visión directa de la
propia experiencia. Enseña cómo purificar, extender y profundizar esa fuente
esencial del conocimiento verdadero: la experiencia directa. El discípulo del
Satipatthána acepta y ama la palabra del Buda porque representa las detalladas
instrucciones de viaje que nos ofrece aquel que ya ha recorrido el Sendero en
toda su extensión, y en el que, por consiguiente, podemos tener confianza. Pero
esta Palabra no pasa a ser propiedad mental del discípulo más que en el grado
en que él mismo la comprueba por propia experiencia.
Este carácter del
Satipatthána como mensaje de confianza en sí mismo y en la propia ayuda está
ilustrado por las palabras que el mismo Buda pronunció durante sus últimos días
de vida, lo que les confiere un valor muy particular:
Así pues, Ananda, ¡sea
cada uno de vosotros su propia isla! ¡Sea cada uno de vosotros su propio
refugio! ¡No os acojáis a ningún refugio exterior! ¡Que la Verdad (Dhamma) sea
vuestra isla, que la verdad sea vuestro refugio! ¡No toméis ningún otro
refugio! Y esto ¿cómo se consigue?
He aquí, Ananda, que el
monje vive contemplando el cuerpo en el cuerpo, contemplando las sensaciones en
las sensaciones, contemplando la conciencia en la consciencia, contemplando los
objetos mentales en los objetos mentales, fervoroso, atento y con clara
comprensión, habiendo superado en el mundo el deseo y el desaliento.
Y quienes quiera,
Ananda, ahora o después de mi muerte, serán su propia isla, serán su propio
refugio y no se acogerán a ningún refugio exterior, sino que tendrán firmemente
la verdad por isla y por refugio, sin refugiarse en nada más; esos serán,
Ananda, entre mis Bhikkhus, los que alcanzarán la cima suprema, siempre que
estén deseosos de aprender. (Maha-parinibbana-sutta)
El estudiante serio
apreciará toda la fuerza de esta última frase. Por lo demás se ha dicho en
fórmula tan parca como verdadera que, una vez un discípulo ha recibido la
Enseñanza sobre el Sendero y la Meta, ya no hay más que dos reglas para que su
práctica espiritual tenga éxito: ¡Comienza! y ¡Continúa!
GRACIAS A BUDA
Fuente: La Iluminacion Espiritual
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