En verano la playa, el campo o la
montaña se convierten en los escenarios idóneos para prácticas físicas y
meditativas que conectan cuerpo y naturaleza.
Existe un gran paralelismo y conexión
entre el equilibrio interno y el físico o externo. En el plano interior, si el
centro se encuentra debilitado o desestabilizado, será imposible sentirse en
equilibrio.
Habitualmente, cuando esto ocurre
aparecen indicadores en forma de angustia, nerviosismo, negatividad, apatía o
algún tipo de malestar anímico.
Lo mismo sucede en nuestro organismo.
Cuando se da un desequilibrio o tensión física, el centro suele encontrarse
poco tonificado y las descompensaciones aparecen en forma de dolor o
contracturas.
El equilibrio significa bienestar y
está estrechamente ligado al centro de gravedad, puesto que es el que lo
posibilita.
En el ser humano, según diversas
disciplinas y tradiciones milenarias, este centro de gravedad se sitúa en la
zona del vientre, desde donde se irradian las fuerzas vitales hacia las cuatro
direcciones.
En Oriente se considera esta zona una
fuente de energía sutil y un núcleo de resonancia emocional.
Se recurre a él para recoger,
movilizar y potenciar la energía, así como para dirigir los movimientos de
cualquier acción.
La medicina ayurvédica considera esta
zona el núcleo energético por excelencia. Es donde se encuentra el denominado
chakra manipura (tercer chakra), situado entre el ombligo y la boca del
estómago, que se encarga de regular la voluntad, el sentido de control y la
coordinación.
Es donde nace la fuerza que impulsa a
actuar, y está vinculado al sistema nervioso, al hígado, así como al páncreas.
Su energía dirige también los procesos purificadores del organismo.
Cuando el tercer chakra se encuentra
fortalecido, la capacidad de decidir, moldear y desarrollar lo que sucede en
nuestras vidas es mayor.
Si, por lo contrario, su estado es
débil, fácilmente aparecen inseguridades, obsesiones, decaimiento, dispersiones
o desorientación.
La cultura japonesa otorga al hara
–cuyo significado es vientre– la excelencia de ser considerado el punto central
del ser humano o la conciencia profunda del ser.
La medicina tradicional china
denomina tan-tien a este punto que considera uno de los tres centros por donde
fluye la energía vital.
Ambas tradiciones apuntan a que es el
lugar donde se aúnan la fuerza física y la espiritual. Por ello, conectar con
el centro de gravedad ayuda a desarrollar las propias capacidades.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE VIVIR
CENTRADOS?
El primer requisito para encontrar el
centro es parar. Vivimos en permanente movimiento tanto físico como mental.
El ruido, los pensamientos y la
acción que nos rodean hacen difícil encontrar momentos de calma para tomar
conciencia de cómo nos encontramos y sentimos.
A lo largo del día, no se dispone de
la distancia suficiente para observar la velocidad a la que funcionamos.
Únicamente cuando se está sereno se tiene la oportunidad de analizarla y de
considerar qué efectos tiene en nosotros.
A menudo convivimos con
descompensaciones, incomodidades o dolor –tanto emocional como físico–, pero la
inercia que nos empuja nos impide detectar y erradicar estos malestares.
Los ritmos naturales han marcado
durante siglos la vida humana. Con el tiempo, sin embargo, el hombre se ha ido
alejando de ellos.
Si se observa la naturaleza, se ve
cómo se encuentra en un equilibrio permanente y armónico en cualquier
circunstancia.
Por ello, su energía impulsa la
conexión de cada uno con su fuerza interior, con la alegría, la salud y la
vida.
Un entorno natural facilita el camino
hasta el punto de gravedad interior, hasta la armonía que también es natural en
nosotros. Por ello, no existe mejor guía para iniciar el recorrido.
¿CÓMO RECUPERAR LA ARMONÍA?
Cualquier práctica meditativa o de
búsqueda del centro está orientada a recuperar la armonía perdida, con la
finalidad de vivir plenamente.
Existen múltiples técnicas para
lograrlo pero todas pasan por dedicar un momento a la interiorización.
Romper con el mecanismo habitual de
pensamientos constantes (a excepción de las horas de sueño, pasamos todo el
día, voluntaria o involuntariamente, dándole vueltas a las cosas que han
sucedido o que van a suceder) implica adquirir una actitud contemplativa, que
facilite la quietud.
Es habitual que este proceso cueste
un esfuerzo y que, por el camino, aparezcan numerosos pensamientos, ideas y
emociones que no se puedan controlar.
No obstante, en lugar de luchar para
que desaparezcan, simplemente hay que dejarlos pasar, sin permitir que nos
arrastren. Como si de una película se tratara, nos convertiremos en
espectadores de la sucesión de imágenes y sensaciones que nos invaden.
Mantenerse unos minutos en una
actitud de contemplación, sin más objetivo que el de estar y sentir el centro
hará que nos sintamos más vivos, plenos y presentes.
Un medio que ayuda a lograr la
contemplación es la respiración:
La inhalación –y más si es aire puro
de la naturaleza– permitirá visualizar cómo el oxígeno entra en el cuerpo y
llega a hasta el centro o punto de gravedad.
Con la exhalación, se notará cómo el
cuerpo se vacía, hasta volver a sentir el centro.
A lo largo de este proceso, de una
manera inconsciente, los sentidos se abrirán al entorno. A través de la
naturaleza, nos sentiremos presentes, vivos y en equilibrio.
Progresiva e inconscientemente, se
desintegrará nuestro ruido mental, apaciguaremos la velocidad de crucero que
habitualmente nos dirige y abrazaremos un estado de conciencia superior, mucho
más amplio.
Llegaremos a sentirnos parte de la
naturaleza que nos envuelve, con una sensación de fortaleza y plenitud.
¿PARA QUÉ FORTALECER EL CENTRO DE
PODER?
Apoyarse en el centro (tanto físico
como interior) despierta automáticamente signos de seguridad y estabilidad,
reafirma el bienestar y nos hace capaces de responder, de manera natural y
firme, a las fuerzas adversas de cualquier circunstancia.
No en vano, Josef Pilates, creador
del método que lleva su nombre, centró toda su técnica en fortalecer lo que
denominó el "centro de poder", "centro de energía" o
powerhouse.
Apuntó a que la parte inferior del
tronco –la zona que rodea la región lumbar y abdominal– concentra toda la
energía y fortaleza del cuerpo humano: allí nacen y acaban todos los
movimientos corporales.
Un centro fortalecido permite que el
cuerpo se mueva libre y equilibradamente, evitando movimientos, tensiones y
compensaciones perjudiciales.
Además de mantener una postura
alineada, un centro bien localizado y tonificado también favorece las funciones
orgánicas y beneficia las ramificaciones nerviosas que salen de la columna
vertebral.
8 beneficicios del Pilates para
fortalecer el core a partir de los 40
El centro de gravedad es el que
dirige y estabiliza el resto del cuerpo. Si se observan las cadenas musculares,
se entiende que todos los músculos del cuerpo son importantes para su correcto
funcionamiento y que la estabilidad se rige por el centro.
Está comprobado que los deportistas
que fortalecen de forma integral su musculatura, rinden más que los que lo
hacen de manera específica.
Una vez el centro de gravedad está
equilibrado y estabilizado, se puede llevar a cabo cualquier acción o
movimiento sin necesidad de sobreesfuerzos ni descompensaciones, de manera
sana.
Disciplinas como el yoga comparten
esta filosofía y focalizan gran parte del trabajo en los músculos abdominales
profundos. No obstante, en este caso, adquieren el nombre de bandhas o candados
de energía.
Udiyana y moola bandha son dos
"cierres" cuya función es estimular la energía situada en el plexo
solar (udiyana) y en el perineo (moola), para evitar que se escape o pierda.
La activación de estos
"cierres" se consigue al activar la zona baja del abdomen y el suelo
pélvico.
Entre los beneficios que aporta esta
activación, se encuentran:
Refuerza el control de la
respiración.
Endereza la columna vertebral.
Estimula los plexos nerviosos, las
glándulas y el organismo en general.
Fortalece el suelo pélvico.
El taichí sitúa el tan-tien cuatro
centímetros por debajo del ombligo y cuatro hacia el interior. Coincide con el
centro de gravedad del cuerpo y se considera el punto a partir del cual se
distribuye la energía. También para la osteopatía este punto es el centro de la
motricidad y movilidad.
Distintas teorías apuntan a que gran
parte de nuestros pensamientos y emociones, así como el movimiento, están
influenciados por nuestras entrañas.
Esta región del vientre no es capaz
de pensar cognitivamente, pero lo que en ella reside afecta directamente al
equilibrio y la estabilidad.
8 EJERCICIOS PARA RECUPERAR LA
ARMONÍA CORPORAL
Esta sesión de ejercicio tonifica el
centro de poder. Se puede practicar en cualquier lugar, solo se necesita una
pelota.
1. LÍNEA MEDIA
Dobla las rodillas, como si estuvieras
sentándote en una silla.
Junta las piernas haciendo fuerza con
la parte interior, reparte el peso en los pies, y asegúrate de que la curva
lumbar no es demasiado pronunciada.
Estira la espalda desde el abdomen y,
con una pelota entre las manos, eleva los brazos siguiendo la línea de la
espalda. Esta postura fortalece el eje central del cuerpo.
2. DESDE EL CENTRO
Con las piernas firmes, ni tensas ni
relajadas (el talón de una alineado con el puente de la otra), desliza el
tronco hacia el lado de la mano en la que tengas la pelota y bájala hasta que
toque el suelo.
Los hombros se mantienen en línea con
las caderas y la espalda.
Desde el abdomen recogido se alarga
la columna y el cuello.
Tras varias respiraciones, cambia de
lado.
3. ACTIVAR EL EJE CENTRAL
Da un paso hacia delante con la
pierna derecha (dóblala en ángulo recto). Estira la izquierda, tirando del
talón hacia atrás. Activa la cara interna de las piernas, sintiendo el eje
central del cuerpo.
Estira la parte superior del cuerpo
desde el abdomen. Alarga los brazos con la pelota entre las manos.
Respira unos minutos manteniendo el
equilibrio. Cambia de lado.
4. TORSIÓN DESDE EL CENTRO
Con los pies y piernas firmes, eleva
una pierna del suelo estirada (si es mucho, dobla la rodilla).
Nota cómo el centro del cuerpo se
activa, y la coronilla tira de la columna vertebral hacia el cielo.
Gira el tronco hacia el lado de la
pierna elevada, sin doblar la espalda ni descompensar las caderas.
Mantén unas respiraciones y haz lo
mismo al otro lado.
5. PREPARACIÓN DE EQUILIBRIO
Separa las piernas más que el ancho
de las caderas y alinea el talón de una con el puente de la otra.
Dobla una rodilla, y coloca la pelota
a dos palmos del pie. Estira la otra pierna, y recoge enérgicamente el abdomen.
Con esta sensación, mantén la columna
vertebral recta y coloca la otra mano, en la cadera.
De momento, el peso debe mantenerse
equilibrado entre las piernas, pero se prepara el centro del cuerpo para poder
traspasarlo hacia un lado.
6. EQUILIBRIO
A partir de la posición anterior
estira activamente la pierna que estaba doblada y levanta la otra del suelo,
creando un ángulo de noventa grados.
Reparte el peso entre la pierna del
suelo y el brazo que sustenta la pelota, notando cómo el abdomen actúa de
contrapeso. Este debe estar recogido, y debes sentirlo como el centro del
cuerpo.
La espalda está recta y la mirada se
mantiene fija en un punto para mantener el equilibrio.
Tras unas respiraciones, repite el
ejercicio al otro lado.
Las posturas de equilibrio como esta
desarrollan la fuerza, la agilidad, el control del cuerpo, la tonicidad de los
músculos, la coordinación y la concentración.
7. FORTALEZA
Con las rodillas dobladas, apoyadas
en el suelo, coloca los brazos estirados encima de la pelota, estira también la
espalda y recoge enérgicamente el abdomen.
Cuando sientas que tu cuerpo está
seguro, estira primero una pierna y después otra, dejando los dedos de los pies
en contacto con el suelo.
Los brazos se mantienen estirados y
fuertes, el cuello está en línea con la espalda, y la mirada, fija en un punto.
Tratamos de mantener algunas
respiraciones profundas en la postura. Si nos cansamos, doblamos las rodillas,
reposamos unos instantes, y volvemos a intentarlo.
8. ESTIRAMIENTO
Desde la postura anterior,
trasladamos el peso hacia los talones, llevándolos a tocar el suelo. La espalda
continúa muy estirada, el cuello sigue su línea, y el abdomen está recogido.
Desde aquí es fácil notar el centro
del cuerpo, especialmente al final de cada inhalación y cada exhalación.
Trata de crear espacio entre los omoplatos
y de mantener los hombros alejados de las orejas. Los brazos siguen firmes y
estirados.
Esta postura es muy beneficiosa para
alargar la parte posterior de las piernas y la espalda desde el centro. También
tonifica los órganos abdominales y potencia el centro de energía.
Mercedes de la Rosa
Fuente: CIERPOMENTE
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