Se plasma de modo íntimo en cada persona y en cada momento de su vida por la vía de las experiencias
Se habla mucho, cada vez más, de consciencia, expansión de la consciencia, despertar consciencial… Pero, ¿qué significa exactamente la palabra “consciencia”? Atendiendo al Diccionario de la Lengua Española, la conciencia se asocia a dos capacidades simultáneamente interconectadas: la de reconocer la realidad que hay a tu alrededor, y la de conocerte a ti mismo.
Muy ligada a ello está la expresión
“estado de consciencia”, que puede ser definido como la percepción que uno
tiene de sí mismo y de los demás, de su vida y las de los otros, del mundo y lo
que en él sucede, de la muerte, de la divinidad… En definitiva, la visión de
las cosas con la que andas por la vida. Eso sí, esta visión es distinta para
cada ser humano, pues cada cual tiene la suya e, incluso, para una misma
persona no siempre es igual, porque va evolucionando como consecuencia de las
experiencias que vive y, sobre todo, de cómo las vive.
Por tanto, la consciencia, siendo
algo objetivo (la doble capacidad a la que se ha hecho mención), se plasma de
modo íntimo en cada persona y en cada momento de su vida por la vía de las
experiencias. Y esta plasmación configura su estado de consciencia, que está
siempre en evolución (más lenta o más rápida, según los casos).
Llegados a este punto, es importante
subrayar que, aunque la evolución de la consciencia es individual, cuando
alguien abre nuevas puertas conscienciales para sí mismo, repercute e influye
en el estado de consciencia de la humanidad, que viene a ser algo así como la
suma de los estados de consciencia de cada uno de sus integrantes. Algunos
científicos lo han llamado “campo mórfico o morfogenético” y han explicado que
la evolución del estado de consciencia global, siendo impulsado por el de cada
cual, retroalimenta, igualmente, el de todos y cada uno de los miembros de la
especie. Por lo que la evolución del estado de consciencia, siendo personal, es
también colectiva; y la colectiva influye en la individual. Pero, ¿en qué
consiste tal evolución? Expresado coloquialmente: ¿de dónde viene y hacia dónde
va?
En cuanto a lo primero, la humanidad
tuvo en su origen una consciencia prehomínida, desde la que, por las
experiencias vividas a lo largo de milenios, se progresó a otra mágica, luego
mítica y, finalmente, mental y racional. El resultado ha sido el nacimiento y
la consolidación del “yo” y la percepción de uno mismo y de los demás como
individuos, como sujetos. De este modo, se ha ido forjando en la humanidad una
consciencia asociada a ese yo, la consciencia egocéntrica, que, retomando lo
indicado por el Diccionario de la Lengua, cuenta con dos grandes señas de
identidad: la capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse
con ella se centra en el uso de los sentidos corpóreo-mentales y se practica a
través de los medios, la información y la interpretación que ellos facilitan; y
el conocimiento que el sujeto tiene de sí mismo viene dado por la
identificación con su yo físico, mental y emocional y con su personalidad
creada desde la experiencia de individualidad en libre albedrío. Sobre estos
dos pilares se han construido las pautas civilizadoras de las que proceden la
forma de vida de cada persona y el modelo de sociedad imperante en la
humanidad.
Sin duda, el “yo” (autopercepción
como sujeto; identificación con el yo físico, mental y emocional; asociación a
una personalidad forjada desde la experiencia de individualidad, y gestación de
una consciencia egoica como lógica consecuencia de lo anterior) constituye un
éxito de la evolución. Pero, a su vez, llegado un punto concreto del proceso
evolutivo, supone un obstáculo para que la evolución continúe su avance. Esta
es precisamente la tesitura consciencial, nunca mejor dicho, en la que
actualmente se halla el género humano y, por tanto, tú mismo.
Una tesitura que te sitúa y nos sitúa
ante la necesidad de impulsar una expansión de la consciencia. ¿Qué implica y
comporta? Fundamentalmente, darse cuenta de que el ser humano es mucho más que
su yo físico, mental y emocional -acabando así con el aferramiento al “yo”- y
goza de potencialidades y capacidades para comprender la realidad de una manera
que resulta imposible para la mente concreta, que, teniendo facultades
prodigiosas, es un instrumento muy limitado para entender, ver y vivir la vida.
Muchos piensan todavía que la identificación
con el yo físico, mental y emocional y la consciencia egoica constituyen la
única vía para saber y comprender. Sin embargo, esto es tan ridículo como lo
fue la creencia de que la Tierra era el centro del universo. Con esta
concepción, la humanidad se ha instalado en un gran egocentrismo, que es la
causa de los problemas, los conflictos y el sufrimiento que sientes en tu vida
y en el mundo. Para salir de esta limitación, es momento de dar un paso en el
proceso evolutivo y adentrarse en otro estado de consciencia desde el
discernimiento de que la auténtica y genuina existencia del ser humano no es la
consciencia egoica del yo, sino la consciencia del Ser, que es algo que no nace
y no muere.
Esto abre las puertas a una nueva visión que se relaciona con lo transpersonal y que, sin rechazar ni renunciar a la diversidad, sino todo lo contrario, percibe la Unicidad en la constatación de que somos uno con todo. Lo que no es algo teórico, ni teológico, sino eminentemente práctico. Y tiene rotundas e importantísimas repercusiones en la vida de cada uno y en el devenir colectivo y social.
Emilio Carrillo es autor del libro “Consciencia”, publicado por la Editorial Sirio en enero de 2017.
Emilio Carrillo
Fuente: Tu Mismo
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