Publicado: enero 30,
2019 por Admin en Programa Leslie
¿Qué es Conciencia?
Según el diccionario la
conciencia se refiere a la capacidad que nos indica qué está bien o mal y
apunta o a un concepto moral, a la ética, o cierto campo de la filosofía. Por
nuestra parte sostenemos que la conciencia contiene revelaciones adicionales al
concepto señalado.
“La conciencia y lo que
eres en verdad, son lo mismo”. La conciencia es “el despertar al sueño del
pensamiento” nos apunta E. Tolle en su libro La Nueva Tierra.
Es posible establecer
una distinción valiosa entre quién piensa, es decir el “pensador” y quién
observa, el “observador”. En este caso si “logro observar lo que pienso” ¿Quién
observa?
En este contexto
despertar al sueño del pensamiento significa, abrir el camino a la observación
de los pensamientos que la mente sostiene. Ser consciente de nuestro
pensamiento y comenzar la desidentificación de la mente abre grandes
perspectivas para el desarrollo personal.
¿En que consiste esta
apertura que proponemos?
Consideramos que la
mayoría de las personas no usa su potencial completo. Varias razones son
responsables de esta situación, desde nuestro punto de vista le asignamos una
importancia capital, a la dificultad de saber quiénes somos. Esta causa es
motivo del desuso en que caen varias de nuestras capacidades disponibles. Una
apertura en esa dirección significaría abandonar la utilización casi exclusiva
de la inteligencia mental desarrollando habilidades que surgen del resto de
nuestras inteligencias. El desarrollo perseverante de este método conduce a un
profundo autoconocimiento que nos prepara para desplegar el potencial completo,
no inflamando la autoestima (mejorando la imagen de nosotros mismos) sino
desarrollando una profunda autoconfianza. Se trata de confianza que se
fundamenta en el conocimiento de la identidad verdadera, la identidad esencial,
el Ser y, representa el camino único para expresar nuestro aporte único e
irrepetible.
No somos seres aislados
o separados, aunque para la mente pueda parecer así. En un plano más profundo
se halla una conexión con la Fuente, la Pura Conciencia. El espacio en el cual
todos nos convertimos todos en expresiones singulares del Ser Total, la Quietud,
el Creador.
Desde mucho tiempo
atrás y en particular en el mundo post moderno, la conciencia humana se
encuentra condicionada por las formas. Pensamientos, emociones y el mundo
material – a este conjunto denominamos formas- asumen el papel principal y son
el foco primordial de las personas. De este modo la identidad verdadera queda
trastocada y comienza a aparecer la identidad adaptada que facilita la
proliferación de las formas. Pero estas son siempre transitorias o efímeras.
Por esta dinámica el
hombre post moderno –más que nunca- se encuentra perdido buscando felicidad y
certezas entre las formas, que naturalmente son efímeras, no duraderas. De esta
manera la felicidad se transforma en un bien escurridizo de escasa duración.
Como consecuencia, la raza humana confundida respecto de su verdadera
identidad, abandona la conexión con su esencia y queda sujeta a la identificación con dichas formas.
La resultante es acumulación de conocimiento y ausencia de sabiduría. Luchamos
por el progreso y la acumulación dejando de lado la evolución.
¿A qué denominamos
conciencia condicionada?
Nuestra mente a través
del proceso de pensamiento desarrolla un estado de conciencia, alcanzando de
esta forma el conocimiento. Los humanos descubrimos así el yo. Sin embargo la
mente tiende a independizarse de su Fuente interior (conciencia pura, no
condicionada) procurando encontrar su identidad en la identificación con el
mundo exterior –por su errónea percepción-, con sus propios procesos de
pensamiento y las emociones resultantes. Es como si la mente se dijese a si
misma: “Pienso, luego existo”.
Como resultado de este
devenir iniciado en la temprana infancia, las personas concluimos presos de
nuestros deseos y la propiedad de las cosas materiales, intelectuales y
emocionales. Son estas tres cosas o formas (lo material, el pensamiento y la
emoción) y el proceso de identificación con ellas las que condicionan la
conciencia. Este desarrollo produce deformación acerca de nuestra verdadera
identidad y facilita la construcción un “yo falso” al que denominamos ego.
Este yo se percibe
realizado al conseguir presumiblemente el dominio o la propiedad de las formas,
insistimos, sean estas materiales, intelectuales o emocionales.
La cultura moderna
confirma e incentiva este proceder y de esta manera nuestro sentido existencial
adquiere valor. ¿Qué es lo que se valora? Se valora en que medida somos capaces
de satisfacer nuestros deseos, alcanzar logros o cuanta habilidad para
preservar la propiedad poseemos.
A medida que crecemos
físicamente y la sociedad continúa convalidando este comportamiento, cada vez
más, el sentido de nosotros mismos, de quienes somos, se “fija” o identifica
con las formas u objetos que el mundo exterior propone.
En resumen quedamos
mentalmente presos de nuestro pasado buscando realizarnos en el futuro y
tratando, mientras tanto de reducir la incertidumbre que nos genera el no saber
si podremos o no, obtener y mantener lo que deseamos o adquirimos. Vivimos
sumergidos en una constante sensación de temor asociado a la posibilidad de
“perder nuestra identidad”. Este proceder arroja enormes dosis de infelicidad y
es el resultado de la mente condicionada que denominamos egotista (apegada a la
forma). También la podemos llamar inconciencia o identificación con el falso yo
que ha confundido su verdadera identidad.
En cambio la conciencia
no condicionada es pura conciencia, es lo que soy.
Es “Yo Soy”, es el Ser.
Es la Fuente que anida
en nosotros. Es el origen y el fin. No tiene forma. Es informe. Es atemporal.
Lo maravilloso de esta
revelación es que la conciencia no condicionada subyace todas las formas y
puede ingresar al mundo a través nuestro. Es lo inmanifiesto que impregna lo
manifiesto.
Desidentificarnos
significa recuperar nuestra verdadera identidad. Es el reencuentro definitivo
para manifestar el Ser en el Hacer.
Fuente: Mundo 965-FM
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