Por otro lado la
riqueza no es sinónimo de dicha. Puede ser uno de los factores que conduzcan a
ella, por el poder que ofrece para hacer buenas obras.
Las siete reglas
El alquimista, médico y
astrólogo suizo plantea siete reglas que corroboran la relación entre cuerpo y
psiquis mucho antes que la psicoinmunologia comprobase los efectos bioquímicos
de las emociones en nuestra salud:
1.- Lo primero es
mejorar la salud, decía que para ello hay
que respirar profunda y rítmicamente al aire libre, llenando bien el
abdomen. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas
frutas, masticar los alimentos del modo más completo posible, evitar el
alcohol, el tabaco y la automedicación, así como bañarse diariamente.
2.- Desterrar
absolutamente del estado de ánimo, por más motivos que existan, toda idea de
pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y de pobreza. O sea, para
ello debe huirse, como de la peste, de toda ocasión de tratar a personas maldicientes,
viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas, vulgares, o
que la base de sus ocupaciones y conversaciones sean tópicos no éticos ni
morales. Esta regla es de importancia decisiva, por cuanto se trata de cambiar
la contextura espiritual del alma. La suerte no existe y el destino depende de
los propios actos y pensamientos.
3.- Hacer todo el bien
posible. Esto es, auxiliar a todo desgraciado siempre que se pueda, pero jamás
tener debilidades por ninguna persona. Cuidar las propias energías y huir de
todo sentimentalismo hueco.
4.- Olvidar toda
ofensa, más aún: esforzarse por pensar bien siempre. Por ejemplo, todos los
grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior. Hay que destruir
todas las capas superpuestas de viejos hábitos, pensamientos y errores que
enmascaran la profunda esencia del ser, que es perfecta.
5.- Recogerse todos los
días, por lo menos media hora, en donde nadie pueda perturbar. Explica que eso
fortifica enérgicamente el cerebro y pone en contacto con las buenas energías.
En ese estado de recogimiento y silencio, suelen surgir a veces ideas
luminosas, que con el tiempo uno se llega a percatar que fueron un elemento
fundamental para la solución de problemas. Y es que ellas brotan de esa
dimensión profunda y honda del ser humano a la que Sócrates llamaba daimon.
6.- Guardar silencio de
todos los asuntos personales. O sea, abstenerse, como si se hubiese hecho un
juramento solemne, de referir a los demás, todo cuanto se piense, se oiga o se
descubra, hasta tanto se verifique, compruebe o se tenga la completa certidumbre.
7.- Jamás temer a los
seres humanos, ni que inspire sobresalto la palabra “mañana”. Decía Paracelso,
que cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien. Jamás creerse solo, ni
débil. El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo. El miedo y la
desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las
malas energías y con ellas el desastre. Si se estudia atentamente a las
personas triunfadoras, se verá que intuitivamente observan gran parte de las
reglas que anteceden.
Por otro lado, la
riqueza no es sinónimo de dicha. Puede ser uno de los factores que conduzcan a
ella, por el poder que ofrece para hacer buenas obras; pero la dicha más
duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo
Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es egoísmo. Jamás debe quejarse uno
de nada, hay que dominar los sentidos; huir tanto de la autocompasión como de
la vanidad. La autocompasión sustrae fuerzas y la vanidad las paraliza.
PARACELSO
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