PRESENCIA Y COMPASIÓN
Dejar de estar conforme o disconforme
con todo y con todos
Continuamente nos llegan a través de
la red (móvil, ordenador…) multitud de mensajes (vídeos, audios, fotos,
textos…) con muy diversos contendidos. Ante ello, sin darnos ni siquiera
cuenta, reaccionamos automáticamente con el acuerdo o el desacuerdo, mental y
emocional, ante lo que exponen y proponen. Y consideramos que esto es normal,
cuando, en realidad, representa una profunda y grave anormalidad, por frecuente
que sea.
Sin querer convencer a nadie de nada,
comparto desde el corazón unas breves reflexiones al respecto, dirigidas a que
la Presencia y la Compasión nos saquen de la absurda dinámica de estar de
acuerdo o en desacuerdo con todo y con todos.
“Días luminosos” y “noches oscuras”:
utopía y distopía
Las acciones y obras que desplegamos
y compartimos sacando lo mejor de nosotros mismos -altruismo, generosidad,
cooperación, solidaridad, respeto, comprensión, empatía, tolerancia…- promueven
nuestra evolución personal y consciencial.
De idéntica manera, las aflicciones y
circunstancias adversas que aparecen en nuestro día a día también fomentan esa
misma evolución. Esto es lo que muestra la vida a cada instante. Y son muchas
las personas que han podido experimentarlo: los “días luminosos” estimulan
nuestro avance en autoconsciencia, exactamente igual que “las noches oscuras”,
que son potentes factores de impulso al respecto.
Esto que ocurre a nivel individual y
particular sucede también a escala social y general. Así, en el contexto de la
humanidad actual, conviven la utopía y la distopía: la primera se manifiesta en
el sentir y el quehacer (propuestas iniciativas, proyectos, actuaciones…) de
mucha gente, aglutinada o no en colectivos muy diversos; la segunda preside el
proceder tanto de numerosos grupos de interés como del sistema socioeconómico e
institucional en su conjunto, convertido ya en un huracán de magnitud aceleradamente
creciente extendido por todo el planeta.
Y ambas, la utopía y la distopía,
conforman el carril de la vía por donde discurre el tren de la consciencia, la
evolución consciencial de la humanidad: la utopía la incentiva directamente,
como los “días luminosos”, y la distopía, indirectamente, cual las “noches
oscuras”.
Confianza en la vida, aceptación y no
juicio
Esta es una gran enseñanza de la vida
en su devenir: todo tiene su sentido profundo, su porqué y para qué, lo que
agrada y atrae a nuestro mundo mental y emocional, y lo que le desagrada y
rechaza. Todo encaja y tiene su sitio, nada sobra ni falta: lo blanco y lo
negro; lo que gusta a la mente y lo que no.
A partir de ahí, la confianza en la
vida emana de nuestro corazón y de nuestro discernimiento. Y de esa confianza
brota, a su vez, la aceptación ante todo y ante todos, que no es resignación o
impotencia, sino el fruto impecable y natural de la plena confianza en la vida.
Y la confianza y la aceptación
desembocan en la ausencia de juicios: se acabó el vivir la vida con la balanza
en la mano, midiendo, dictaminando, sentenciando y criticando todo -a nosotros
mismos, a los demás, al mundo, a la vida… – como positivo o negativo.
Batería de reflexiones que sitúan y
explican la responsabilidad de cada cual de no estar de acuerdo ni en
desacuerdo con nadie ni con nada.
No estar de acuerdo ni en desacuerdo
con nadie ni con nada
Vivimos sumidos en sistemas de
creencias basados en la dinámica de la conformidad/disconformidad: estamos de
acuerdo con unas cosas y en desacuerdo con otras. De modo que existe siempre
esta segmentación. Pero es una partición falaz, porque la vida es una y en su
seno y fluir todo ostenta un hondo significado.
¿Por qué estamos abducidos por esa
dinámica? Por nuestra identificación con el pequeño yo: el componente
perecedero y efímero de nuestra existencia en el plano humano; el yo físico,
emocional y mental y la personalidad a él asociada. Él es quien, teniendo fecha
de caducidad y una muy limitada capacidad para entender y comprender la vida,
ha instaurado en nosotros el hábito de dirigir nuestros pensamientos,
emociones, palabras y acciones a favor de aquello con lo que está de acuerdo, y
en contra de aquello con lo que está en desacuerdo.
Pero tú eres mucho más que el pequeño
yo, tu apariencia efímera y pasajera. Tu verdadero ser es tu esencia
imperecedera, con el nombre que quieras darle (Espíritu, Luz, Consciencia,
Energía…). Y desde ahí, desde la perspectiva genuina que ofrece tu auténtica
naturaleza, la Vida es una y no puede ser dividida: la unicidad se manifiesta
en la diversidad, y la diversidad se integra radicalmente en la unicidad.
Presencia
En la medida en que te vayas
desidentificando de tu pequeño yo y tomando consciencia de tu Yo verdadero,
irás desterrando de tu cerebro y de tu mente esta ficticia división.
El cultivo de la Presencia de tu
genuino ser ser en cada instante del día a día es lo que diluirá de manera
natural, completamente y para siempre, la idea de estar conforme o disconforme
con la vida -personal y social- y sus avatares y circunstancias.
Podemos observar con exactitud tanto
lo que acontece en nosotros mismos (emociones, pensamientos…) como en el
exterior -a pesar de lo mucho que se oculta-. Y hacerlo sin que nada en
nosotros diga que está bien o mal. Simplemente, observar y no tener ningún
prejuicio en esta observación.
Esto precisa mucha atención, mucha
Presencia y mantenernos en el aquí-ahora.
Compasión
Y requiere, igualmente, que la llama
de la Compasión vibre con fuerza en nuestros corazones y en nuestro
discernimiento, para que la observación objetiva no nos convierta en seres
fríos, impávidos, indolentes e indiferentes al sufrimiento que recorre el mundo
y afecta a los que están a nuestro alrededor.
Desde luego, la evolución en
consciencia hará que nos percatemos de que:
1º. La causa que está en la raíz de
todo sufrimiento es la ignorancia y el olvido de lo que realmente somos, por lo
que, en última instancia, el sufrimiento no se debe a otra cosa que a la
inconsciencia del que lo padece, lo que es responsabilidad de cada cual.
2º. El sufrimiento, como se expuso al
inicio de este texto (“noches oscuras”, distopía…), juega un importante papel
en el proceso evolutivo del que vive la aflicción, siendo un notable factor de
impulso del mismo.
Sin embargo, la propia evolución
consciencial que lleva a este doble convencimiento nos hará ver nítidamente que
no debemos desentendernos del sufrimiento del otro y quedarnos absortos en
nosotros mismos. No en balde caer en esto supondría una separación del otro y
de los otros como si fueran ajenos a ti mismo, cosa que, sencillamente, no es
verdad y sería a mucho más grave que la división conformidad/disconformidad ya
comentada.
La mirada limpia que proporciona la
práctica del aquí-ahora nos ha de movilizar hacia la Acción Consciente que nos
han mostrado, con su vida y su obra, los grandes maestros. Una Acción carente
de juicios, desde luego. Pero surgida en el Amor y al Amor dirigida.
Emilio Carrillo
Fuene: Tu Mismo
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