La
conciencia y la meditación sin mente y sin ego logran apaciguar lo exterior que
va acompañado de un sentimiento de alegría y del sentimiento de existir.
MEDITACIÓN
PROFUNDA
Apaciguando
lo exterior de la mente y el Ego.
En
la meditación, en el que la conciencia todavía está volcada hacia el exterior,
llama a la reflexión, al razonamiento. Va acompañado de un sentimiento de
alegría y del sentimiento de existir. La mente no se dispersa, está en armonía
con el objeto sobre el que se concentra y este acuerdo total proporciona un
sentimiento de plenitud y de alegría. Pero el ego está todavía ahí, el ego que
piensa y siente.
Cuando
cesa toda actividad mental gracias a la experiencia renovada de este estado, se
establece la meditación profunda, pero permanecen, sin embargo, los recuerdos
acumulados por el Karma y un estado de unidad pasajero con la carga todavía del
pasado.
Es
bueno anotar que algunos seres conocen el estado cumbre de la meditación desde
el nacimiento y que están libres de las cargas del cuerpo físico, a pesar de
estar encarnados. Y otros conocen este estado cumbre de la meditación gracias a
la fe, a la energía, al estudio y al conocimiento intuitivo.
En
ambos casos, las turbulencias de la conciencia periférica están apaciguadas, al
igual que un cristal refleja el soporte sobre el que reposa; la mente se halla
en un estado de perfecta receptividad frente al que conoce, a lo conocido y al
modo de conocimiento. Este estado de receptividad es de absoluta concentración,
es la toma de conciencia de la interpenetración entre el Absoluto, el mundo
tangible y uno mismo. Lo que se conoce como conciencia profunda.
Cuando
cesa toda actividad mental queda afuera lo que es conocido es el mundo
exterior, comprendido también uno mismo, la mente, el ego. El medio de
conocimiento es la conciencia periférica, los sentidos, la mente. La mente
contaminada por la agitación de los pensamientos, cubre a la conciencia
profunda; vuelta a la calma, a la transparencia, se integra en meditación
profunda y nuestro interior, fuente de vida, se revela.
Al
alcanzar el estado de meditación profunda puedes observar que las causas del
sufrimiento son la ignorancia, el sentimiento del ego, el deseo de posesión, el
rechazo del deber, el apego a la vida.
«El
sentimiento del ego resulta del hecho de la identificación del espectador con
el espectáculo».
Sin
embargo la cualidad de ser racional no evita el impulso de inseguridad que se
encuentra en el miedo a la muerte. Este instinto de conservación se puede
manifestar de muchas maneras: el miedo de quedarse sin bienes y no querer
compartir.
«El
ego siempre quiere situarse de forma ventajosa para sentirse seguro».
El
estado ideal de ser diferentes al estado humano actual, es estar
suficientemente ajeno al ego propio permitiendo escuchar al otro desde su
interior y que así sus pensamientos y sus sentimientos se evidencien. Gracias a
una buena concentración energética se puede llamar la atención o pasar
inadvertido, permitir la comunicación en el plano de las vibraciones o hacerla
imposible.
En
otros planos, no el de la sabiduría. Si se utilizan estas energías para reforzar
el ego en vez de extinguirlo, que es la meta de cualquier camino espiritual.
CONCIENCIA
PROFUNDA
Así
como el campesino rompe el dique que impide al agua regar sus tierras, la
eliminación de los obstáculos es el origen de toda transformación. Los diferentes
estados de conciencia no son más que creación del ego. En esas modificaciones
de la actividad mental un solo estado de conciencia arrastra innumerables
ramificaciones del ego.
«Un
estado de conciencia profunda, nace de la meditación, que se halla libre de las
construcciones mentales».
El
voluntarismo es inútil, el desapego es esencial. Llega, después de la
consolidación del ego, la tarea de eliminar. Calmando la agitación de la mente,
eliminando las impregnaciones energéticas que nos perturban, se permite a la
energía de la vida circular a través nuestro, libremente como el agua del río.
Nuestros
cambios interiores están unidos a lo emocional, a lo imaginario, a los
recuerdos del pasado, a todo lo que concierne al ego pero sin reposar sobre el
ego, con sus ramificaciones, de hábitos, de miedos, de defensas y de deseos. No
condiciona el futuro sembrando semillas susceptibles de dar frutos cuando las
circunstancias lo permitan.
Sólo
el dolor situado en el futuro puede ser evitado, y sólo el estado de meditación
permite el acto justo, adecuado, que no siembre el sufrimiento.
«Si
tan sólo miráramos en nuestro interior, veríamos la Luz brillando como si fuera
nuestra imagen reflejada en un espejo».
Patanjali
Fuente:
La Iluminacion Espiritual
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