La Nueva Era está en el
esfuerzo diario y compartido que hacemos para vivir con integridad, para crecer
con ánimo y para participar en una vida que permita expresar y realizar
nuestros sueños y capacidades.
David Spangler
La Nueva Era es lo que
aparece al vivir la vida de manera creativa, enriquecedora y compasiva. Aparece
cuando honramos a cada persona, animal, planta u objeto, como si fuese único, y
también como si fuese parte de nosotros, y lo consideramos merecedor de toda la
dignidad y respeto que reclamamos para nosotros mismos.
Más que un
acontecimiento futuro, la Nueva Era es la expresión de un espíritu
transformador y creativo. Podemos descubrirla en la vida de cada día. La
encontramos, por ejemplo, en la forma en que llevamos nuestro matrimonio, en la
manera cuidadosa de cumplir con las responsabilidades que tenemos como padres;
cuando hacemos bien nuestro trabajo y procuramos perfeccionar todo lo que sale
de nuestras manos. La encontramos al interrogarnos sobre nuestros defectos y la
manera de superarlos, y cuando tomamos consciencia de nuestros límites. Está en
el esfuerzo diario y compartido que hacemos para vivir con integridad, para
crecer con ánimo y para participar en una vida que permita expresar y realizar
nuestros sueños y capacidades. La Nueva Era es como una dimensión más añadida a
las tres dimensiones de nuestra vida diaria. Nos aporta entusiasmo y
creatividad ante la presencia de lo inesperado en nuestra existencia. Es el
poder interior que nos ayuda a visualizar y sacar a la superficie algo nuevo
que busca su oportunidad de maduración.
La mayoría de la gente
considera el concepto de Nueva Era como un acontecimiento histórico venidero
que pondrá fin – o transformará – la época actual. De esa forma, se convierte
en un evento definido por las expectativas inapropiadas de esas personas.
Quienes ven de ese modo la Nueva Era viven en una estimulación mal entendida
que les produce tensiones y que los hará desembocar en espejismos. Lo que es
peor aún, es que esos espejismos los pueden dividir más todavía entre el mundo
tal como es y el mundo como les gustaría que fuera. Concebir así la Nueva Era
limita la posibilidad de estas personas para percibirla como una actitud
creativa con que afrontar lo cotidiano.
La Nueva Era es una invitación
para abrirnos a la presencia de lo trascendente dentro de la mediocridad de
nuestra vida habitual. Por este motivo, tiene poco que ver con lo profético.
Los psíquicos y sus profecías han ido y venido durante siglos con un promedio
mínimo de aciertos. Es mejor hacer caso omiso de ellos en beneficio de las
potencialidades del momento inmediato. Las profecías sobre la Nueva Era me dan
la impresión de que sacaran a nuestro espíritu del momento presente como quien
saca peces del agua, dejándonos agitados por esperanzas o temores sobre las
playas de la imaginación de tal o cual profeta.
La Nueva Era tiene muy
poco que ver con las profesías, imaginaciones y espejismos visualizados en una
esfera mágica, pero tiene muchísimo que ver con nuestra capacidad de
contactarnos con el mundo de una manera nueva que nos caopacite para actitudes
y acciones caritativas y trasnformadoras.
A la Nueva Era se la
contempla a menudo como la búsqueda de rituales chamánicos, interés por las
filosofías orientales, por el ocultismo, canalizaciones, cristales de cuarzo,
recuerdos de vidas pasadas y otros fenómenos psíquicos. Quienes se interesan en
todo esto se auto denominan miembros de la Nueva Era, se agrupan en centros que
estudian estos temas, y se consideran como agentes activos para el cambio de la
humanidad. Identificar a la Nueva Era con fenómenos psíquicos o con un tipo
específico de espiritualidad, es enfocarla en forma limitante y
distorsionadora. Las actividades de la Nueva Era adoptan muchas formas que no
tienen nada que ver con lo paranormal o lo sectario.
La promesa de la Nueva
Era
Centenares de personas
realizan esfuerzos para el cambio y la mejora social inspirados por el espíritu
renovador de la Nueva Era, aunque no usen su nomenclatura. Su trabajo busca
integrar y promover la actividad intelectual y científica; desarrollar la
compasión, la sensibilidad artística y las buenas relaciones humanas; extender
las comunicaciones y perfeccionar las técnicas que a ellas se refieren, incitar
a una visión de futuro en los negocios con miras a compartir sus rendimientos
con la comunidad. Todo esto tiene muy poco o nada que ver con fenómenos
psíquicos.
La Nueva Era se
preocupa de la planetización de la humanidad, o sea la aparición de una
consciencia de que todos somos un solo pueblo que vive en un solo mundo y
comparte un destino común (la noosfera del Padre Teilhard). Ella representa un
conjunto de esfuerzos sociales, políticos, económicos, psicológicos y
espirituales para incluir todo aquello que nuestra sociedad moderna ha
excluido: externamente, los desposeídos, lo femenino, lo ecológico;
internamente, todo lo doloroso, reprimido y no integrado de nuestra psiquis, lo
que Jung llama la Sombra. Al buscar la integración, tanto externa como interna,
de todos esos elementos ocultos y suprimidos de nuestra vida tanto personal
como colectiva, ella pretende que podamos alcanzar la totalidad de nuestras
potencialidades, individualmente y como especie humana. Plantea una nueva
definición del papel de la humanidad en la creación, subrayando nuestra
condición de servidores más que de amos, de administradores más que de
propietarios del mundo que compartimos.
El desarrollo personal
es importante, sin duda, pero la esencia de la Nueva Era es la expresión de un
amor compasivo y de una consciencia y responsabilidad social que van mucho más
allá de nuestro egocentrismo, buscando aumentar las posibilidades y capacidades
de los otros.
A la Nueva Era se la
acostumbra ver como una época de progreso individual. La literatura relacionada
con ella abunda en libros que proclaman cómo afirmar la propia divinidad, cómo
alcanzar la abundancia y ser próspero y feliz. El desarrollo personal es
importante, sin duda, pero la esencia de la Nueva Era es la expresión de un
amor compasivo y de una consciencia y responsabilidad social que van mucho más
allá de nuestro egocentrismo, buscando aumentar las posibilidades y capacidades
de los otros. La meta de la Nueva Era es transformar al ser humano en un ser
planetario; el desarrollar sus capacidades es un medio para ese fin, no el fin
en si mismo. No se trata de aspirar a ser un creador todopoderoso, sino un
siervo compasivo y abnegado, un protector de toda vida que aliente en este
planeta, quien vive y trabaja en medio de lo cotidiano y de lo aparentemente
trivial, sin destacarse externamente, pero siendo – por su amor – el más
vulnerable y accesible de los seres.
La aparición de una
Nueva Era se basa ante todo en esfuerzos para aplicar valores holísticos y
planetarios. Suele ser propio de estas motivaciones no atraer la atención hacia
ellas, pues parecen algo tan sin importancia al mezclarse con la vida diaria.
El empeño de un empresario por dar oportunidades a las capacidades innatas de
sus subordinados, o el intento de un padre de ir más allá de la actitud
patriarcal tradicional para expresar su propio instinto protector, tal vez no
resulte ser una noticia tan espectacular como el que en una sesión espiritista
apareció un jefe militar atlante de miles de años atrás pronosticando la
destrucción de nuestro planeta. Los esfuerzos individuales para explorar y
aplicar valores de desarrollo personal y de compasión en ámbitos verdaderamente
corrientes, tendrán un efecto mucho más duradero y transformador que cualquier
noticia paranormal, y esto es lo que constituye la esencia del movimiento de la
Nueva Era.
Internamente, la Nueva
Era continúa el esfuerzo histórico de la humanidad por profundizar en los
misterios de la naturaleza, de Dios, de nosotros mismos y de la realidad. En
una época tan materialista como esta, la Nueva Era significa un renacer de
nuestro sentido de lo sagrado, un impulso del alma por comprender y expresar su
propia divinidad, en armonía con la divinidad que habita la creación y con la
Fuente primordial de esa divinidad cuya naturaleza inefable seguimos tratando
de conocer.
Identificar a la Nueva
Era con fenómenos psíquicos o con un tipo específico de espiritualidad, es
enfocarla en forma limitante y distorsionadora. Las actividades de la Nueva Era
adoptan muchas formas que no tienen nada que ver con lo paranormal o lo
sectario.
En consecuencia, para
aquellos que tenemos fe en el espíritu de la Nueva Era, importa comprender que
ella simboliza esencialmente la unión del corazón y del intelecto humano con la
divinidad en la construcción de un mundo mejor, donde pueda compartirse el
sentido comunitario de integridad y sacralidad. Surgiría de esta manera una
conducta social fundamentada en una visión del mundo que estimula la
creatividad, la disciplina, la abundancia y la autenticidad.
Los medios de
comunicación pueden llegar a identificar hasta tal punto la idea de una Nueva
Era con lo irracional, lo mágico, lo paranormal, y los estilos de vida
centrados en el engrandecimiento del propio poder, que la imagen pierda su
potencia transformadora. Sería de lamentar, pero creo que no alteraría
fundamentalmente los hechos. La verdadera transformación que está ocurriendo en
nuestra sociedad seguiría su curso. La Nueva Era tiene muy poco que ver con las
profecías, imaginaciones y espejismos visualizados en una esfera mágica, pero
tiene muchísimo que ver con nuestra capacidad de contactarnos con el mundo de
una manera nueva que nos capacite para actitudes y acciones caritativas y
transformadoras. Recordando esto, podemos olvidarnos de la Nueva Era de las
canalizaciones espíritas, de los cristales de cuarzo, y otras hierbas, y
trabajar en descubrir y crear un mundo armonioso que nos nutrirá y ayudará a
realizar nuestras potencialidades no sólo a nosotros sino también a nuestra
descendencia que heredará este planeta en el futuro.
________________________________________________________
Texto original traducido de The New Age Vision, Findhorn Foundation.
David Spangler es
profesor, escritor internacional y fundador de la Lorian Association.
Co-director de Findhorn hasta 1973, sus temas incluyen el nacimiento de la
cultura holística, la naturaleza de la sacralización personal, nuestra
participación en la co-evolución de un universo creativo, el trabajo con los
reinos espirituales, nuestra responsabilidad con la tierra y con nuestros
semejantes y el llamado hacia el servicio en estos tiempos cruciales de la
historia del mundo. www.davidspangler.com
Fuente: Mundo Nuevo