XV
Manifestación de la virtud.
Antiguamente,
el perfecto hombre de Tao era sutil, penetrante y tan profundo,
que
difícilmente podía ser comprendido. Por éso trataré de describirlo:
Era
prudente, como quien cruza un río en invierno.
Cauto,
como quien se sabe rodeado de peligros.
Reservado,
como quien se siente huésped.
Desprendido,
como el hielo mientras se derrite.
Auténtico,
como un trozo de madera no trabajado.
Amplio
como un valle.
Oscuro
como el agua turbia.
¿
Quién es capaz de aclarar lo oscuro, cuando ello deviene lentamente luz ?
¿
Quién es capaz de aquietar lo turbio, cuando ello se aclara con lentitud ?
¿
Quién es capaz de impulsar lo estancado, cuando ello progresa pausadamente ?
Quien
abraza el Tao no desea la plenitud.
Precisamente
porque no ha alcanzado la plenitud, al declinar se renueva.
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