Esto no le ocurre a todo el mundo, pero muchos de nosotros podemos identificarnos con el hecho de que nos cueste renunciar a una persona que nos interesa, debido a que no resultamos correspondidos.
Lo cierto es que aceptar que la
persona en la cual hemos fijado nuestra atención, no nos considera para tal
fin, resulta un tanto complicado. En estos casos podemos hacernos mucho daño en
el proceso de intentar hacer cambiar de opinión a quien no desea ofrecernos
algo de lo que sentimos o estamos dispuestos a ofrecer, de vuelta.
Hay varios motivos por los cuales
podemos engancharnos a esas personas que resultan inaccesibles para nosotros:
Asumimos el no recibir lo que
deseamos, como un reto: El no ser correspondidos puede detonar en nosotros unas
incansables ganas de luchar contra lo imposible, de demostrar nuestra capacidad
de conquista y lo que normalmente se termina haciendo es forzar situaciones que
normalmente no inspiran algo diferente al rechazo, la lástima o el miedo…
Aunque también hay casos puntuales que terminan por lograr su objetivo, y lo
irónico del asunto es que en la mayoría de estos casos, cuando logran captar la
atención, son ellos los que deciden cambiar de rumbo.
Hemos estado carentes de afecto:
Cuando el no recibir afecto es lo natural, normalmente ocurre cuando hay
rechazo por parte de los padres, ausencia de los mismos o escasas
demostraciones de cariño y atención, podemos crecer con la idea de que el amor
se disputa y hasta se mendiga. Evidentemente esto es una distorsión del amor
que tiene sus orígenes en las etapas tempranas de vida y que debe trabajarse
para no seguir atrayendo escenarios donde el amor nos cueste.
Desvalorización propia: El no
considerar, consciente o inconscientemente, que nos merecemos un amor como el
que estamos dispuestos a ofrecer, de vuelta, puede ser el origen de que nos
podamos enganchar a personas que no han demostrado ningún tipo de intención de
correspondernos.
Necesitamos sentirnos aceptados: Para
todos es importante la aceptación por parte de los demás, muchas veces más que
la aceptación propia, lo cual hace poco viable el aceptar con naturalidad que a
quien amamos, sencillamente no nos ame. Con un poco de reforzamiento de nuestro
amor propio, poco a poco podemos desligarnos con mayor facilidad de esas
experiencias que solo prometen un desgaste emocional y una mala inversión de
recursos.
No aceptamos que nos han dejado de
querer: Puede ser que a quien amamos, nos amó, pero ha dejado de hacerlo y nos
aferramos a un pasado que no volverá. Para iniciar una relación se necesitan
dos personas, pero para terminarla basta con que una de las dos no quiera
seguir adelante y esto hay que asimilarlo y tomar las medidas menos
perjudiciales.
Debemos aprender a reconocer lo que
valemos y a darle cada quien el lugar que merece en nuestras vidas. No siempre
seremos retribuidos en el amor y no debemos conformarnos con sembrar flores en
jardines de quien no tiene intenciones de cuidarlas. Debemos identificar y
aceptar cuándo no somos bien recibidos en la vida de alguien y saber reservar
nuestro amor para quien esté dispuesto a retribuirlo.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
No hay comentarios:
Publicar un comentario