Este vínculo podría explicar cómo de
los procesos cerebrales físicos emerge la consciencia, según una nueva
hipótesis.
¿Cómo pueden los procesos cerebrales
físicos dar lugar a la consciencia, que es inmaterial? En la relación entre la
actividad neuronal y la escala cuántica del cosmos podría estar la respuesta,
según algunos científicos. Es lo que proponen Dirk K F Meijer y Hans J.H.
Geesink, de la Universidad de Groninga, en Holanda, en un artículo publicado en
"NeuroQuantology".
Era de esperar que los avances del
último siglo en física cuántica y la cosmovisión derivada de ellos llevaran a
una variación de la definición de "consciencia" y "mente".
Quizá algún día estos avances ayuden
a responder a la inquietante pregunta sobre cómo de los procesos cerebrales (es
decir, físicos) puede emerger la consciencia, que es inmaterial.
La relación entre la actividad
neuronal (la de las células del cerebro) y la escala cuántica (la de las
partículas que conforman los átomos) ya fue abordada en los años 90 por los
investigadores Roger Penrose y Stuart Hameroff con una sorprendente teoría que,
hace poco y a raíz de nuevos hallazgos, ha sido revisada.
Se trataba de la hipótesis de la
"Reducción Objetiva Orquestada u Orch OR", que propone que la
consciencia se deriva de la actividad de las neuronas a escala cuántica o
subatómica, es decir, de procesos cuánticos biológicamente orquestados en los
microtúbulos o minúsculas estructuras tubulares situadas dentro de las neuronas
del cerebro.
Esa actividad cuántica entrañada a un
nivel cerebral profundo, además de gobernar la función neuronal y sináptica,
conectaría los procesos cerebrales a procesos de autoorganización presentes
fuera del cerebro, en la estructura cuántica de la realidad, afirmaban Hameroff
y Penrose. Es decir, que nuestro cerebro podría estar conectado a una
estructura externa, que de alguna manera sería 'protoconsciente'.
El cerebro habla con los campos
Hace unos meses, la revista
NeuroQuantology publicaba un artículo sobre la consciencia desde una perpectiva
cuántica, que va incluso más allá de la propuesta de Hameroff y Penrose.
Firmado por los científicos Dirk K F
Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad de Groninga, en Holanda, teoriza
que nuestro cerebro, además de ser un órgano de procesamiento ligado a nuestro
organismo, con el que intercambia información continuamente, está vinculado al
resto del universo a nivel cuántico.
Según Meijer y Geesink, a dicho
nivel, nuestro cerebro estaría conectado con campos cósmicos como el de la
gravedad, el de la energía oscura, el de la energía punto cero o el de las
energías de los campos magnéticos de la Tierra.
Esa conexión se daría a través de
mecanismos bien establecidos por la teoría cuántica como el entrelazamiento
cuántico (que vincula a partículas entrelazadas más allá del espacio-tiempo) o
el efecto túnel cuántico (que se da cuando una partícula cuántica viola los
principios de la mecánica clásica, al atravesar una barrera de potencial
imposible de atravesar para una partícula clásica).
La idea nos recuerda a la propuesta
en 2008 por un estudio, en el que se relacionaba la capacidad de orientación de
las aves migratorias con una posible "conexión cuántica" de estas con
el campo magnético terrestre; aunque en a aunque en aquel caso el campo
magnético no "conectaba" con el cerebro de las aves, sino con los
electrones presentes en los iones más inestables de sus retinas.
El idioma es una geometría
Meijer y Geesink proponen que el
cerebro podría "comunicarse" con esos tipos diversos de campos
gracias a una geometría, la conocida como geometría de toro o toroidal, que
básicamente está constituida por espirales circunscritas en una esfera (se
puede entender imaginando una rosquilla).
Al parecer, el toroide es la forma
que tienen los átomos, los fotones y toda unidad mínima constitutiva de la
realidad. Pero no solo: Según los investigadores holandeses, nuestro cerebro se
organizaría también siguiendo esta estructura (aquí hemos hablado antes de las
geometrías que forma el cerebro en su actividad).
Esa coincidencia geométrica es la que
permitiría al cerebro acoplarse a los campos que nos rodean, para recibir de
ellos información continuamente en forma de ondas. Gracias a esto, en nuestra
mente se actualizaría, de manera continua, un espacio de memoria global
simétrica al tiempo.
Además, el acoplamiento y ajuste
continuos del cerebro a los campos externos, afirman Meijer y Geesink,
permitirían guiar la estructura cortical del cerebro hacia una mayor
coordinación de la reflexión y de la acción, así como hacia una sincronía en
red, que es la necesaria en los estados de consciencia.
La mente como campo
Pero los investigadores holandeses
van más allá de todo esto en sus postulados. También señalan que la consciencia
no es exclusiva del cerebro, sino que surgiría en todo el universo a escala
invariante, de nuevo a través del acoplamiento anidado toroidal de varias
energías de campos.
Quizá esto pudiera relacionarse con
el concepto de "protoconsciencia" de Hameroff y Penrose del que hemos
hablado antes; e incluso con la idea de la matriz de información universal del
paradigma holográfico propuesto por el físico David Bohm en el siglo XX.
Meijer y Geesink llegan a describir
la mente como un campo situado alrededor del cerebro (lo llaman campo
estructurado holográfico), que recogería información externa al cerebro y la
comunicaría a este órgano, a gran velocidad (no en vano hablamos de procesos
cuánticos). Los investigadores aventuran que este hecho podría explicar la
rapidez con la que el cerebro registra y procesa información del entorno, a
nivel consciente e inconsciente.
Ese campo estructurado holográfico
estaría, según ellos, en la cuarta dimensión o espacio-tiempo, aunque tenga
efectos en nuestro cerebro tridimensional e incluso en la manera en que
percibimos el mundo en tres dimensiones.
Curiosamente, una idea
"parecida" proponía hace unos años el antropólogo Roger Bartran, en
su obra Antropología del cerebro: la conciencia y los sistemas simbólicos,
aunque en aquel caso la parte de consciencia humana "fuera del
cerebro" se ubicaba en los sistemas culturales, con los que algunas
regiones cerebrales están estrechamente ligadas.
Implicaciones
Para los científicos holandeses, su
hipótesis tiene profundas implicaciones filosóficas: Sugiere que existe una
"profunda conexión de la humanidad con el cosmos" que nos obliga a
tener "una gran responsabilidad sobre el futuro de nuestro planeta",
escriben en su artículo.
Asimismo, su teoría podría conllevar
un atisbo de respuesta para la pregunta con la que iniciamos este artículo:
¿Cómo los procesos cerebrales (es decir, físicos) dan lugar a la consciencia,
que es inmaterial?
Quizá sea que existe un campo mental
situado en la cuarta dimensión, allí conectado a otros campos externos
mientras, al mismo tiempo, forma parte física de nuestro cerebro.
Pero habrá que esperar a que ese
campo mental sea una certeza para poder lanzar conclusiones definitivas.
Referencias Bibliograficas:
Dirk K.F. Meijer, Hans J.H. Geesink. Consciousness in the Universe is
Scale Invariant and Implies an Event Horizon of the Human Brain. NeuroQuantology (2017). DOI: 10.14704/nq.2017.15.3.1079
Fuente: Tendencias 21
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