LA LEY ES LA VIDA
La Ley es la Vida,
mientras que lo escrito está muerto.
«No busquéis la Ley en
vuestras escrituras, pues la Ley es la Vida, mientras que lo escrito está
muerto. En verdad os digo que Moisés no recibió de Dios sus leyes por escrito,
sino a través de la palabra viva. La Ley es la Palabra Viva del Dios Vivo, dada
a los profetas vivos para los hombres vivos. En dondequiera que haya vida está
escrita la ley. Podéis hallarla en la hierba, en el árbol, en el río, en la
montaña, en los pájaros del cielo, en los peces del mar; pero buscadla
principalmente en vosotros mismos. Pues en verdad os digo que todas las cosas
vivas se encuentran más cerca de Dios que la escritura que está desprovista de
vida. Dios hizo la vida y todas las cosas vivas de tal modo que enseñasen al
hombre, por medio de la palabra siempre viva, las leyes del Dios verdadero.
Dios no escribió las leyes en las páginas de los libros, sino en vuestro
corazón y en vuestro espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en vuestra
sangre, en vuestros huesos, en vuestra carne, en vuestros intestinos, en
vuestros ojos, en vuestros oídos y en cada pequeña parte de vuestro cuerpo.
Están presentes en el aire, en el agua, en la tierra, en las plantas, en los
rayos del sol, en las profundidades y en las alturas. Todas os hablan para que
entendáis la lengua y la voluntad del Dios Vivo. Pero vosotros cerráis vuestros
ojos para no ver, y tapáis vuestros oídos para no oír. En verdad os digo que la
escritura es la obra del hombre, pero la Vida y todas sus huestes son la obra
de nuestro Dios. ¿Por qué no escucháis las palabras de Dios que están escritas
en Sus obras? ¿Y por qué estudiáis las escrituras muertas, que son la obra de
las manos del hombre?»
«¿Cómo podemos leer las
leyes de Dios en algún lugar, de no ser en las Escrituras? ¿Dónde se hallan
escritas? Léenoslas de ahí donde tú las ves, pues nosotros no conocemos más que
las escrituras que hemos heredado de nuestros antepasados. Dinos las leyes de
las que hablas, para que oyéndolas seamos sanados y justificados».
Jesús dijo: «Vosotros
no entendéis las palabras de la Vida, porque estáis en la Muerte. La oscuridad
oscurece vuestros ojos, y vuestros oídos están tapados por la sordera. Pues os
digo que no os aprovecha en absoluto que estudiéis las escrituras muertas si
por vuestras obras negáis a quien os las ha dado. En verdad os digo que Dios y
sus leyes no se encuentran en lo que vosotros hacéis. No se hallan en la
glotonería ni en la borrachera, ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria,
ni en la búsqueda de la riqueza, ni mucho menos en el odio a vuestros enemigos.
Pues todas estas cosas están lejos del verdadero Dios y de sus ángeles. Todas
estas cosas vienen del reino de la oscuridad y del señor de todos los males. Y
todas estas cosas las lleváis en vosotros mismos; y por ello la palabra y el
poder de Dios no entran en vosotros, pues en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu
habitan todo tipo de males y abominaciones. Si deseáis que la palabra y el
poder del Dios Vivo penetren en vosotros, no profanéis vuestro cuerpo ni
vuestro espíritu; pues el cuerpo es el templo del espíritu, y el espíritu es el
tempo de Dios. Purificad, por tanto, el templo, para que el Señor del templo
pueda habitar en él y ocupar un lugar digno de él.»
Jesús enseña a orar
Oración correcta y
oración incorrecta
La esencia de todo lo
que es está en el interior de cada alma. A quien vive conscientemente unido a
Dios, le sirve Su omnipotencia a través de todas las formas de vida (6). La
amonestación proveniente del amor y de la seriedad (8). Respeto a la vida de
las plantas y de los animales (9). La responsabilidad de uno que ha sido sanado
(10)
Hallándose Jesús en una
montaña, para orar, se Le acercaron algunos de Sus discípulos, y uno de ellos
dijo: "Señor, enséñanos a orar”. Y Jesús le dijo: "cuando ores, entra
en tu cámara tranquila y, habiendo cerrado la puerta, ora al Padre, que está
por encima de ti y en ti. Y tu Padre, que también ve lo recóndito, te
responderá abiertamente.
"Pero cuando os
reunáis y oréis juntos, no uséis vacuas repeticiones; pues vuestro Padre
celestial sabe lo que necesitáis antes de que se lo hayáis pedido. Por eso,
deberéis orar así:
"Padre nuestro,
que estás por encima de nosotros y en nosotros, santificado sea Tu nombre.
Venga a todos Tu Reino, en sabiduría, amor y justicia. Hágase Tu voluntad; como
en el Cielo, así en la Tierra. Déjanos participar día a día de Tu pan sagrado y
danos el fruto de la vid viva. Y como Tú nos perdonas nuestras culpas,
perdonemos también nosotros a todos los que lleguen a hacerce culpables para
con nosotros. Vierte Tu bondad sobre nosotros, para que también lo hagamos así
con los demás. En la hora de la tentación, líbranos del mal.
"Pues Tuyos son el
Reino, la fuerza y la gloria, de eternidad a eternidad; ahora y por toda la
eternidad. Amén. (Cap. 19, 1-4)
Yo, Cristo, explico,
rectifico y profundizo la palabra:
Las oraciones palabra
por palabra preestablecidas, que solo son repetidas, tienen poca fuerza, pues
provienen del intelecto y no del corazón. Las palabras pronunciadas sin pensar
no tienen vida. No llegan a Dios en lo más interno del hombre, ya que el hombre
no las ha animado con la vida de Dios. Orar con el intelecto puede desviar aún
más al que ya ha errado el camino por su manera errónea de pensar y vivir.
Quien reza pero no actúa de acuerdo con lo que pronuncia en sus oraciones,
sigue cargando su alma.
Por eso debéis orar con
el corazón. Y si oráis en voz alta, las oraciones deben estar animadas por la
vida interna, que Yo Soy. Por esto lo único importante es orar de corazón, y no
solo pronunciar palabras. De modo que no deberíais repetir al pie de la letra
oraciones preestablecidas. La oración que está aquí escrita tampoco debería
comprenderse ni rezarse al pie de la letra. Cada oración debe ser captada según
su sentido, ya que el lenguaje del corazón es el lenguaje de las sensaciones
del alma. Si las sensaciones del corazón son revestidas con palabras, pero
tomadas por el prójimo al pie de la letra, pierden contenido.
Los Míos que Me sigan
fielmente, encontrarán cada vez más el perfeccionamiento de la vida. Sus
oraciones serán entonces la vida en Mí, es decir, el cumplimiento de la ley eterna.
A quien haya abierto en sí mismo el Reino de Dios, la vida, le habrá alcanzado
también el Reino de Dios y vivirá en adelante la vida que viene de Dios.
"Déjanos
participar día a día de Tu pan sagrado y danos el fruto de la vid viva”. Con
estas palabras se hace referencia a la vida interna, al Espíritu, que también
mantiene -en la sustancia material- el cuerpo material.
El sentido de la frase,
"en la hora de la tentación, líbranos del mal”, es el siguiente: Señor, Tú
nos guías en la tentación, a fin de que encontremos la salida del laberinto del
yo humano, para no seguir estando sujetos al tentador, al mal.
"Y dondequiera que
se encuentren siete reunidos en Mi nombre, Yo estoy en medio de ellos; sí,
aunque sean solamente tres o dos; y si solo uno ora en silencio, Yo estoy con
ese uno.
"Levantad la
piedra, y Me encontraréis. Partid la leña, y allí estaré; pues en el fuego y en
el agua, así como en toda forma de vida, está Dios manifiesto como vida y
sustancia”. (Cap. 19, 5-6)
Yo, Cristo, explico,
rectifico y profundizo la palabra:
¡Respetad, valorad y
honrad la fuerza creadora en todo lo que es! Ved: todo lo que es fuerza y luz,
lo lleva cada hombre en lo más interno de su alma. El cuerpo espiritual del
hombre es la sustancia de todo lo que es, porque Dios, el Padre eterno, ha dado
todo como esencia, como herencia, a cada uno de Sus hijos. En todas las formas
de vida está el Espíritu eterno, y fluye también desde todas las formas de
vida.
Cuando el hombre ha
llegado a ser conscientemente hijo de Dios, la omnipotencia de Dios le sirve a
través de todas las formas de vida; a través de la piedra, la madera, el fuego
y el agua, a través de las flores, las hierbas, las plantas y los animales.
Todos los astros sirven al que vive en Mí, en el Espíritu de la verdad. Cuando
la fuerza creadora puede traspasar a la criatura, porque su alma está llena de
luz y de fuerza, ella vuelve a ser conscientemente el hijo o la hija del
infinito y ha vuelto a retomar la herencia, la fuerza universal.
Cada día terrenal es un
regalo al hombre, para que en él se reconozca y se encuentre. Los reinos de la
naturaleza se ofrecen al hombre. Fuego y agua le sirven, y también los astros
día y noche. ¡Ved cuán rico es el día para cada cual! Es rico todo hombre que
ha desarrollado la riqueza interna. Rico es en verdad aquel que está en
contacto con el Todopoderoso, y que así llega a ser de nuevo la omnipotencia.
Dios es todopoderoso por ser omnipresente, y cada ser puro es la omnipotencia
surgida de El: es divino.
Y el Señor dijo:
"si tu hermano ha pecado de palabra siete veces al día, y siete veces al
día se ha arrepentido, acógelo”. Simón Le preguntó: "¿siete veces al día?”
El Señor respondió
diciéndole: "y te digo que también siete veces siete; pues incluso a los
profetas, después de haber sido ungidos por el Espíritu Santo, se les
encontraron aún palabras de pecado. (Cap. 19, 7-8)
Yo, Cristo, explico,
rectifico y profundizo la palabra:
Toda irritación o
comentario que quieran poner en su sitio al ser humano pero que no fluyan del
fuego del Espíritu Santo, que por tanto no provengan del amor, de la seriedad o
de la fuerza de Dios, no están en el espíritu ni proceden del espíritu, sino
del ser humano, y son pecado.
Por tanto cuidad que
todo lo que digáis fluya del fuego del Espíritu Santo. Y por más serio que sea
lo que digáis y sacuda al hombre, debe ser no obstante pronunciado desde el
amor desinteresado y la seriedad divina. Cualquier otra cosa está contra el
Espíritu Santo. Esto es válido para todos los hombres, aspiren a Dios o no, o
habiendo sido incluso llamados, como por ejemplo los profetas.
Quede dicho además a
vosotros lo siguiente: si un verdadero profeta, que ha sido llamado por Dios y
se ha subordinado a Su voluntad, se ve atormentado e involucrado por sus
semejantes en acontecimientos, hasta el punto de afectar la sustancia de su ser
interno, recibirá de Dios energía adicional. Si en esta situación se irrita por
la no realización, la falta de cumplimiento o los actos contrarios a la ley
divina de parte de su prójimo, que suceden pese a lo que éste sabe, recibirá
esa energía adicional, que en él neutralizará lo que ocurrió por irritarse,
pues eso no provino de una analogía suya, sino que se habían alimentado de él.
"Sed por eso
considerados, bondadosos, compasivos y amables, no solamente con vuestros
semejantes sino también con todas las criaturas a vuestro cuidado; pues para
ellas sois como dioses a los que alzan la vista en sus necesidades. Guardaos de
la ira, porque muchos pecan cuando están airados, arrepintiéndose de ello
cuando su ira ha pasado”. (Cap. 19, 9)
Yo, Cristo, explico,
rectifico y profundizo la palabra:
Un hijo de Dios es la
imagen y semejanza de Dios Padre y es por tanto -en sí- fuerza eternamente
creadora, pues lleva en sí todas las sustancias de la fuerza eterna, que están
en él perfectamente desarrolladas. Por eso animales, plantas y piedras alzan la
mirada hacia la imagen y semejanza de Dios -y desean la unidad con los seres
surgidos de Dios que han madurado- hacia la cual asciende en su desarrollo
espiritual la vida que cada vez ha tomado más forma.
Por tanto, sentid los
lazos de unión con cualquier criatura y con todas las piedras y plantas, y
¡proteged la vida que os ha sido confiada! Flores y hierbas son ofrendas de la
mano de Dios. Por eso, tomadlas para vuestro uso solo cuando su vida externa
empiece a marchitarse. Y esforzaos en dejar las raíces en la tierra. Coged lo
que brota de la raíz, pero solo cuando haya llegado la hora para esta forma de
vida. Y si la extraéis con la raíz, dejadla en un lugar sombreado, de modo que
la vida pueda retirarse poco a poco, para regresar a la sustancia primaria, en
la que todas las fuerzas están unidas. Hacedlo todo en el justo amor y con
comprensión, pues todo vive.
Nunca matéis a un
animal para vuestro uso particular. Ved que la naturaleza, la vida de la
Creación, os provee. Los frutos del campo, de los huertos y de los bosques os
deben bastar. Y nunca piséis vida intencionalmente, ni la de los animales ni la
de las plantas. Quien pisa intencionalmente la vida, está creando causas.
Estará pisando en cierto modo su propia vida, y sufrirá bajo ello.
10. Había un hombre,
con una mano seca, que se acercó a Jesús y dijo: "Señor, yo era albañil y
ganaba mi sustento con mis manos. Te suplico que me devuelvas la salud a fin de
que no haya de pedir limosna vergonzosamente para obtener mi pan”. Y Jesús le
sanó y le dijo: "hay una casa que no ha sido construida con las manos;
procura habitar también tú en ella”. (Cap. 19, 10)
Yo, Cristo, explico,
rectifico y profundizo la palabra:
El hombre cuya mano
estaba enferma con acuerdo a la ley de causa y efecto, recibió de nuevo la vida
en su mano para poder volver a ganar su sustento. Pero Yo le di la siguiente
enseñanza para el camino de su vida: hospédate en la casa que no ha sido
construida por mano humana -en tu interior, pues es el templo de Dios-. Si el
hombre realiza esto, sigue obrando en él la fuerza recibida de Mí. Si no lo
hace, solo le es dado pasajeramente lo que le regalé, la vida en su mano. Quien
a pesar de este don de la vida siga pecando, volverá a recuperar lo que Yo
suspendí, pues en ese caso esto solo se habría aplazado.
¡Dios da! Lo que el
hombre haga con ello, dependerá únicamente del parecer del alma y del hombre.
El hombre recibió la indicación procedente de la ley eterna de no pecar más y
de entrar en el templo de su interior. Con ello dejó de ser ignorante. El que
sabe contrae la responsabilidad de lo que sabe.
LA TERGIVERSACIÓN DE
LOS MANDATOS DE JESÚS
Extraído de Food for a
Future de Jon Wynne Tyson, 1975
Pocos pensadores
negarían hoy en día que el fracaso de la Iglesia para perpetuar una fe viva se
debe en gran parte a su abandono de la cristiandad a favor de la iglesiandad. Y
muchas personas jóvenes en particular considerarían que la principal acusación
contra la enseñanza religiosa ortodoxa es que la teología, el dogma y el ritual
han substituido y eclipsado los sencillos mandatos morales y espirituales de
Jesucristo.
Esto es muy importante
para nuestro tema. La tergiversación más evidente que han hecho las iglesias de
los mandatos de Jesús se ha presentado en el ámbito de la violencia. Así lo
escribió Henry Salt en su enérgico libro Setenta años entre salvajes:
La religión nunca ha
favorecido la causa humanitaria. Su monstruosa doctrina del castigo eterno y la
tortura de los condenados es la base de gran parte de la barbaridad con la que
el hombre ha tratado al hombre; y la profunda división creada por la Iglesia
entre el ser humano, con su alma inmortal, y las «bestias» carentes de alma, ha
sido responsable de una cantidad incalculable de crueldad.
Sin embargo, éste no es
el lugar para discutir la materia con profundidad. Pero incluso la Biblia (y
digo «incluso» porque al seleccionar textos de esa fuente uno puede encontrar
aprobación para prácticamente todo lo bueno o malo que hay bajo el sol)
comienza con esta afirmación de Dios a los hombres: «Yo les entrego, para que
ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles
frutales» (Génesis 1,29). Y más adelante, con más énfasis aún: «Lo único que no
deben comer es la carne son su alma, es decir, con su sangre» (Génesis 9,4).
En El Evangelio Esenio
de la Paz, una traducción directa de los textos arameos originales, el propio
Jesús no escatimó palabras: «Y la carne de los animales muertos en su cuerpo se
convertirá en su propia tumba. Pues en verdad os digo que quien mata se mata a
sí mismo, y quien come la carne de animales muertos come del cuerpo de la
muerte.»
En su libro El
Evangelio de los Doce Santos, el fallecido G. J. Ousley ofrece una traducción
del evangelio original que los miembros de la comunidad esenia protegieron de
la corrupción general. Aquí se encuentra una versión de las enseñanzas de Jesús
que no fue manipulada por los «correctores» designados por las autoridades
eclesiásticas de Nicea. Estos «editores» eliminaron con minucioso cuidado las
enseñanzas que no estaban dispuestos a destacar o a seguir, especialmente todo
lo que pudiera servir como argumento contra el consumo de carne. Por ejemplo,
la historia de la intervención de Jesús en varias ocasiones para evitar el
maltrato de los animales, y también aquella interesante e importante enseñanza
—que sobresale siempre en las escrituras orientales— de la unidad esencial de
toda vida.
En la comunidad donde
vivieron José y María no se mataba un cordero para celebrar la Fiesta de la
Pascua. José y María, sus padres, subían a Jerusalén todos los años a la fiesta
de la Pascua, y «celebraban la fiesta según la costumbre de sus hermanos, que
se abstenían de derramar sangre, de comer carne y de licores».
El texto esenio indica
que Jesús amaba y protegía a los animales y a las aves desde su infancia: «Y él
se dirigió a todos diciéndoles: "Absteneos de la sangre de los
estrangulados, de los cuerpos muertos de las aves y otros animales, y guardaos
de toda acción cruel y de toda injusticia. Pues ¿creéis que la sangre de
pájaros y otros animales puede lavar pecados?"». La comida de Juan el
Bautista eran los frutos del guisante y miel silvestre, y a los discípulos se
les prohibió comer carne: «Comed lo que os pongan delante, pero no toquéis lo
que haya costado vidas, porque esto no es legítimo para vosotros. Y en
cualquier ciudad que entréis y os acojan, comed lo que os pongan delante, que
no haya sido muerto… Y permaneced en esa casa y comed y bebed lo que os sirvan,
que no implique derramamiento de sangre… Sed por eso considerados, bondadosos,
compasivos y amables, no solamente con vuestros semejantes sino también con
todas las criaturas a vuestro cuidado; pues para ellas sois como dioses a los
que alzan la vista en sus necesidades.»
Algo muy interesante es
que en esta traducción no aparece la historia del milagro de los panes y los
peces. En su lugar, hay un relato sobre el milagro del pan, la fruta y un cántaro
de agua: «Y Jesús colocó el pan y la fruta delante de ellos, y también el agua.
Y comieron y bebieron todos hasta que se saciaron. Y se maravillaron; pues cada
uno tuvo suficiente y aun se quedó con sobras, y eran en número de unos cuatro
mil». Y cuando Judas llevó un cordero para matarlo en la Pascua, Jesús lo
reprende: «No derramando sangre inocente, sino mediante una vida honesta
encontraréis la paz de Dios… Benditos sois los que cumplís este mandamiento;
pues Dios es manifiesto en todas las criaturas. Todas las criaturas viven en
Dios, y Dios está oculto en ellas… Aquellos de cada pueblo que no se manchan
con crueldad, que practican la justicia, que aman la misericordia y honran las
obras de Dios, que prestan ayuda a los débiles y oprimidos, ésos son el Israel
de Dios.»
Jesús fue acusado de
hablar contra la ley cuando citó las palabras de Jeremías en contra de las
ofrendas de sangre y los sacrificios, y respondió a quienes lo criticaban: «En
verdad, no hablo contra la Ley [de Moisés], sino contra los que han corrompido
su Ley, que él os permitió a causa de la dureza de vuestros corazones»,
continuando:
Pues Yo solamente tomo
los frutos de los árboles y las semillas de las plantas, y éstos son
transformados por el Espíritu en Mi carne y en Mi sangre. Solamente de esto y
de similares cosas comeréis vosotros, que creéis en Mí y sois Mis discípulos,
pues de esto, en el Espíritu, vienen a los hombres vida, salud y sanación…
Si estos extractos se
aceptan solamente como prueba, confirman por lo menos que la Biblia era
originalmente un documento mucho más completo que el que tenemos actualmente.
Según parece, no existen diferencias entre las enseñanzas de Jesús y la
filosofía del vegetarianismo humanitario, y es ilógico esperar que las hubiera,
pues se sabe que Jesús fue Nazareno, una secta precristiana de judíos sirios
similares a los Esenios cuya obediencia a las leyes de Moisés tomaba
particularmente en cuenta el mandamiento «No matarás». Sus órdenes internas se
abstenían de la carne y el alcohol.
Pero siempre que se
recurre a inspiradores pasajes fuera de su contexto se patina sobre hielo
frágil. Lo que debe influenciar a cualquier estudiante responsable interesado
específicamente en la actitud cristiana hacia la crueldad, no es qué párrafos
de la Biblia se puedan citar ni cuáles sean las interpretaciones de los
sacerdotes, sino el espíritu y el contenido completos de la vida de Jesús hasta
donde nos sea posible juzgarlos de los textos que nos han llegado. Jesucristo
fue claramente un hombre que predicó la no-violencia, sin importar cuáles hayan
sido sus fallas e inconsistencias personales. No sabemos hasta qué punto él
pudo prestarle atención al tema de la violencia del hombre hacia otras
especies, pero quizás estuvo muy ocupado en su corta vida convenciendo a los
seres humanos de los fundamentos de una mejor conducta entre sí mismos. Dos mil
años más tarde, con el arduo trabajo de la teoría terminado desde hace tiempo,
es más fácil ampliar nuestra preocupación, que es quizá precisamente lo que
siempre han esperado Jesús y otros grandes maestros de sus «rebaños». No
tenemos ningún derecho a asumir que las órdenes más bajas de la creación se
encuentran excluidas de su compasión por el hecho de que solo unos cuantos
hayan elaborado unos estatutos específicos para los animales. Cuánto más
extraño sería que se hubiera dado este caso: «Yo os digo que si deseáis
infligir cualquier crueldad o sufrimiento a los animales, podéis hacerlo». De
algún modo suena inverosímil.
Fuente: La Iluminacion Espiritual
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