LA CIENCIA DEL AUTOCONOCIMIENTO O CONSCIENCIA

 


La revelación de lo esencial para entender el conocimiento y el autoconocimiento o consciencia; dualidad de la mente entre lo relativo y lo absoluto.

 

Imagen La ciencia del autoconocimiento o consciencia

LA CIENCIA DE LA CONSCIENCIA

Una ciencia es un medio de adquirir conocimiento válido, conocimiento que puede ser verificado independientemente.

 

Pero, ¿cuál es la definición correcta de conocimiento válido? ¿Es el conocimiento válido meramente porque puede ser verificado independientemente, o hay algún otro patrón más estricto por el que podamos medir la validez de un conocimiento dado?

 

Como hemos visto, hay dos formas de conocimiento válido: el conocimiento que es relativamente válido y el conocimiento que es absolutamente válido. Por consiguiente, hay también dos formas de ciencia, ciencia relativa y ciencia absoluta. Excepto la ciencia espiritual, que es la ciencia del autoconocimiento verdadero o consciencia, todas las formas de ciencia son ciencias relativas, debido a que el conocimiento que buscan adquirir es solo relativamente válido.

 

Desde el punto de vista relativo de nuestra vida como un individuo en este mundo material, el conocimiento buscado y adquirido por las distintas ramas de la ciencia objetiva puede ser válido y útil, pero tal conocimiento no es absolutamente verdadero. No es válido y verdadero bajo todas las circunstancias y en todas las condiciones o estados. Las leyes de la ciencia que experimentamos como verdaderas en este estado de vigilia pueden ser experimentadas como no-verdaderas en el sueño con sueños. En el sueño con sueños, por ejemplo, a veces somos capaces de desafiar la ley de la gravedad volando. La ley de la gravedad, que es innegablemente válida de acuerdo a nuestra experiencia en este estado de vigilia, no es siempre igualmente válida en el sueño con sueños.

 

Todo el supuesto conocimiento científico, aunque es válido de acuerdo a la experiencia en este estado de vigilia, no es válido de acuerdo a la experiencia en el sueño profundo. De hecho, la experiencia en el sueño profundo pone en cuestión la validez de todo nuestro conocimiento y experiencia en este estado de vigilia. Aunque cada uno de nosotros podamos ser capaces de verificar independientemente la validez del conocimiento científico en este estado de vigilia, en el sueño profundo ninguno de nosotros puede verificar ni siquiera la existencia de este mundo.

 

En este estado de vigilia asumimos que este mundo existía mientras estábamos dormidos profundamente, pero no tenemos ningún medio por el que podamos verificar independientemente la validez de esta asumición. Para verificarla, debemos depender del testimonio de otras gentes que afirman haber estado despiertas mientras estábamos dormidos, pero esas otras gentes son parte del mundo cuya existencia deseamos verificar, de modo que ellos no pueden ser testigos independientes.

 

Algunos filósofos creen que aunque mucho de nuestro conocimiento concerniente a este mundo es relativo, nuestro conocimiento de las leyes de las matemáticas es absoluto. Ellos creen que puesto que dos más dos son cuatro bajo todas las circunstancias y en todas las condiciones, ello debe ser una verdad absoluta. Sin embargo, su asumición de que ello es verdadero bajo todas las circunstancias y en todas las condiciones es incorrecta, debido a que depende de la condición obvia de la existencia de dos. En el sueño profundo no experimentamos la existencia de dos, de modo que ninguna de las leyes de las matemáticas es válida en ese estado. Las matemáticas son una ciencia de dualidad y multiplicidad, y como tal es inherentemente relativa. Es relativa principalmente para la mente y su poder de imaginación, debido a que solo cuando la mente imagina la existencia de más de uno, vienen a la existencia las leyes de las matemáticas.

 

Todo nuestro conocimiento de dualidad es relativo, y por lo tanto aunque pueda ser relativamente válido, no es absolutamente válido. El único conocimiento que podemos considerar como absolutamente válido y verdadero es un conocimiento que es perfectamente no-dual —es decir, un conocimiento que se conoce solo a sí mismo y que es conocido solo por sí mismo.

 

Un conocimiento que es conocido por una consciencia otra que sí misma, implica necesariamente dualidad, distinción y relatividad. Por lo tanto, la única ciencia que podría ser absolutamente verdadera y válida es la ciencia de la consciencia, o más precisamente, la ciencia de la autoconsciencia.

 

¿Qué es consciencia?

 

Es el poder de conocer, o poder para conocer. O para ser más preciso, es el poder dentro de nosotros que conoce. Sin embargo, puesto que eso que conoce es solo nosotros, la consciencia no es algo otro que nosotros, sino nuestro ser o esencia mismo.

 

De todas las cosas que conocemos, la primera es nuestro ser, que conocemos siempre como «yo soy». Todo nuestro otro conocimiento viene y se va, pero este conocimiento primero y más básico, «yo soy», no viene ni se va, sino que es experimentado por nosotros constantemente, en todos los tiempos y en todos los estados. Así pues, nuestra naturaleza misma como consciencia es conocernos. La consciencia es siempre autoconsciente, y no puede sino ser consciente de sí misma —es decir, de su propio ser o «soy»-dad esencial.

 

La forma original y primaria de la consciencia es por lo tanto la autoconsciencia «yo soy». Tanto si la consciencia conoce alguna otra cosa como si no, ella siempre se conoce a sí misma. En cada conocimiento que experimenta, su conocimiento básico «yo soy» está presente.

 

Es decir, la consciencia experimenta todo su conocimiento de alguna otra cosa que sí misma como «yo soy [estoy] conociendo esto». Mientras se conoce a sí misma solo como «yo soy», conoce otras cosas como «estoy conociendo esto». Sin embargo, aunque siempre se conoce a sí misma como «yo soy», cuando conoce otras cosas en adición a sí misma, ella parece ignorar o pasar por alto su propio conocimiento básico «yo soy», y en lugar de ello da prominencia a lo que quiera que está conociendo.

 

Aunque la consciencia a veces parece estar conociendo otras cosas que a sí misma, su conocimiento de esas otras cosas es solo temporal, y, por consiguiente, ese conocimiento de otredad no es una parte esencial de su ser. En el sueño profundo sabemos que somos, pero no sabemos nada más, de modo que nuestro conocimiento de otredad es extraño a la consciencia esencial de nuestro ser.

 

Puesto que la consciencia de ser es permanente, mientras la consciencia de otredad es temporal, hay una clara distinción entre estas dos formas de consciencia. La primera es la consciencia esencial, mientras la segunda es un mero adjunto que está temporalmente sobreimpuesto en ella. Este adjunto temporal —que surge de la consciencia esencial no-dual de ser como una consciencia dualista de otredad, y que con ello parece estar sobreimpuesta en e íntimamente mezclada con la consciencia esencial —es la forma de consciencia limitada y relativa que llamamos nuestra «mente».

 

Para conocer otras cosas que a sí misma, la mente debe limitarse. Pero, ¿cómo puede la consciencia limitarse a sí misma? Solo eso que tiene una extensión definible o mensurable es limitado. Puesto que la consciencia no tiene fronteras, no tiene tal extensión definible, de modo que es ilimitada.

 

Una limitación de cualquier tipo requiere una o más dimensiones dentro de las que puedan establecerse fronteras definidas. Pero la consciencia no está confinada dentro de ninguna dimensión, y por lo tanto no tiene ninguna frontera que pueda limitarla de ninguna manera. Puesto que todas las dimensiones, fronteras, límites y extensiones son conceptos o pensamientos que son conocidos solo por la mente después de que ha surgido para conocer la otredad, están contenidos solo dentro de la mente y no tienen ninguna existencia independiente de ella. ¿Cómo entonces la mente se confina a sí misma dentro de cualquier límite?

 

La mente se limita a sí misma imaginándose ser uno de los objetos que ella conoce. Es decir, primero se imagina ser una forma, y solo después conoce las formas de otras cosas. Una forma es algo que está contenido dentro de límites, y que por lo tanto tiene una extensión definible en una o más dimensiones. Cada cosa finita tiene una forma de un tipo u otro, debido a que sin una forma una cosa no tendría límites y sería por lo tanto infinita. Todo lo que conocemos como otro que nosotros es una forma. Nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, percepciones y todas las otras cosas que son conocidas por la mente son formas, excepto, por supuesto, la consciencia esencial de ser, que es sin-forma y por lo tanto infinita.

 

La forma que la mente imagina ser ella misma es el cuerpo físico, a través de cuyos cinco sentidos ella percibe un mundo de objetos y otros cuerpos. La mente no puede funcionar o conocer algo otro que su propio ser sin imaginarse primero ser la forma de un cuerpo físico. La identificación con el cuerpo físico es tan fuerte que imaginamos que incluso los propios pensamientos acontecen solo dentro de él. Es decir, experimentamos las formas más groseras de los pensamientos, tales como percepciones, concepciones, imaginaciones visualizadas y pensamientos verbalizados, como si estuviesen aconteciendo todos en alguna parte dentro de la cabeza, y experimentamos las formas más sutiles de los pensamientos, tales como sentimientos y emociones, como si estuviesen aconteciendo en alguna parte dentro del pecho.

 

Cualquier cuerpo que en este momento imaginemos ser, ya sea el cuerpo presente en este estado de vigilia o algún otro cuerpo en uno de nuestros sueños, siempre imaginamos que toda la actividad mental está aconteciendo dentro de él, y que el mundo que percibimos a través de sus cinco sentidos, existe fuera de él. En el sueño con sueños, nos tomamos erróneamente por algún otro cuerpo, pero seguimos sintiendo que toda nuestra actividad mental está aconteciendo dentro de ese cuerpo, y que el mundo que percibimos a través de sus cinco sentidos existe fuera de él.

 

Sin embargo, aunque experimentamos los pensamientos como si estuvieran aconteciendo dentro del cuerpo que en este momento tomamos erróneamente por nosotros, seguimos sintiéndolos ser otros que nosotros. Habiendo limitado la consciencia al tomarnos erróneamente por este cuerpo finito, experimentamos todo lo demás que conocemos como si fuera otro que nosotros. Por nuestro acto mismo de limitarnos dentro de los confines de una forma particular, somos capaces de conocer todas las demás formas como aparte de nosotros.

 

De hecho, sin embargo, nuestro cuerpo, pensamientos y todos los otros objetos que conocemos, son solo imágenes que aparecen y desaparecen en la consciencia, y, por consiguiente, no tienen ninguna realidad sustancial otra que la consciencia. Es decir, todas las formas que conocemos son solo modificaciones que acontecen en la consciencia, como las olas en la superficie del océano. Lo mismo que el agua del océano es la única sustancia de la que están formadas todas las olas, así también la consciencia es la única sustancia de la que están formadas todas las cosas conocidas por nosotros.

 

Debido a que nos tomamos erróneamente por este cuerpo, imaginamos que tanto los pensamientos que parecen acontecer dentro de él como los objetos que parecen existir fuera de él, son todos otro que nosotros. Sin embargo, aunque para nosotros es absurdo imaginar que cualquiera de estas cosas, todas las cuales las conocemos solo dentro de la mente, son efectivamente otras que nosotros, esto es menos absurdo que la imaginación confusa que tenemos concerniente a este cuerpo, que tomamos erróneamente por nosotros. Aunque experimentamos este cuerpo como si fuera nosotros, y como si estuviéramos limitados dentro de los límites de su forma, sin embargo lo experimentamos como un objeto. Hablamos de mis brazos, mis manos, mis piernas, mi cabeza e incluso mi cuerpo, como si éstos fueran nuestras posesiones, pero al mismo tiempo los tomamos erróneamente por nosotros.

 

El conocimiento sobre nuestra identidad exacta es confuso y sin claridad debido a que, aunque tomamos erróneamente la forma de este cuerpo por nosotros, seguimos sabiendo que somos consciencia. Puesto que este cuerpo y la mente, que erróneamente se toma por «yo», son efectivamente experimentados por nosotros como dos cosas diferentes, no estamos seguros de cuál es realmente nosotros. Cuando decimos «mi cuerpo», estamos identificándonos con la mente, que conoce este cuerpo como un objeto. Pero a veces también decimos «mi mente», como si la mente fuese algo distinto de nosotros.

 

Debido a que sabemos que somos consciencia, que es de hecho infinita, pero al mismo tiempo nos imaginamos ser un cuerpo, que es finito, estamos perpetuamente confusos sobre nuestra identidad verdadera. Sin embargo, como resultado de esta confusión, nos sentimos como algo limitado, y, por consiguiente, somos capaces de conocer cosas como otro que nosotros.

 

La mente no es en realidad nada más que la consciencia esencial «yo soy», que es sin forma y por lo tanto infinita, indivisa y no-dual. Por consiguiente, puesto que es infinita, verdaderamente no hay nada más que ella para ser conocido. Sin embargo, al imaginarse ser una forma finita, es capaz de conocer otras formas como si fueran verdaderamente aparte de sí misma.

 

Por lo tanto, la mente es capaz de conocer otras cosas que sí misma solo engañándose para experimentarse como algo que ella no es —algo que es efectivamente solo un producto de su propia imaginación poderosa y autoengañosa. Nada de lo que experimentamos en un sueño es efectivamente otro que nosotros, pero al imaginarnos ser una de las formas imaginarias que experimentamos en ese sueño, experimentamos todas las demás formas en ese sueño como si fueran otras que nosotros.

 

Toda la dualidad o multiplicidad que la mente parece experimentar, es por lo tanto solo un producto de su poder de imaginación autoengañoso, y ella experimenta todos los múltiples productos de su imaginación solo imaginando que ella es uno entre ellos. Por lo tanto, aunque la mente es real como la consciencia de ser esencial y no-dual, como una consciencia que conoce otredad, es meramente una ficción de su propia imaginación, y por lo tanto es irreal.

 

Usamos el término «mente» para referirnos a la consciencia solo cuando ella parece conocer otredad. Cuando deja de conocer toda otredad, deja de ser una entidad finita separada, y por lo tanto permanece como la consciencia infinita «yo soy», que ella es siempre en realidad. Como nuestra verdadera consciencia infinita, ella se conoce solo a sí misma, pero como nuestra «mente», ella se imagina que conoce otras cosas y de ese modo es engañada.

 

Como la mente, no podemos obtener nunca el autoconocimiento verdadero, debido a que como ella, solo podemos conocer la consciencia «yo soy» mezclada con el conocimiento de otredad imaginario. Es decir, como la mente, el poder de atención, que es otro nombre para el poder de conocer o consciencia, está dirigido constantemente hacia otras cosas, y con ello es desviado de nosotros —de nuestro ser esencial, «yo soy».

 

Por lo tanto, si queremos obtener conocimiento verdadero, no podemos hacerlo a través de la mente. Debemos retirar nuestro poder de atención, que hasta ahora hemos estado dirigiendo constantemente hacia fuera, a través de la mente, sus cinco sentidos y todos sus pensamientos, y volverlo hacia sí mismo, hacia la consciencia real «yo soy».

 

Sin embargo, cuando lo hagamos, probablemente encontremos que inicialmente somos incapaces de focalizar la atención total y exclusivamente en la consciencia de ser extremadamente sutil, «yo soy», porque nuestro poder de atención ha devenido grosero y tosco debido al hábito constante de prestar atención solo a los pensamientos. Solo tratando repetidamente de focalizar la atención total y exclusivamente en la consciencia esencial «yo soy», obtendremos gradualmente la pericia requerida para hacerlo.

 

Solo la práctica puede dar pericia

 

Por la práctica repetida y persistente de volver la atención hacia sí misma para descubrir qué es realmente esta consciencia «yo soy», refinaremos gradualmente nuestro poder de atención, haciéndolo más sutil, claro y penetrante, y así obtendremos una claridad de conocimiento firmemente creciente de la naturaleza real infinita y no-dual de la consciencia «yo soy». Finalmente, cuando nuestro poder de atención haya sido perfectamente refinado o purificado —es decir, cuando haya devenido liberado de su fuerte apego presente a prestar atención solo a pensamientos y objetos— seremos capaces de conocer con perfecta claridad la consciencia esencial «yo soy» como es realmente, exenta incluso de la más mínima sobreimposición de limitación o identificación alguna con ninguna otra cosa.

 

Esta práctica empírica de autoatención, autoescrutinio, autoexamen o autoinvestigación, es el método experimental de la ciencia de la consciencia. El único medio práctico por el que podemos descubrir la verdadera naturaleza de la consciencia, es volviendo la atención hacia ella. Puesto que la consciencia no puede ser conocida como un objeto sino solo como nuestro sí mismo conocedor, la investigación científica sobre la consciencia debe consistir por lo tanto en el escrutinio de nuestra consciencia con un poder de atención agudo, focalizado y uni-dirigido. Excepto por tal autoatención o autoescrutinio, no podemos obtener nunca conocimiento o experiencia directa de la consciencia real «yo soy» como es realmente, exenta de cualquier sobreimposición o limitación imaginaria.

 

La consciencia «yo soy» no es alguna cosa desconocida que vayamos a descubrir, debido a que incluso ahora, todos sabemos claramente «yo soy». Sin embargo, aunque sabemos «yo soy», no lo conocemos como es realmente. Lo conocemos en una forma limitada y distorsionada debido a los adjuntos falsos que sobreimponemos en él por nuestro poder de imaginación. Lo conocemos erróneamente como «yo soy este cuerpo, soy una persona llamada fulano, estoy sentado aquí, estoy leyendo este libro, estoy pensando sobre las ideas discutidas en él» y así sucesivamente.

 

Todos estos adjuntos que estamos sobreimponiendo constantemente en la consciencia «yo soy», nos impiden conocerla como es realmente. Por lo tanto, para conocerla como es, debemos mirar más allá de todos estos adjuntos a la única consciencia básica que subyace a todos ellos. Cuando escudriñemos la consciencia básica «yo soy» con un poder de atención agudo y penetrante, todos estos adjuntos falsos se disolverán o desaparecerán de ella, y así la conoceremos como es realmente.

 

Aunque hablamos de la consciencia real «yo soy» y de la consciencia irreal «yo soy este cuerpo», éstas no son de hecho dos consciencias diferentes, sino que son simplemente dos formas de la misma consciencia, la única consciencia que existe. La verdadera forma de la consciencia es solo la pura consciencia no-dual de nuestro ser, «yo soy». La mente, la consciencia mezclada o impura «yo soy este cuerpo», por la que toda dualidad es conocida, es meramente una forma falsa, distorsionada e ilusoria de nuestra única consciencia real «yo soy».

 

Cuando se conoce solo a sí misma, nuestra única consciencia real brilla como ella es, exenta de todos los adjuntos falsos, pero cuando por su poder de imaginación, conoce aparentemente otras cosas que a sí misma, esta misma única consciencia real, aparece como la mente. Esta única consciencia real «yo soy» es nuestro sí mismo verdadero. Por lo tanto, cuando permanecemos como somos realmente, conociéndonos solo a nosotros, somos la consciencia real no-dual «yo soy», pero cuando retiramos la consciencia o poder de atención de nosotros y lo llevamos hacia el mundo de pensamientos imaginario, devenimos aparentemente esta mente.

 

Así pues, en realidad la mente no es nada más que la consciencia real no-dual «yo soy», lo mismo que la serpiente que es sobreimpuesta por nuestra imaginación en una cuerda, en realidad no es nada más que esa cuerda. Su existencia aparentemente separada y limitada como «mente» es solamente una ilusión causada por nuestra falta de autoconocimiento claro, lo mismo que la serpiente es meramente una ilusión causada por la falta de la clara luz del día. Una vez que iluminemos con una luz clara la cuerda y que con ella la veamos inconfundiblemente como lo que es, en adelante nunca la tomaremos erróneamente por una serpiente. Similarmente, una vez que iluminemos con la luz clara de la atención agudamente focalizada en la consciencia «yo soy» y que con ella la conozcamos inconfundiblemente como es, en adelante nunca la tomaremos erróneamente por lo que no es —ninguno de los adjuntos extraños por los que la definíamos anteriormente.

 

Por tanto, puesto que la mente no es nada más que la consciencia real no-dual «yo soy», todo lo que se necesita hacer para conocer esa consciencia es volver su atención sobre sí misma, retirada de todas las otras cosas. Sin embargo, cuando se hace eso, ella deja de ser la consciencia individual limitada que llamamos «mente», y en lugar de ello deviene la consciencia real ilimitada «yo soy», que es en realidad lo que ella siempre ha sido y siempre será. Por lo tanto, eso que conoce la consciencia real «yo soy» no es la mente sino solo esa consciencia misma.

 

En años recientes ha surgido un interés renovado en la consciencia entre un grupo todavía pequeño de científicos y filósofos académicos. La «ciencia de la consciencia», como es conocida a veces, es ahora una rama reconocida aunque menor de la ciencia moderna. Sin embargo, se alude a ella más comúnmente como «estudios de la consciencia», debido a que se considera como un campo de estudio interdisciplinar que incluye contribuciones hechas por la filosofía, la psicología, la neurociencia y otras disciplinas afines.

 

Aunque estos «estudios de la consciencia» modernos se describen a sí mismos a veces como la «ciencia de la consciencia», o al menos dicen que son un intento de moverse hacia una «ciencia de la consciencia», ellos no deben ser confundidos con la verdadera ciencia de la consciencia que estamos discutiendo aquí, debido a que su comprensión sobre la consciencia y sus métodos de investigación son fundamentalmente diferentes de la clara comprensión y el método simple de investigación enseñado por Sri Ramana y otros sabios. La diferencia radical entre estas dos metodologías está en el hecho de que estos «estudios de la consciencia» tratan de estudiar la consciencia objetivamente, como si fuera un fenómeno objetivo, mientras que los sabios nos enseñan que la consciencia no puede devenir nunca un objeto de conocimiento, sino que solo puede ser conocida verdaderamente como la realidad esencial que subyace a la mente, que es el sujeto que conoce todos los objetos.

 

En conformidad con la demanda fundamental hecha por todas las ciencias modernas objetivas, a saber, que los científicos deben buscar adquirir «conocimiento objetivo» (conocimiento que puede ser demostrado y verificado objetivamente) sobre cualquier campo de estudio en el que ellos emprendan la investigación, los «estudios de la consciencia» modernos tratan de emprender una aproximación objetiva al estudio de la consciencia. Por lo tanto, puesto que en la visión limitada de la mente, sujeta al cuerpo, la consciencia parece estar centrada en el cerebro, los «estudios de la consciencia» ponen gran peso sobre los esfuerzos de la ciencia moderna por comprender la relación entre la actividad electroquímica en el cerebro y la consciencia, que ellos imaginan que resulta de tal actividad. Además, puesto que tomamos generalmente la consciencia como consciencia de algo, los «estudios de la consciencia» están también muy interesados en comprender la cognición y la experiencia subjetiva del estímulo sensorial que parecemos recibir del mundo externo.

 

En otras palabras, la asumición básica hecha por los filósofos y los científicos que están involucrados en estos «estudios de la consciencia» modernos, es que podemos comprender la consciencia intentando estudiarla como un fenómeno objetivo. Sin embargo, todo lo que es conocido como un fenómeno objetivo, es meramente un objeto de la consciencia, y no es la consciencia misma. Puesto que la consciencia es el sujeto que conoce todos los fenómenos objetivos, ella no puede devenir nunca un objeto de conocimiento.

 

La consciencia puede ser conocida o experimentada directamente solo por sí misma, y no por ninguna otra cosa. Por lo tanto, si tratamos de estudiar la consciencia como un fenómeno objetivo, solo lograremos estudiar algo que no es la consciencia misma, sino meramente un efecto aparente de la consciencia. Si deseamos verdaderamente estudiar la consciencia y comprender qué es realmente, debemos estudiarla dentro, como nosotros, debido a que somos consciencia, y todo lo demás no lo es sino solo un objeto conocido por nosotros.

 

Mientras experimentemos cualquier forma de conocimiento dualista, es decir, cualquier conocimiento que implique una distinción entre sujeto y objeto, la consciencia será siempre el sujeto conocedor y nunca un objeto conocido. Por lo tanto, desde tiempos inmemoriales, uno de los principios fundamentales del vedanta advaita ha sido siempre que, para conocer la consciencia como ella es realmente, debemos distinguir eso que conoce de eso que es conocido.

 

Este proceso, que en sánscrito es conocido a menudo como drik drisya viveka o «discriminación entre el veedor y lo visto», es un pre-requisito fundamental para que seamos capaces de practicar autoinvestigación efectiva. Hasta que no comprendamos esta distinción básica entre la consciencia e incluso el objeto más sutil conocido por ella, no seremos capaces de focalizar la atención total y exclusivamente en la consciencia esencial, y así no seremos capaces de experimentarla como es realmente —es decir, como la consciencia pura e inadulterada de nuestro ser, que es exenta incluso del menor rastro de dualidad u otredad.

 

A no ser que los científicos modernos estén dispuestos a aceptar este principio fundamental pero muy simple, todos sus esfuerzos para comprender la consciencia estarán desencaminados. Todos los científicos que imaginen que pueden comprender la consciencia estudiando el cerebro físico, su actividad electroquímica o su función cognitiva, no alcanzan a comprender que todas estas cosas son meramente objetos que son conocidos por la consciencia como otros que sí misma.

 

El cuerpo, su cerebro, los muchos procesos bioquímicos y electroquímicos que acontecen dentro de él, y el funcionamiento de su proceso cognitivo, son todos pensamientos o imágenes mentales que surgen en la mente debido al poder de imaginación, como también lo es la ilusión de que la consciencia está centrada en el cerebro. En la experiencia efectiva de cada uno de nosotros, la consciencia está siempre presente y es claramente conocida por nosotros como «yo soy», incluso cuando no somos conscientes de nuestro cuerpo presente o de cualquier otro cuerpo; y aunque el surgimiento y el funcionamiento de la mente es solo un fenómeno temporal, ningún otro fenómeno tal como un cuerpo o cerebro puede aparecer nunca a menos que la mente surja para conocerlo. Por lo tanto, puesto que experimentamos la mente siempre que experimentamos el cuerpo físico o cualquier otra cosa en este mundo material, no tenemos ninguna razón válida para creer y ni siquiera para suponer que la existencia de este mundo preceda a la existencia de la mente, o que la mente es un fenómeno que surge debido al funcionamiento del cerebro.

 

Puesto que experimentamos la mente incluso cuando no experimentamos cuerpo presente, como en el sueño con sueños, e incluso cuando no tenemos ninguna idea sobre el cerebro en este cuerpo, la mente es algo que es claramente distinto tanto del cuerpo como del cerebro. Además, puesto que experimentamos la consciencia incluso cuando no experimentamos la mente, el cuerpo presente o cualquier otro cuerpo, como en el sueño profundo, la consciencia es algo claramente distinto tanto de la mente como del cuerpo, y consecuentemente del cerebro en este cuerpo.

 

Puesto que todo lo que sabemos sobre el cerebro es solo una colección de pensamientos que surgen en la mente, no podemos descubrir nunca la naturaleza verdadera de la mente ni de la consciencia básica que le subyace estudiando el funcionamiento del cerebro. De hecho, al pensar de alguna manera sobre el cerebro o cualquier otro fenómeno subjetivo semejante, solo estamos desviando la atención de nosotros —es decir, de la consciencia que buscamos conocer.

 

Incluso si no supiéramos nada del cerebro, seguiríamos sabiendo «yo soy», de modo que si deseamos conocer efectivamente la naturaleza verdadera de esta consciencia básica que experimentamos como «yo soy», no necesitamos tratar de conocer nada sobre el cerebro. Todo lo que necesitamos hacer es retirar la atención de todo lo que es conocido por nosotros como otro que la consciencia esencial, y focalizarla en lugar de ello solo en la consciencia que conoce todas esas otras cosas.

 

Sin embargo, cuando volvamos efectivamente la atención hacia nosotros, lo que ahora sentimos como una consciencia que conoce otras cosas que nosotros, descubriremos que nuestro sí mismo real o consciencia esencial, no es de hecho una consciencia que conoce alguna otra cosa, sino solo la pura consciencia de ser, que no conoce nada otro que a sí misma. Esta pura consciencia no-dual de ser, es la consciencia real y fundamental que subyace a y soporta la apariencia ilusoria de la mente, que es la consciencia que conoce la otredad, de la misma manera que una cuerda es la realidad que subyace a y soporta la apariencia ilusoria de una serpiente.

 

Aunque como la forma conocedora de objetos, en la que experimentamos ahora la consciencia, no es su forma verdadera, no obstante, debemos investigarla con minuciosidad para descubrir la consciencia verdadera que la subyace. Lo mismo que para ver la cuerda como es realmente, debemos mirar con mucho cuidado a la serpiente que parece ser, así también, para conocer la consciencia verdadera como es realmente, debemos inspeccionar con mucho cuidado la consciencia que conoce objetos que parece ser ahora.

 

Si en lugar de mirar con cuidado a la serpiente aparente, miráramos, por cuidadosamente que fuera, a cualquier otra cosa, no seríamos capaces de ver la cuerda como es realmente. Del mismo modo, si en lugar de inspeccionar cuidadosamente la consciencia presente, que ahora parece conocer otras cosas que a sí misma, investigamos cualquiera de esas otras cosas que ella parece conocer, no seremos capaces de experimentar y conocer la consciencia verdadera como es realmente.

 

Como hemos visto, toda ciencia es un intento hecho por la mente para adquirir conocimiento que sea verdadero y válido. Por lo tanto, la investigación más importante que cualquier científico puede emprender, es probar la verdad y validez de su propia mente, puesto que ella es la consciencia por la que él conoce todas las demás cosas.

 

Si no somos capaces de verificar la realidad de la consciencia que conoce, que es lo que llamamos nuestra «mente», nunca seremos capaces de verificar la realidad de ninguna otra cosa, debido a que todas esas otras cosas son conocidas solo por la mente. Por lo tanto, antes de considerar emprender cualquier otra investigación, todo científico verdadero debería emprender primero la investigación de su propia consciencia.

 

Si no conocemos el color de las lentes que llevamos, seremos incapaces de juzgar correctamente el de cualquiera de los objetos que veamos. Del mismo modo, si no conocemos la realidad de la mente, que es el medio a cuyo través conocemos todas las demás cosas, seremos incapaces de juzgar correctamente la realidad de ninguna de las que ahora parecemos conocer.

 

Como hemos estado observando a lo largo de todo este libro, la mente o consciencia que conoce es una forma de consciencia confusa e infiable. Como una consciencia finita que conoce objetos, la mente funciona básicamente como un poder de imaginación. Excepto la consciencia fundamental de nuestro ser, «yo soy», todo lo que conocemos a través del medio de la mente, es un producto de nuestro poder de imaginación. Incluso si elegimos creer que el mundo que parecemos percibir a través de los cinco sentidos es verdaderamente algo que existe fuera de nosotros, y, que por lo tanto, está separado de nosotros, una creencia que de hecho es enteramente infundada, no podemos negar el hecho de que este mundo, como lo experimentamos en la mente, no es nada sino una serie de pensamientos o imágenes mentales que hemos formado por nuestro poder de imaginación.

 

Además, si se analiza cuidadosamente, no solo encontramos que todas las cosas que conocemos a través del medio de la mente son meros productos de la imaginación, sino que también encontramos que la mente misma es meramente un producto de la imaginación. La mente no existe en el sueño profundo, pero surge como una imagen en la consciencia tan pronto como comenzamos a experimentar un estado de vigilia o de sueño con sueños. Cuando surge así, experimentamos la mente como si ella fuera nosotros. Es decir, a través de nuestro poder de imaginación parecemos devenir la mente, que es una consciencia que conoce, es decir, una consciencia que parece conocer otras cosas que a sí misma.

 

Puesto que la mente no es solo un fenómeno transitorio sino también una mera ficción de la imaginación, todo lo que podamos conocer a través de ella, también lo es. Por lo tanto, cualquier conocimiento que podamos adquirir mediante la investigación sobre algo conocido por la mente es imaginario, y no es más real que cualquier conocimiento que podamos adquirir mediante la investigación sobre algo que experimentamos en un sueño. Por consiguiente, aunque el conocimiento que adquirimos mediante la investigación objetiva en nuestro estado de vigilia presente, puede parecer ser completamente válido y verdadero mientras experimentamos este estado de vigilia, de hecho no es nada sino una ficción de nuestra imaginación, y por lo tanto no puede ayudarnos a conocer y experimentar la realidad absoluta que subyace a y trasciende toda imaginación.

 

Para experimentar esa realidad absoluta, debemos penetrar debajo de la mente y de todas sus creaciones imaginarias buscando conocer la consciencia verdadera que le subyace. Puesto que somos la consciencia en la que la mente y todas sus imaginaciones aparecen y desaparecen, somos eso que le subyace y por lo tanto la trasciende. Por consiguiente, para penetrar debajo de la mente, debemos conocernos —nuestro sí mismo real o consciencia esencial, que experimentamos siempre como «yo soy»— y solo podemos hacerlo focalizando la atención total y exclusivamente en nosotros, retirándola con ello de todos los productos de nuestra imaginación.

 

Solo cuando conozcamos así la consciencia esencial «yo soy», que es la realidad absoluta que subyace a la apariencia transitoria de la mente, seremos capaces de juzgar correctamente la realidad de todas las otras cosas que conocemos. Hasta entonces, no debemos gastar el tiempo haciendo investigación sobre ninguna otra cosa, sino que debemos concentrar todos los esfuerzos en hacer investigación sobre la consciencia esencial, tratando de centrar persistentemente la atención entera en ella.

 

Una objeción que filósofos y científicos plantean a menudo sobre esta verdadera ciencia de la consciencia, es que sus descubrimientos no pueden ser demostrados objetivamente, y por lo tanto no pueden ser verificados independientemente. Sin embargo, mientras es verdadero que no podemos demostrar nunca la absoluta realidad de la consciencia objetivamente, no lo es decir que no puede ser verificada independientemente. Puesto que la consciencia es la experiencia básica y esencial de cada uno de nosotros, podemos verificar, cada uno independientemente, su realidad por nosotros.

 

La razón real por la que la mayoría de las gentes, incluyendo muchos filósofos y científicos e incluso gentes con mentes excepcionalmente brillantes, tienden a desviarse de esta ciencia de la consciencia o autoconocimiento verdadero, y también en la mayoría de los casos de toda la filosofía simple y racional que la subyace, es que están muy fuertemente apegados a su propia individualidad, y a todas las cosas que gozan experimentando a través de sus mentes. A diferencia de otras filosofías y ciencias, que nos permiten retener el sí mismo individual y todos los intereses, deseos, apegos, preferencias y aversiones personales, esta filosofía y ciencia requiere que abandonemos todo, incluyendo la mente o sí mismo individual.

 

Hasta que y a no ser que estemos dispuestos a entregar nuestro sí mismo individual y todo lo que viene con él, seremos incapaces de conocer y permanecer como la consciencia infinita y no-dual, que es nuestro sí mismo real. No podemos comer nuestro pastel y seguir teniéndolo. Tenemos que elegir entre mantenerlo intacto o comerlo. De la misma manera, tenemos que elegir entre retener la mente o consciencia individual y todo lo que experimenta, o aniquilarla, entregándola al fuego omniconsumiente del autoconocimiento verdadero.

 

En el caso de un pastel, al menos tenemos una tercera opción, que es comer una parte y mantener el resto intacto, pero en del autoconocimiento no tenemos ninguna tal opción intermedia. Debemos elegir entre imaginarnos como esta consciencia finita que llamamos «mente», o experimentarnos como la consciencia infinita que somos realmente.

 

Algunos filósofos están fascinados por la profundidad y poder de esta simple filosofía de la no-dualidad absoluta, pero sin embargo no están dispuestos a hacer el sacrificio personal que se requiere para experimentar la realidad no-dual que ella expone, y por lo tanto gozan dando conferencias y escribiendo libros sobre ella, pero evitan practicar efectivamente la autoinvestigación verdadera, que es el medio empírico por el que el verdadero autoconocimiento no-dual es obtenido. Tales filósofos son como una persona que goza mirando un pastel y leyendo sobre cuán sabroso y rico está, pero que nunca se aventura a saborearlo él mismo.

 

Su no puesta en práctica de lo que piensan que han comprendido, indica claramente que no han comprendido verdaderamente la filosofía que buscan explicar a otros. Si hemos comprendido realmente esta filosofía, ciertamente trataremos por todos los medios de ponerla en práctica, debido a que comprenderemos que tal práctica es el único medio por el que podemos obtener felicidad verdadera y perdurable.

 

Cada uno de nosotros puede verificar independientemente la realidad absoluta de la consciencia esencial «yo soy», pero para hacerlo, debemos pagar el precio necesario, lo que desafortunadamente la mayoría todavía no estamos dispuestos a hacer. La razón de ello, es que estamos muy fuertemente apegados a la individualidad, y por lo tanto no estamos dispuestos a entregarla, ni siquiera a cambio de la felicidad perfecta del autoconocimiento verdadero.

 

Sin embargo, el aferrarnos así a la individualidad, es el súmmum de la necedad, debido a que esta individualidad a la que nos aferramos con tanto apego, es de hecho la causa de toda la infelicidad, y el único obstáculo que nos impide el goce de la felicidad perfecta que es nuestra naturaleza verdadera. Como Sri Ramana solía decir, la falta de disposición a entregar la consciencia individual finita junto con todos los placeres y las miserias mezquinas que está experimentando constantemente, cuando a cambio de ella podemos devenir la verdadera consciencia infinita, que es la plenitud de la felicidad perfecta, es como no estar dispuestos a dar una moneda de cobre a cambio de una de oro.

 

No obstante, incluso si todavía no estamos enteramente dispuestos a entregar la individualidad aquí y ahora, si hemos comprendido al menos que esto es algo que debemos hacer para ser capaces de experimentar el autoconocimiento verdadero, que es el estado de felicidad suprema y absoluta, no debemos desanimarnos, sino que debemos persistir en nuestros intentos de focalizar la atención en la consciencia de ser básica.

 

Puesto que la consciencia de ser es la «luz» última, por la que todas las otras luces son iluminadas o conocidas, ella es la fuente de la claridad perfecta. Por lo tanto, cuanto más focalicemos la atención en ella, más encenderemos una profunda claridad interna en la mente, y esta claridad de autoconsciencia nos capacitará para discriminar y comprender verdaderamente que la felicidad real solo puede ser experimentada en el estado de «solo ser», es decir, el estado en el que permanecemos meramente como la simple esencia no-dual o «soy»-dad que siempre somos realmente.

 

Cuando discriminemos y comprendamos esta verdad con profunda claridad de autoconsciencia, seremos consumidos por el amor absoluto de conocer y ser la realidad que siempre somos, y con ello entregaremos sin esfuerzo nuestro sí mismo individual falso y nos fundiremos para siempre en la consciencia infinita que es nuestro sí mismo real.

 

MICHAEL JAMES


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