EL AHORA
Ser feliz, cuando estás
feliz, simplemente lo estás.
He tenido momentos en
que toda mi vida cobra sentido. Yo sabía exactamente quién era. Todas las
personas presentes en mi vida estaban ahí por una razón. Me resultaba obvio,
sin lugar a dudas, que la razón era el amor, pues entonces podía reírme de la
absurda idea de tener enemigos o ser un extraño en este mundo.
La perfección tiene una
manera misteriosa de escabullirse dentro y fuera del tiempo. Son pocos quienes
no han sentido el momento que acabo de describir, aunque no he conocido a nadie
que pueda aferrarse a él. Las personas ansían desesperadamente hacerlo, y con
frecuencia este deseo motiva su vida espiritual. En la tradición budista hay
una gran cantidad de ejercicios dedicados a la conciencia profunda, un estado
en que podemos tomar conciencia de los momentos perfectos. Sería maravilloso
que todos fueran perfectos.
Pero para ser
conscientes de ellos, primero debemos advertir cuándo no somos conscientes de
ellos, lo cual es difícil; después de todo, no estar conscientes puede
definirse como no saber que no estamos conscientes.
Esta capacidad de
escabullirse me resultaba muy confusa hasta que alguien me dijo: Es como ser
feliz. Cuando estás feliz, simplemente lo estás. No tienes que pensar en ello.
Pero llega un momento en que dices en voz alta: ‘En verdad me siento feliz
ahora’, y entonces comienza a desaparecer. De hecho, para romper el hechizo
basta con pensar las palabras ‘Estoy feliz ahora’.
Gracias a este ejemplo
comprendí qué significa ser consciente: atrapar el momento presente sin
palabras ni pensamientos. Pocas cosas son tan fáciles de describir y tan
difíciles de hacer. El meollo del asunto es el tiempo. El tiempo es
escurridizo, como ese dichoso momento antes de que digas: Estoy feliz ahora.
¿En verdad es fugaz ese momento, o es eterno?
La mayoría damos por
hecho que el tiempo vuela, esto es, que pasa muy rápidamente. Pero en el estado
consciente el tiempo no pasa en absoluto. Solo hay un instante de tiempo que se
renueva una y otra vez con variedad infinita. El secreto sobre el tiempo es, entonces,
que existe solo como solemos pensar en él. Pasado, presente y futuro son solo
compartimentos mentales para cosas que queremos mantener cerca o lejos de
nosotros, y al decir que el tiempo vuela, conspiramos para evitar que la
realidad se nos acerque demasiado. ¿Es el tiempo un mito que utilizamos para
nuestra conveniencia?
Por todas partes hay
libros que ensalzan las virtudes de vivir en el momento presente. Hay buenas
razones para ello, pues las cargas de la mente provienen del pasado. En sí misma,
la memoria es ingrávida, y el pasado también debería serlo. Lo que llamamos el
ahora es la desaparición del tiempo como un obstáculo psicológico. Cuando
retiras el obstáculo te liberas de la carga del pasado o el futuro: has
encontrado el estado de conciencia profunda (y también la felicidad, ésa que no
necesita palabras ni pensamientos). Nosotros somos quienes hacemos del tiempo
una carga psicológica: nos hemos convencido de que las experiencias se acumulan
a lo largo del tiempo.
Soy mayor que tú, sé de
qué estoy hablando.
He pasado varias veces
por eso.
Escucha la voz de la
experiencia.
Presta atención a tus
mayores.
Estas fórmulas
convierten en virtud la experiencia acumulada, no con perspicacia o atención,
sino simplemente por estar sin hacer nada. No obstante, son en su mayor parte
expresiones vanas. Todos sabemos en algún nivel que cargar con la pesada maleta
del tiempo es lo que ensombrece a las personas.
Vivir en el presente
significa soltar esa maleta.
Pero, ¿cómo se logra
eso? En la realidad única, el reloj solo marca ahora.
El truco para soltar el
pasado consiste en descubrir la manera de vivir ahora como si fuera para
siempre. Los fotones se mueven a la velocidad de Planck, que es igual a la
velocidad de la luz, mientras que las galaxias evolucionan durante billones de
años. Por tanto, si el tiempo es un río, debe ser uno muy profundo y
suficientemente ancho para contener la partícula más pequeña del tiempo y la
infinitud de la eternidad.
Esto implica que ahora
es más complejo de lo que parece. ¿En qué situación estamos en el ahora, cuando
somos más activos y energizados, o más quietos? Observa un río. En la
superficie, la corriente es rápida y agitada; a medía profundidad el flujo se
hace más lento, y en el fondo, el légamo solo es agitado ligeramente. En el
lecho de roca, el movimiento del agua no ejerce efecto alguno. La mente es
capaz de participar en todos los niveles del río. Podemos desplazarnos con la
corriente más rápida, que es lo que la mayoría procura hacer en la vida
cotidiana. Su versión del ahora es lo que tiene que hacerse en este momento.
Para ellos, el momento presente es un drama constante. Tiempo es lo mismo que
acción, tal como en la superficie del río.
Cuando se cansan demasiado
por la carrera —o sienten que la están perdiendo—, las personas apresuradas
pueden reducir el paso, solo para descubrir con sorpresa cuan difícil es pasar
de correr a caminar. Pero si decides, Está bien, simplemente seguiré adelante,
la vida trae nuevos problemas, como obsesiones, pensamiento circular, y la
llamada depresión hiperactiva.
En cierto sentido,
todos estos son desórdenes del tiempo
Tagore tiene una frase
maravillosa acerca de esto: Somos demasiado pobres como para llegar tarde. En
otras palabras, corremos por la vida como si no pudiéramos desperdiciar un solo
minuto. En el mismo poema, Tagore ofrece una descripción perfecta de lo que
encontramos después de que toda esa premura llega donde quiere ir:
Y cuando terminó la
frenética carrera
Pude ver la línea de
meta
Hinchado de miedo a
llegar demasiado tarde
Sólo para descubrir en
el último minuto
Que aún hay tiempo.
Tagore reflexiona sobre
el significado de correr por la vida como sí no tuviéramos tiempo que perder,
para descubrir al final que siempre tuvimos la eternidad. Pero la mente tiene
dificultades para ajustarse a un paso más lento cuando está condicionada a
hacer mal uso del tiempo. Una persona obsesivo-compulsiva, por ejemplo, se
siente aterrada por el reloj. Apenas hay tiempo suficiente para limpiar la casa
dos veces antes de que lleguen invitados, para acomodar cuarenta pares de
zapatos en el clóset y además preparar la cena. ¿Cuándo se corrompió el tiempo?
Sin haber identificado
la fuente de la obsesión, los psicólogos han descubierto que la baja autoestima
está acompañada por palabras negativas como perezoso, aburrido, torpe, feo,
perdedor, despreciable y fracasado, que se repiten varios cientos de veces por
hora. Esta repetición ininterrumpida es síntoma de sufrimiento mental así como
un vano intento por hallar una cura. La misma palabra vuelve una y otra vez
porque la persona desea desesperadamente que se vaya pero no ha descubierto
cómo expurgarla.
El pensamiento circular
se relaciona con la obsesión, pero tiene más etapas. En vez de rumiar una sola
idea como la casa no está suficientemente limpia o debo ser perfecto, la
persona está atrapada en una lógica falsa. Un ejemplo serían los individuos que
se sienten indignos de ser amados. No importa cuántas personas les expresen su
amor, ellos no se consideran dignos de ser amados porque piensan: Yo quiero que
me amen. Esta persona dice que me ama pero yo no puedo sentirlo, así que debo
ser indigna de amor. La única manera de solucionar esto es logrando que me
amen. La lógica circular aflige a quienes nunca se sienten suficientemente
exitosos, seguros o deseados. La premisa fundamental que los impulsa a actuar
(Soy un fracaso, Estoy en peligro, No tengo la capacidad necesaria) no cambia
porque todos los resultados en el exterior, buenos o malos, refuerzan la idea
original.
Estos ejemplos nos
traen a la paradoja del ahora.
Mientras más rápido
corras sin avanzar, más lejos estarás del momento presente.
La depresión
hiperactiva nos da una imagen clara de la paradoja, pues las personas
deprimidas se sienten inertes, congeladas en un instante y sin más sentimiento
que la desesperanza. Para ellos, el tiempo no avanza pero por su mente pasan a
toda prisa ideas y emociones fragmentarias. Parece inverosímil que esta ráfaga
de actividad mental ocurra en la cabeza de alguien incapaz de levantarse de la
cama por la mañanas. En este caso la ráfaga mental está desconectada de la
acción. Una persona deprimida piensa miles de cosas, pero no lleva a la
práctica ninguna.
Cuando estos problemas
no están presentes, la mente aminora su marcha sumergiéndose un poco más. Las
personas que se dan tiempo a sí mismas buscan la soledad, donde las exigencias
externas son menores. En su estado natural, la mente deja de reaccionar
rápidamente si la estimulación externa desaparece. Es como huir de las ondas
superficiales del río para buscar en un lugar profundo la corriente más
tranquila. El momento presente se convierte en una especie de remolino lento;
los pensamientos siguen en movimiento, pero no son tan insistentes como para
hacernos avanzar.
Finalmente, hay
personas que disfrutan más la quietud que la actividad, y se sumergen tanto
como pueden donde el agua deja de correr, un punto quieto y profundo que les
permite aislarse totalmente de las corrientes de la superficie. En este centro
estable se experimentan a sí mismas al máximo y al mundo exterior al mínimo.
De una u otra forma,
todos hemos experimentado estas distintas versiones del momento presente, desde
una carrera exhaustiva hasta un punto de calma inmóvil. Pero, ¿qué hay del
ahora que está justo frente a ti, este ahora? En la realidad única no tiene duración.
Términos relativos como rápido y lento, pasado y futuro, carecen de
significado. El momento presente incluye lo que es más rápido que lo más
rápido, y lo que es más lento que lo más lento. Sólo cuando incluimos el río
entero vivimos en la realidad única, y entonces vivimos en un estado de
conciencia que es siempre nuevo y siempre el mismo.
Entonces, ¿cómo
llegamos ahí?
Para responder debemos
referirnos a las relaciones.
Cuando te encuentras
con alguien a quien conoces bien —digamos tu mejor amigo—, ¿qué ocurre? Ambos
se reúnen en un restaurante y su plática está llena de temas viejos y
familiares que les producen una sensación de tranquilidad.
Pero también quieren
decir algo nuevo, pues de otro modo su relación sería estática y aburrida. Ya
se conocen muy bien, que es parte de ser los mejores amigos, pero no son
totalmente predecibles; el futuro traerá nuevos acontecimientos, algunos
felices y otros tristes. Dentro de diez años uno de ustedes podría estar
muerto, divorciado o convertido en un extraño.
Esta intersección entre
nuevo y viejo, conocido y desconocido, es la esencia de las relaciones,
incluyendo las que mantienes con el tiempo, el universo y contigo mismo. En
última instancia, solo mantienes una relación. Conforme evolucionas, el
universo también lo hace, y la intersección de los dos es el tiempo. Sólo hay
una relación porque nada más hay una realidad. Ya mencioné los cuatro caminos
del yoga, pero cada cual es un sabor de la relación:
El camino del
conocimiento (Jyana yoga) tiene sabor a misterio.
Percibes la
incomprensibilidad de la vida. Experimentas la maravilla de cada experiencia.
El camino de la
devoción (Bhakti yoga) tiene el sabor del amor.
Experimentas la dulzura
de cada experiencia.
El camino de la acción
(Karma yoga) tiene el sabor del desprendimiento.
Experimentas la
interconexión de cada experiencia.
El camino de la
meditación y el silencio interior (Raja yoga) tiene el sabor de la quietud.
Experimentas el ser en
cada experiencia.
El tiempo existe para
que experimentes estos sabores tan profundamente como sea posible. En el camino
de la devoción, si puedes experimentar aunque sea un pequeño rayo de amor, es
posible experimentar más amor. Cuando experimentas ese poco más, se hace
posible el siguiente grado de intensidad. Así, el amor engendra amor hasta que
alcanzas el punto de saturación, cuando te fundes totalmente en el amor divino.
A esto se refieren los místicos cuando dicen que se sumergen en el océano del
amor hasta ahogarse.
El tiempo despliega los
grados de la experiencia para que alcances el océano. Elige cualquier cualidad
que te seduzca, y si la sigues lo suficiente, con compromiso y pasión, te
fundirás con el absoluto. Pues al final del camino, todas las cualidades
desaparecen, tragadas por el Ser. El tiempo no es flecha, reloj, ni río; es, de
hecho, una fluctuación en los sabores del Ser. En teoría, la naturaleza pudo
ser organizada sin una progresión de menos a más. Uno podría experimentar amor,
misterio o desprendimiento de manera aleatoria. Sin embargo, la realidad no fue
construida de esa manera, por lo menos no como se experimenta mediante un
sistema nervioso humano. Experimentamos la vida como evolución. Las relaciones
crecen desde el primer atisbo de atracción hasta la intimidad profunda. (El
amor a primera vista realiza el mismo viaje pero en cuestión de minutos y no en
semanas o meses.) Tu relación con el universo sigue el mismo curso, si lo
permites. El propósito del tiempo es ser el vehículo de la evolución, pero si
haces mal uso de él, se convierte en fuente de temor y ansiedad.
El mal uso del tiempo
Sentirse ansioso por el
futuro.
Revivir el pasado.
Arrepentirse de viejos
errores.
Revivir el ayer.
Anticipar el mañana.
Correr contra el reloj.
Obsesionarse con la
transitoriedad.
Resistirse al cambio.
Cuando haces mal uso
del tiempo, el problema no está en el nivel del tiempo. Nada ha fallado en los
relojes de la casa de quien pierde cinco horas de sueño preocupándose por la
posibilidad de morir de cáncer. El mal uso del tiempo es solo un síntoma de atención
mal dirigida. Es imposible mantener una relación con alguien a quien no prestas
atención, y en tu relación con el universo, la atención se presta aquí y ahora,
o no se presta en
absoluto. De hecho, no hay más universo que el que percibes en este instante.
Por tanto, para relacionarte con el universo debes concentrarte en lo que está
frente a ti. Como dijo un maestro espiritual: La totalidad de la creación es
necesaria para provocar el momento presente.
SÍ tomas esto en serio,
tu atención cambiará. En este momento, cada situación en la que estás es una
mezcla de pasado, presente y futuro. Imagina que vas a solicitar un empleo.
Cuando te presentas al
escrutinio de un extraño, tratando de controlar el estrés y crear una buena
impresión, no estás realmente en el ahora. ¿Obtendré este empleo? ¿Cómo me veo?
¿Serán suficientes mis recomendaciones? De cualquier forma, ¿en qué estará
pensando esta persona? Pareciera que no puedes eludir los traspiés en la mezcla
de pasado, presente y futuro. Pero el ahora no puede ser una mezcla de lo viejo
y lo nuevo. Debe ser diáfano y abierto; de otro modo no estarías desplegándote,
que es la razón de ser del tiempo.
El momento presente es
en realidad una abertura, y por tanto no tiene duración: estás en el ahora
cuando el tiempo deja de existir. Quizá la mejor manera de vivir esta
experiencia es darnos cuenta de que la palabra presente se relaciona con la
palabra presencia. Cuando el momento presente se llena de una presencia que
todo lo absorbe, en completa paz y con total satisfacción, estás en el ahora.
La presencia no es una
experiencia. La presencia se siente cuando la conciencia está suficientemente
abierta- La situación en curso no debe implicar ninguna responsabilidad.
Paradójicamente, es
posible que una persona sufra un dolor tan intenso que la mente, incapaz de
tolerarlo, decida abandonarlo de repente. Esto suele suceder con el dolor
psicológico; los soldados atrapados en el horror de la batalla hablan de un
momento de liberación en el que el intenso estrés es remplazado por una súbita
tranquilidad extática.
El éxtasis cambia todo.
El cuerpo pierde su pesadez y lentitud; la mente deja de experimentar su fondo
de tristeza y temor. La personalidad es desechada y remplazada por la dulzura
de un elíxir. Esta dulzura puede permanecer mucho tiempo en el corazón —algunos
afirman que puede paladearse como la miel en la boca— pero cuando se va, uno
sabe sin lugar a dudas que lo ha perdido. En el álbum de recortes de la mente
colocamos una imagen de dicha perfecta que se convierte, como el primer bocado
de helado, en una meta inalcanzable que no dejamos de perseguir, solo para
encontrar que el éxtasis permanece fuera de nuestro alcance.
El secreto del éxtasis
es que debes desecharlo cuando lo has vivido. Sólo al alejarte puedes
experimentar de nuevo el momento presente, el lugar donde vive la presencia. La
conciencia está en el ahora cuando se conoce a sí misma. Si hacemos a un lado
el vocabulario de dulzura, dicha y elíxir, la cualidad que está ausente en la
vida de la mayoría de las personas el factor más importante que les impide
estar presentes, es la sobriedad.
Debes estar sobrio
antes de experimentar el éxtasis. Ésta no es una paradoja. Lo que estamos
persiguiendo —llámese presencia, ahora, éxtasis— está totalmente fuera del
alcance.-No puedes perseguirlo, correr tras él, ordenarle o persuadirlo de que
venga a ti. Tus encantos personales resultan inútiles, tanto como tus
pensamientos y conocimientos.
La sobriedad comienza
al entender, con toda seriedad, que debes desechar prácticamente todas las
estrategias utilizadas hasta ahora para obtener lo que quieres. Si esto te
parece fascinante, cumple el propósito de abandonar las estrategias inútiles de
esta manera:
Sobriedad espiritual
Comprométete a estar en
el presente
Advierte cuando no
prestes atención.
Escucha lo que dices en
realidad.
Observa cómo
reaccionas.
Apártate de los
detalles.
Sigue el ascenso y
descenso de la energía.
Cuestiona a tu ego.
Sumérgete en un entorno
espiritual.
Estas instrucciones
podrían provenir de un manual para cazadores de fantasmas o de unicornios. El
momento presente es más esquivo que éstos, pero si deseas apasionadamente
llegar a él, lo que necesitas es implementar el programa para la sobriedad.
No prestar atención
El primer paso no es
místico ni extraordinario. Cuando notes que no prestas atención, no te permitas
divagar. Vuelve adonde-estás. Casi instantáneamente descubrirás por qué te
desviaste: estabas aburrido, ansioso, inseguro, te preocupaba otra cosa o
estabas anticipando un suceso. No evites ninguno de estos sentimientos. Son
hábitos arraigados de la conciencia, que te has acostumbrado a seguir
automáticamente. Cuando adviertes que te desvías de lo que tienes frente a ti
empiezas a recuperar el ahora.
Escuchar lo que dices
Una vez que regreses de
tu distracción, escucha las palabras que dices o piensas. Las relaciones son
impulsadas por las palabras. Escúchate y sabrás cómo te relacionas con el
universo en ese instante. Que no te confunda el hecho de que haya otra persona
frente a ti. Cualquier persona con la quien hables, incluido tú, representa la
realidad. Si estás quejándote de un mesero perezoso, te quejas del universo. Si
alardeas frente a alguien a quien quieres impresionar, intentas impresionar al
universo. Sólo hay una relación; escucha cómo está en este momento.
Observa tu reacción
Todas las relaciones
son bilaterales; por tanto, el universo responderá a todo lo que digas. Observa
tu reacción. ¿Estás a la defensiva? ¿Consientes y sigues adelante? ¿Te sientes
seguro o inseguro? De nuevo, que no te distraiga la persona con la cual te
relacionas. Sintonízate con la respuesta del universo, cerrando el círculo que
abarca al observador y a lo observado.
Apártate de los
detalles
Antes de la sobriedad
debiste hallar una manera de adaptarte a la soledad que resulta de la ausencia
de realidad. La realidad es totalidad, lo abarca todo. Te sumerges y no hay
nada más. En la ausencia de la totalidad también ansias un abrazo similar que
intentas encontrar en los fragmentos. En otras palabras, buscaste perderte en
los detalles, como si el caos y el desorden pudieran saturarte hasta el punto
de satisfacerte. Ahora sabes que esa estrategia no funcionó, así que renuncia a
ella. Apártate de los detalles. Olvida el barullo. Ocúpate de él de la manera
más eficiente posible, pero no lo tomes en serio; no permitas que sea
importante para lo que eres.
Sigue el ascenso y
descenso de la energía
Una vez que los
detalles están fuera del camino, necesitas algo que seguir. Tu atención quiere
ir a alguna parte, así es que llévala al corazón de la experiencia: es el ritmo
respiratorio del universo que genera situaciones nuevas, un ascenso y descenso
de energía.
Advierte cómo la
tensión conduce a la liberación, la excitación al cansancio, el júbilo a la
tranquilidad. Así como hay altas y bajas en todos los matrimonios, tu relación
con el universo asciende y desciende. Al principio puedes experimentar estos
vaivenes de manera emocional, pero procura evitarlo. Éste es un ritmo mucho más
profundo: comienza en silencio cuando se concibe una nueva experiencia; pasa
por un periodo de gestación conforme la experiencia adquiere forma en silencio;
comienza a acercarse al nacimiento insinuando cómo cambiarán las cosas;
finalmente, nace algo nuevo. Este algo puede ser una persona, un suceso, un
pensamiento, una intuición; en realidad, cualquier cosa. Lo que todos tienen en
común es ascenso y descenso de energía.
Necesitas conectarte
con cada etapa porque en el momento presente una de ellas está justo frente a
ti.
Cuestiona a tu ego
Todo este observar,
notar y percibir no pasa inadvertido. Tu ego tiene su manera correcta de hacer
las cosas, y cuando rompas esa pauta, te hará saber su descontento. El cambio
provoca miedo, pero sobre todo es una amenaza para el ego. Este miedo es solo
una táctica para someterte. No puedes combatir las reacciones de tu ego porque
eso solo afianzará tu relación con él. Pero puedes cuestionarlo, lo que
significa cuestionarte a ti mismo desde una distancia tranquilizadora. ¿Por qué
estoy haciendo esto? ¿No es éste un reflejo automático? ¿Hasta dónde he llegado
en el pasado actuando así? ¿No he comprobado ya que esto no funciona? Debes plantear
obstinadamente estas preguntas una y otra vez, no con la intención de vencer a
tu ego sino de reducir el control reflexivo que ejerce sobre tu comportamiento.
Sumérgete en un entorno
espiritual
Cuando analizas
seriamente tu comportamiento comprendes que el ego te ha mantenido aislado todo
el tiempo. El quiere que pienses que la vida se vive en la separación, pues con
esa creencia puede justificar su aferramiento al yo y a los intereses de éste.
De manera muy similar, el ego intenta aferrarse a la espiritualidad como si
fuera una pertenencia nueva e invaluable. Para contrarrestar esta tendencia,
que solo traerá más aislamiento, sumérgete en otro mundo. Me refiero un mundo
donde las personas buscan conscientemente experiencias de presencia, donde hay una
intención compartida de transformar la dualidad en unidad. Puedes encontrar
este entorno en los grandes textos espirituales.
Como alguien que ha
encontrado esperanza y consuelo inconmensurables en estos escritos, te exhorto
fervientemente a que te acerques a ellos. Pero también hay un mundo viviente
que debes buscar. Sumérgete en un contexto espiritual acorde con tu definición
de espíritu. Asimismo, prepárate para sentirte decepcionado cuando llegues ahí,
pues es inevitable que encuentres mucha frustración entre personas que luchan
con sus imperfecciones. La agitación que encuentras es también la tuya.
Una vez que te
comprometes a mantenerte sobrio, no hay nada más que hacer. La presencia
aparecerá por sí misma, y cuando lo haga, tu conciencia solo podrá estar en el
ahora. Un momento en el ahora provoca un cambio interno que se refleja en todas
las células. Tu sistema nervioso aprende un modo de procesar la realidad que no
es viejo ni nuevo, conocido o desconocido. Nos elevamos a un nuevo nivel del ser
en el que rige la
presencia, y rige de manera absoluta. Cualquier otra experiencia es relativa y
por tanto puede rechazarse, olvidarse, ignorarse o desecharse. La presencia es
el toque de la realidad, que no puede rechazarse ni perderse. Cada encuentro nos
vuelve un poco más reales.
Las pruebas de esto son
muchas y variadas. La más inmediata tiene que ver con el tiempo. Cuando el
único momento es el ahora, nuestra experiencia muestra las siguientes
características:
El pasado y el futuro
solo existen en la imaginación. Todo lo que hiciste carece de realidad; todo lo
que harás carece de realidad. Sólo lo que haces ahora es real.
El cuerpo al que alguna
vez llamaste yo, ya no es quien eres. La mente a la que alguna vez llamaste yo,
ya no es quien eres. Los abandonas fácilmente, sin esfuerzo. Ambos son patrones
temporales que el universo asumió por un instante antes de continuar.
Tu ser real se
manifiesta en este momento como pensamientos, emociones y sensaciones
proyectados en la pantalla de la conciencia. Los reconoces como el punto de
encuentro del cambio y la eternidad. Te ves a ti mismo exactamente del mismo
modo.
Cuando te encuentras en
el momento presente, no hay nada que hacer. El río del tiempo puede fluir.
Experimentas remolinos y corrientes, superficies y profundidades, en un nuevo
contexto: la inocencia. El momento presente es inocente por naturaleza. El
ahora resulta ser la única experiencia que no va a ninguna parte. ¿Cómo es
posible, si he dicho que el propósito del tiempo es desplegar los pasos de la
evolución? Ése es el misterio de misterios. Crecemos pero la vida permanece
eterna en su esencia. Imagina un universo que se expande en dimensiones
infinitas a velocidad infinita, completamente libre de crear en todas partes a
la vez. Para avanzar con él solo necesitamos permanecer absolutamente quietos.
DEEPAK CHOPRA
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