Podríamos callar,
mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una
humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia.
LA GENUINA FELICIDAD
El Paraíso no es ajeno,
tú lo pintas y entras después en él.
Podríamos callar,
mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una
humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio
de la vida. Podríamos creer que vivimos más allá de existir, a pesar de nuestro
cáncer, a pesar de nuestro dolor…
A pesar de nuestras
pequeñas miserias hay tanta grandeza en la semilla humana. Hay tanto en
nosotros esperando para ser, para fructificar, para amar… Hay tanta humanidad
esperándonos en las fronteras, tanta humanidad esperando un encuentro entre el
Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente…, para así encontrar ese sol del
centro del ser humano.
Hay tanto en nosotros
esperando revelarse, recrearse, fructificar. Somos semilla y a partir de ese
potencial infinito, de ese océano interior podemos reencantar la vida. Podemos
volvernos a crear y así divertirnos y gozar.
¿Y si de pronto
pensáramos todos que el sentido de la vida es la felicidad? ¿Y si nos
atreviéramos a ser felices? ¿Cómo sería eso? ¿Cuáles serían los ingredientes de
la felicidad? ¿Si pudiéramos identificarnos con el ser que somos y no con la
sombra, la apariencia o la dependencia?
¿Y si de repente
volviéramos a ser lo que somos, auténticos, creadores de nuestros propios días?
¿Si pudiéramos entrar de lleno en ese río profundo de la vida que nos habita en
cada instante, para encontrar en ese cauce corrientes de amor?
¿Si pudiéramos
despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre…? ¿Si pudiéramos
reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y así nos completáramos los
unos a los otros? ¿Si pudiéramos como Pablo Neruda decir: “Súbete conmigo a
nacer, hermano”?
¿Si pudiéramos entrar
en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos…? Dejar de buscar a Dios en el
exterior y saber que estaba allí en nosotros, esperándonos en nuestro propio
corazón con su infinito potencial. ¿Si el único partido que tomáramos fuera a
favor del ser humano y nuestra única religión, la religión del amor, y nuestro
único método, el método de la hermandad? Descubriríamos que cada cosa, cada
evento es un maestro con el alma como aprendiz.
¿Si nos bajáramos de
los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo de una vida
repetida y nos inventáramos la vida y volviéramos a ser humildes y regresáramos
a la inocencia y nuestra inocencia no fuera una inocencia ingenua, sino
consciente? Entonces volveríamos a ser como niños, porque el Reino de la
inocencia es el Reino de los Cielos y ese Reino está en nosotros y es un templo
de relaciones…
¿Si miráramos al dolor
y la enfermedad como un Maestro? ¿Si aprendiéramos la lección y más allá de la
culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y
con esa levedad ascender?
Hay seres humanos que
creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí está Gandhi, Simón Bolívar, la
Madre Teresa… Ahí están con la desnudez de su autenticidad. No tuvieron más
escudo que su conciencia del amor, su corazón abierto, soñadores de imposibles
que nos revelaron que los imposibles se realizan cuando creemos en nosotros.
Cuando creemos en nosotros activamos el potencial de un Dios que no es externo,
sino que es interior, un Dios que nos acompaña y nos da su corriente y su
fuerza.
¿Es posible ser
felices? Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor no es lo contrario de
la felicidad. Es posible ser felices a pesar de la muerte, la muerte no es lo
contrario de la vida. Es posible ser felices a pesar de la tristeza, la
tristeza no es lo contrario de la alegría. La felicidad es ese sentimiento leve
de compasión y de aceptación que te lleva por la vía del ser.
La felicidad es ese
sentimiento incondicional en el que tú amas porque te da la gana, porque sí,
porque llueve, porque hace sol; en cualquier caso sin ninguna condición. La
felicidad sólo puede partir de ti. No es exterior, no depende de tu economía.
La gente hoy en Europa tiene una economía dos veces superior a la de hace treinta
años, pero es dos veces más infeliz. La felicidad no depende del conocimiento.
El conocimiento sin corazón es totalmente destructivo, no depende de ningún
reconocimiento exterior. De repente adquieres un cáncer y descubres ese estado
interior desde el cuál también puedes ser feliz. La felicidad es una
construcción interior, parte de un paraíso interno. El Paraíso no es ajeno, tú
lo pintas y entras después en él. Tú lo creas y lo recreas.
En la felicidad no hay
un Dios exterior. Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu
palabra, mira en tu mirada y ama con tu amor. ¿Podríamos entonces vislumbrar
nuestro camino hacia la felicidad? Sí. Ese camino es un camino de retorno. Es
un camino de conciencia. Es un camino que libera. No está hecho de
dependencias.
Nada que te ate, nada
que te amarre, nada que conduzca por la vía del placer de los sentidos, que te
conduzca al poder…, conduce a la felicidad. Más poder no da más felicidad, da
más dependencia. Más placer no construye más felicidad. Más vivir para los
sentidos hace que pierdas el sentido. La felicidad es un camino hacia el
sentido, es un sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior,
cuando descubres con la física cuántica, pero también con la vivencia humana
que el universo es interior. Tú eres el centro del universo cuando eres
consciente de ti…
La felicidad parte de
la atención y la atención es el uso fundamental de la conciencia. Cuando estás
atento te centras. Cuando estás atenta eres dueña de ti misma, de tu propio potencial.
Cuando estás atenta generas un láser con tu propia conciencia y en esta
conciencia habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser. Cuando estás
atenta construyes un espacio interior pequeñito que te conecta con el infinito.
Cuando estás atenta construyes el instante y en ese instante eres eterna.
Cuando estás atenta te reconoces a ti misma y vuelves a nacer de ti misma y
eres el parto y el partero, eres el Creador, porque naces de ti y regresas a tu
conciencia.
La atención es el
momento más importante de la conciencia, es el momento de la creación en el que
descubrimos el presente, es el tiempo de la sincronicidad, el tiempo de la
resonancia. Uno nace de su propia muerte. Uno nace al presente por la renuncia
al pasado, al deshipotecar la vida de los condicionamientos del pasado. Tenemos
la vida hipotecada con las expectativas hacia el porvenir y entonces nos
perdemos el lugar de la vida que es este instante. Este instante es sagrado
porque en este instante vive el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer,
allí solamente bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito que
nos habita, Dios tan inmanente como trascendente… Ese Dios Universal se
interioriza en nosotros y convierte la vida en algo mágico. Ese Dios nos
humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el reino mineral cante y baile y
que el reino vegetal florezca y que el reino animal pueda sentir. Ese Dios
permite que el ser humano tenga las alas del pensamiento y desde las alas del
pensamiento restaure la intuición, la visión de la totalidad. Desde esa visión
de la totalidad nos unimos de nuevo en el maravilloso Camino de Regreso al
Creador.
El primer paso a la
felicidad es la autenticidad.
La autenticidad es una
genuina identidad, es una identidad única, original, es la identidad que nos
hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte, se goza,
se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia del amor. El amor
no se gasta, no es repetitivo, el amor no se fatiga, el amor no es rutina, ni
condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes
renovar a cada instante eres único y entonces eres una obra de arte del
Creador. Cuando eres único o única te das cuenta de que eres importante, porque
eres irrepetible, porque no tienes competencia posibles, porque te sales del
mundo absurdo de la competitividad, porque puedes compartir, te puedes dar y
entregar sin temor a perderte y en cada dar te vas a renovar, te vas a
completar y además vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu
palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes
disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie
más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la
sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria. No hay dos seres humanos
como tú. El Creador te necesita y tú eres una faceta única del Creador. El
Creador habita en la diversidad del mundo, su unidad está hecha de diversidad.
Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa
corriente hermosa del Creador dentro de ti, y entras en el mundo maravilloso de
tu tierra, de tu solidez, el mundo de tu raíz, de tu savia… Cuando tú no
pretendes ser como nadie entras en el lugar desde el que puedes nacer. Si no
tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si no te
aceptas, si no te amas, si no te afirmas nada podrás encontrar. Autoafírmate
que tú eres ese potencial único en el que el Creador está esperando revelarse.
Autoafírmate para que
me completes, para que completes el universo, para que completes como padre al
hijo y como hijo a la madre y como hermano a la humanidad. Esa es la
autoafirmación.
Ello no sería posible
si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento de la muerte es la
culpa, no es el cáncer, no es el dolor. Lo más doloroso es el miedo al más
allá, el infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador, el temor
oculto de que Dios no te puede perdonar, de que no te va a perdonar. Pero Dios
es amor y donde hay amor no puede haber juicio. Si Él ya te perdonó, tú también
te podrías perdonar. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti
y tú lo has construido.
Sin embargo podrías
construir un primer paraíso y punto de partida. La pregunta es: ¿cuentas
contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en el
sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior. Encuéntrate contigo, en
tu centro, en tu corazón. Respira profundo y siente la maravilla de la vida. El
sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la
mañana soplan para ti. El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas
ante ti. Entonces descubres tu rostro, que no es otro que el del amor.
Recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y
levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento…
Aceptas tus luces y tus sombreas. Te aceptas como un bello crepúsculo, una
bella aurora. Descubres como descubría San Agustín sincerado ante el Cristo:
“Muy tarde te amé, muy tarde. Estuve lejos de Ti, pero ahora me reconozco en
Ti, porque Tú eres parte de mí y estás en mi interior”…
Perdimos el paraíso
externo y nos fuimos por el sendero de la víctima hasta que por fin construimos
una fe que ya no es externa, que se enraíza en el interior y comenzamos a
confiar y confiamos en nosotros.
El punto de partida es
la identidad. Sé como tú, único, original y creativo. Así vas a ser reconocido
por todos, porque a todos nos vas a completar. Vas a entrar en ese universo
maravilloso de sensibilidad a la necesidad. Vas a ser auténtico, vas a
reconocer en ti lo esencial. Lo esencial es aquello que puedes dar, porque lo
que no se da se pierde.
Vas a reconocer la nota
clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte y el
renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo. En
cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón guardara una gota en cada
segundo en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que
nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu
identidad entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo
para dar.
Cuando ya tengas tu
tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así dándote se liberan y
es dando como recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina
identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un tú.
Entre el tú y el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación
coherente, de diálogo. Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad
de adaptarte a la vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la
inteligencia molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa. Tu capacidad
de adaptación a la vida.
El segundo movimiento
hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate a la vida, al
cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor, desgastas tu
energía. No te recalientes. El mundo del desgaste es el mundo de la entropía.
Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te refresca y te fecunda.
Cuando te quedas en el territorio del yo, te limitas al crecimiento personal,
al orgullo espiritual. Cuando haces mil cosas para crecer aunque nadie crezca,
aunque la tierra sea un desierto, realmente vas, aunque le llames
espiritualidad, por el camino del despeñadero.
Necesitas del otro para
mirarte, para reconocerte para observarte en ese espejo y poder modificarte y
crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú,
cuando el tú, cabe en el yo entonces surge la maravilla de un nosotros. Y
entonces llega Él, pues ya lo dijo “Cuando estéis dos e mi nombre, allí estaré
Yo”. En ese nosotros encontramos el hijo, la conciencia. En ese nosotros, en
ese territorio de relación, nace la interacción.
La clave de la
felicidad es un comprender. El cuerpo es un patrón de relación. Ese soporte
relacional determina la calidad de tu vida. En ese territorio relacional nace
la confianza. En nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más confianza
en los demás, en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el
empresario…, allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y más
honestidad, hay también una mayor felicidad.
Nuestra tierra es
vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también vulnerables y entonces
nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza. Nosotros
podemos airear nuestra tierra vulnerable y en ella construir el surco y en ella
sembrar la semilla. Una tierra permeable se deja permear por el agua, sólo una
tierra vulnerable puede dejar de ser desierto.
¿De qué esta hecha
nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser
perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar.
Cuando la semilla de la vida, cuando el propósito del alma germinan entonces
nos podemos realizar.
La segunda clave es por
lo tanto humildad. La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la
humildad podemos abrir nuestro corazón. Sólo desde la humildad podemos
sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo
mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad,
humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para recuperar el
poder de ser servir y de disfrutar, para convertirte en el fruto maduro de la
vida. El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo
divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del
nosotros.
Dos movimientos pues
hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo
lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera
condición para la felicidad, la más difícil de todas:
La vida cambia y todo
muere.
No hay nada constante.
Todo muere salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en
una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El cambio es fuerza
transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio. No temas el mal,
ni la sombra pues son reveladores de la luz. No temas la noche, pues sin ella
no podrías reconocer los infinitos soles que la habitan. Cuando aceptamos las
transformaciones y las transmutaciones en la vida, cuando no nos resistimos a
cambiar, podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar nuestro
fruto.
Cuando nos reconocemos,
encontramos la crisis aseguradora del cambio. Vivir es un proceso de cambio
permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la
misma. Nuestra identidad no es de fundamentos, nosotros no somos un fundamento.
Nosotros somos lo significativo: el lenguaje, el sueño y la esperanza… Nosotros
no somos este cuerpo, pero a través de él podemos ascender.
El cuerpo es un
instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente que nos empuja
en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir es encender un fuego interior, es
convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite desenvolvernos en un
proceso de cambio permanente.
Este cuerpo no es lo
que creemos, es una estructura que está al borde del caos. Primero nos
ramificamos. Procedemos de un solo tronco, pero un día la vida se bifurca. ¿En
qué instante tu vida no volvió a ser igual? Se trata un punto crucial, donde te
crucificas y mueres para nacer a una nueva dimensión.
En el presente podemos
siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las
lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú
puedes optar por una u otra vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus
creencias. Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser
fatales.
Tú terminas convertido
en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú crees
que eres culpable te vas a castigar de mil maneras. Si tú crees que no eres
digno, te vas a enfermar también. Podrías sin embargo mirar al pasado, con ojos
de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado,
sino para aprender la lección que dejaste de aprender.
Todas las lecciones
aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu presente. Los
problemas los podemos volver a vivir desde la conciencia y no desde la culpa o
el condicionamiento. Recuperamos la plenitud de la conciencia y así liberamos
el fruto de la lección. Ello cambió la historia. La historia no son fechas, sino
códigos de lectura que hemos de aprender.
El problema no es lo
que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar
el rol de la víctima, podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen
congelados en nosotros.
Si estos puntos de
muerte no los vivimos desde la actitud de la víctima se produce el
renacimiento. Nosotros podemos volver a nacer. El pasado ha pasado y ahora
disfruta de ese punto de partida hacia la felicidad que constituye la paz. La
paz la descubrimos no exteriormente, sino en el fondo del ser.
La historia no es lo
que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si no dejas pasar a las cosas,
éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…,
turbando tu felicidad.
El caos nos devuelve la
sensibilidad. La mujer es más sensible. En el embarazo un embrión representa un
vórtice caótico de desarrollo. Podrías gozar infinitamente más de la alegría y
no sentir los dolores con otra sensibilidad. Los poetas también viven en un
vórtice más caótico. Aunque no nos demos cuenta y cuando hay una conjunción
planetaria, una luna llena y manchas solares…, todos nos volvemos un poco
caóticos. Cuando no resuelvo entro de mí ese vórtice caótico, ello va a tener
una repercusión en los demás, hasta el punto de que podemos entrar en un estado
de violencia.
La sensibilidad nos
puede liberar o nos puede matar. Tenemos dos maneras de abordarla. Desde la
posición de la víctima y entonces se convierte en lágrimas de cocodrilo, en
sensiblería y nos predisponemos a la manipulación. La manipulación es el
terreno de la inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues hay
posesión, chantaje…
En el terreno de la
sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería
y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la
vida es que nos estamos despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De
pronto necesitamos un dolor más grande para saber lo que éramos. De pronto
alguien necesita ver la cara de la muerte para constatar el valor de su vida,
de su mujer, de su hijo… Tal vez tengamos que vernos en la cama de nuestro hijo
que tiene una leucemia, para ver qué es una enfermedad, que no sólo tiene que
ver con los glóbulos blancos, sino que tiene también que ver con la forma con
la que nos comunicamos. Que no sólo tiene que ver con una radiación ionizante,
sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor… No hay nada más radiactivo
que las emociones contenida, retenidas y reprimidas.
Un día nos duele la
vida y la vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que
es un despertador. Un día vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña
las lecciones más hermosas de la vida.
Un dolor nos hace
sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es blando. El amor deja de ser un
amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte en ternura, entonces
vuelves a nacer. La sensibilidad nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven
tiernos y les cuentan cuentos a los nietecitos. Inician el camino de regreso,
el camino de regreso es la ternura.
En el seno de todo caos
renacemos. En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita que nos
permite transformarnos. El caos nos permite emerger y con el emerger llega
también la felicidad.
Crear es un parto. Si
en ese potencial ordenante que hay en tu interior, tú descubres esa semilla y
aprovechas la turbulencia del caos para desarrollar un proceso de cambio sin
precedentes, entonces puedes emerger. Emerger es volver a nacer. El estado de
emergencia es un estado de alerta intenso, un estado de genuina presencia, un
estado de éxtasis. Se trata de un estado en que aún con todas las
perturbaciones te encuentras contigo mismo. Paradójicamente en el ojo del
huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo
que ocurra fuera. El problema es lo que ocurre dentro de ti, cuando estás
dentro de ti, se desarrolla todo tu potencial trasformador. Es posible. aún con
toda la turbulencia. que mantengas tu serenidad. La serenidad es la paz
profunda del ser, es la paz inconmovible del ser, que te permite abordar los
procesos de cambio sin resistirte a ello.
He ahí la tercera vía a
la felicidad: no te resistas al cambio. Aprovecha la oportunidad de cada
crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad. Aprovecha las oportunidades que te
brinda la vida para acceder a un nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación
cuando la vida no vuelve a ser igual. Aprovecha las semillas que la vida
siembra en tu corazón, cuando la vida te duele profundamente. Aprovecha el
parto del caos para nacer a un orden superior y así recreas y reinventas tu
vida, y así descubres una nueva identidad.
La cuarta vía a la
felicidad es la responsabilidad.
La responsabilidad es
una sensibilidad humanizada. A un perro, a un gato no le podemos pedir
responsabilidad, pero sí a un ser humano. Responsabilidad es una sensibilidad
convertida en capacidad de responder. Tu evolución está determinada por tu
grado de responsabilidad.
¿A qué respondes?
¿Respondes por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La
responsabilidad es una condición esencial del amor. El amor sin responsabilidad
es lo más peligroso que hay en este mundo. En nombre del amor hemos cometido
las mayores barbaridades.
La responsabilidad hace
que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad. Responder en términos
humanos es reconocer la necesidad. El amor es reconocer lo esencial del otro y
volcarnos a satisfacer esa necesidad desde nuestra propia sensibilidad. La
responsabilidad nos permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un
universo maravilloso de correspondencias.
Empiezas a liberarte
cuando eres capaz de responder al hermano, al amigo, a la esposa, al hijo;
cuando eres capaz de acompañar y morir en el otro y con el otro.
Todo verdadero amor
surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad, es una vía que va
en dos direcciones. Donde hay reciprocidad hay resonancia, donde hay
correspondencia hay correctas relaciones humanas. Esa es la más maravillosa
lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos
todos aprendices.
Vinimos a aprender a
relacionarnos. No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados. Esos son
instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser relacional y vinimos fundamentalmente
a aprender relaciones humanas respetuosas, responsables, liberadoras. No son
relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para chantajearnos. Lo son
para liberarnos, para completarnos.
Así transformamos la
ecología de la Tierra, que no es una ecología externa. Lo que le pasa a la
Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo abro mi
corazón, abro la tierra dentro de mi. Si yo amo a mi hijo, amo a la tierra, al
paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro no voy a contaminarme. El
resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador
existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar y recibir. Hay más sabiduría
en el saber recibir. A menudo nos negamos a recibir el regalo de la sonrisa, de
la mirada del otro, por no comprometernos, por no quedar en deudas. Necesitamos
infinitas deudas de amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad
que revela tu propia luz.
La quinta y última vía
a la felicidad es la sencillez.
Lo bello, lo bueno, lo
verdadero es sencillo. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos
conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, es humildad,
honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la
gente.
Conquistar el código de
la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser el gigante de
tus sueños, ni el enano de tus complejos…, sino de entrar en la corriente de la
gente y sentirte uno con todos ellos. Conquistar el código de la sencillez en
tu vida es condición para ser feliz, porque no tienes ninguna expectativa,
porque así eres feliz con todo y a pesar de todo. Esa felicidad te hace entrar
en comunión con tu humanidad. En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz
del Creador, que a la vez somos cocreadores, llamados a recrear la creación.
Estamos aquí para
conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de inteligencia
cósmica, río de conciencia. Somos mediadores entre los reinos inferiores y
superiores de la naturaleza. Cuando somos sencillos somos como ella, la Amada y
la Amada en nosotros es el Alma. Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no
para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo. Somos un
sencillo templo de sabiduría donde oficia el Alma. El Alma oficia el ritual del
amor que nos permite entrar en comunión. Ya no sólo comunicarnos, sino
fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa corriente de
la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.
CINCO CLAVES PARA
HALLAR LA GENUINA FELICIDAD
JORGE CARVAJAL POSADA
PORTADAS CITAS ESCRITOS
Imagen Cinco claves
para hallar la genuina felicidad
Podríamos callar,
mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una
humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia.
LA GENUINA FELICIDAD
El Paraíso no es ajeno,
tú lo pintas y entras después en él.
Podríamos callar,
mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una
humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio
de la vida. Podríamos creer que vivimos más allá de existir, a pesar de nuestro
cáncer, a pesar de nuestro dolor…
A pesar de nuestras
pequeñas miserias hay tanta grandeza en la semilla humana. Hay tanto en
nosotros esperando para ser, para fructificar, para amar… Hay tanta humanidad
esperándonos en las fronteras, tanta humanidad esperando un encuentro entre el
Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente…, para así encontrar ese sol del
centro del ser humano.
Hay tanto en nosotros
esperando revelarse, recrearse, fructificar. Somos semilla y a partir de ese
potencial infinito, de ese océano interior podemos reencantar la vida. Podemos
volvernos a crear y así divertirnos y gozar.
¿Y si de pronto
pensáramos todos que el sentido de la vida es la felicidad? ¿Y si nos
atreviéramos a ser felices? ¿Cómo sería eso? ¿Cuáles serían los ingredientes de
la felicidad? ¿Si pudiéramos identificarnos con el ser que somos y no con la
sombra, la apariencia o la dependencia?
¿Y si de repente
volviéramos a ser lo que somos, auténticos, creadores de nuestros propios días?
¿Si pudiéramos entrar de lleno en ese río profundo de la vida que nos habita en
cada instante, para encontrar en ese cauce corrientes de amor?
¿Si pudiéramos
despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre…? ¿Si pudiéramos
reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y así nos completáramos los
unos a los otros? ¿Si pudiéramos como Pablo Neruda decir: “Súbete conmigo a
nacer, hermano”?
¿Si pudiéramos entrar
en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos…? Dejar de buscar a Dios en el
exterior y saber que estaba allí en nosotros, esperándonos en nuestro propio
corazón con su infinito potencial. ¿Si el único partido que tomáramos fuera a
favor del ser humano y nuestra única religión, la religión del amor, y nuestro
único método, el método de la hermandad? Descubriríamos que cada cosa, cada
evento es un maestro con el alma como aprendiz.
¿Si nos bajáramos de
los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo de una vida
repetida y nos inventáramos la vida y volviéramos a ser humildes y regresáramos
a la inocencia y nuestra inocencia no fuera una inocencia ingenua, sino
consciente? Entonces volveríamos a ser como niños, porque el Reino de la
inocencia es el Reino de los Cielos y ese Reino está en nosotros y es un templo
de relaciones…
¿Si miráramos al dolor
y la enfermedad como un Maestro? ¿Si aprendiéramos la lección y más allá de la
culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y
con esa levedad ascender?
Hay seres humanos que
creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí está Gandhi, Simón Bolívar, la
Madre Teresa… Ahí están con la desnudez de su autenticidad. No tuvieron más
escudo que su conciencia del amor, su corazón abierto, soñadores de imposibles
que nos revelaron que los imposibles se realizan cuando creemos en nosotros.
Cuando creemos en nosotros activamos el potencial de un Dios que no es externo,
sino que es interior, un Dios que nos acompaña y nos da su corriente y su
fuerza.
¿Es posible ser
felices? Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor no es lo contrario de
la felicidad. Es posible ser felices a pesar de la muerte, la muerte no es lo
contrario de la vida. Es posible ser felices a pesar de la tristeza, la
tristeza no es lo contrario de la alegría. La felicidad es ese sentimiento leve
de compasión y de aceptación que te lleva por la vía del ser.
La felicidad es ese
sentimiento incondicional en el que tú amas porque te da la gana, porque sí,
porque llueve, porque hace sol; en cualquier caso sin ninguna condición. La
felicidad sólo puede partir de ti. No es exterior, no depende de tu economía.
La gente hoy en Europa tiene una economía dos veces superior a la de hace
treinta años, pero es dos veces más infeliz. La felicidad no depende del
conocimiento. El conocimiento sin corazón es totalmente destructivo, no depende
de ningún reconocimiento exterior. De repente adquieres un cáncer y descubres
ese estado interior desde el cuál también puedes ser feliz. La felicidad es una
construcción interior, parte de un paraíso interno. El Paraíso no es ajeno, tú
lo pintas y entras después en él. Tú lo creas y lo recreas.
En la felicidad no hay
un Dios exterior. Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu
palabra, mira en tu mirada y ama con tu amor. ¿Podríamos entonces vislumbrar
nuestro camino hacia la felicidad? Sí. Ese camino es un camino de retorno. Es
un camino de conciencia. Es un camino que libera. No está hecho de
dependencias.
Nada que te ate, nada
que te amarre, nada que conduzca por la vía del placer de los sentidos, que te
conduzca al poder…, conduce a la felicidad. Más poder no da más felicidad, da
más dependencia. Más placer no construye más felicidad. Más vivir para los
sentidos hace que pierdas el sentido. La felicidad es un camino hacia el
sentido, es un sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior,
cuando descubres con la física cuántica, pero también con la vivencia humana
que el universo es interior. Tú eres el centro del universo cuando eres
consciente de ti…
La felicidad parte de
la atención y la atención es el uso fundamental de la conciencia. Cuando estás
atento te centras. Cuando estás atenta eres dueña de ti misma, de tu propio
potencial. Cuando estás atenta generas un láser con tu propia conciencia y en esta
conciencia habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser. Cuando estás
atenta construyes un espacio interior pequeñito que te conecta con el infinito.
Cuando estás atenta construyes el instante y en ese instante eres eterna.
Cuando estás atenta te reconoces a ti misma y vuelves a nacer de ti misma y
eres el parto y el partero, eres el Creador, porque naces de ti y regresas a tu
conciencia.
La atención es el
momento más importante de la conciencia, es el momento de la creación en el que
descubrimos el presente, es el tiempo de la sincronicidad, el tiempo de la
resonancia. Uno nace de su propia muerte. Uno nace al presente por la renuncia
al pasado, al deshipotecar la vida de los condicionamientos del pasado. Tenemos
la vida hipotecada con las expectativas hacia el porvenir y entonces nos
perdemos el lugar de la vida que es este instante. Este instante es sagrado
porque en este instante vive el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer,
allí solamente bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito que
nos habita, Dios tan inmanente como trascendente… Ese Dios Universal se
interioriza en nosotros y convierte la vida en algo mágico. Ese Dios nos
humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el reino mineral cante y baile y
que el reino vegetal florezca y que el reino animal pueda sentir. Ese Dios
permite que el ser humano tenga las alas del pensamiento y desde las alas del
pensamiento restaure la intuición, la visión de la totalidad. Desde esa visión
de la totalidad nos unimos de nuevo en el maravilloso Camino de Regreso al
Creador.
El primer paso a la
felicidad es la autenticidad.
La autenticidad es una
genuina identidad, es una identidad única, original, es la identidad que nos
hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte, se goza,
se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia del amor. El amor
no se gasta, no es repetitivo, el amor no se fatiga, el amor no es rutina, ni
condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes
renovar a cada instante eres único y entonces eres una obra de arte del
Creador. Cuando eres único o única te das cuenta de que eres importante, porque
eres irrepetible, porque no tienes competencia posibles, porque te sales del
mundo absurdo de la competitividad, porque puedes compartir, te puedes dar y
entregar sin temor a perderte y en cada dar te vas a renovar, te vas a
completar y además vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu
palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes
disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie
más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la
sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria. No hay dos seres humanos
como tú. El Creador te necesita y tú eres una faceta única del Creador. El
Creador habita en la diversidad del mundo, su unidad está hecha de diversidad.
Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa
corriente hermosa del Creador dentro de ti, y entras en el mundo maravilloso de
tu tierra, de tu solidez, el mundo de tu raíz, de tu savia… Cuando tú no
pretendes ser como nadie entras en el lugar desde el que puedes nacer. Si no
tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si no te
aceptas, si no te amas, si no te afirmas nada podrás encontrar. Autoafírmate
que tú eres ese potencial único en el que el Creador está esperando revelarse.
Autoafírmate para que
me completes, para que completes el universo, para que completes como padre al
hijo y como hijo a la madre y como hermano a la humanidad. Esa es la
autoafirmación.
Ello no sería posible
si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento de la muerte es la
culpa, no es el cáncer, no es el dolor. Lo más doloroso es el miedo al más
allá, el infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador, el temor
oculto de que Dios no te puede perdonar, de que no te va a perdonar. Pero Dios
es amor y donde hay amor no puede haber juicio. Si Él ya te perdonó, tú también
te podrías perdonar. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti
y tú lo has construido.
Sin embargo podrías
construir un primer paraíso y punto de partida. La pregunta es: ¿cuentas
contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en el
sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior. Encuéntrate contigo, en
tu centro, en tu corazón. Respira profundo y siente la maravilla de la vida. El
sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la
mañana soplan para ti. El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas
ante ti. Entonces descubres tu rostro, que no es otro que el del amor.
Recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y
levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento…
Aceptas tus luces y tus sombreas. Te aceptas como un bello crepúsculo, una
bella aurora. Descubres como descubría San Agustín sincerado ante el Cristo:
“Muy tarde te amé, muy tarde. Estuve lejos de Ti, pero ahora me reconozco en Ti,
porque Tú eres parte de mí y estás en mi interior”…
Perdimos el paraíso
externo y nos fuimos por el sendero de la víctima hasta que por fin construimos
una fe que ya no es externa, que se enraíza en el interior y comenzamos a
confiar y confiamos en nosotros.
El punto de partida es
la identidad. Sé como tú, único, original y creativo. Así vas a ser reconocido
por todos, porque a todos nos vas a completar. Vas a entrar en ese universo
maravilloso de sensibilidad a la necesidad. Vas a ser auténtico, vas a
reconocer en ti lo esencial. Lo esencial es aquello que puedes dar, porque lo
que no se da se pierde.
Vas a reconocer la nota
clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte y el
renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo. En
cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón guardara una gota en cada
segundo en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que
nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu
identidad entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo
para dar.
Cuando ya tengas tu
tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así dándote se liberan y
es dando como recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina identidad,
nuestra tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un tú. Entre el tú y
el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de
diálogo. Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a
la vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia
molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa. Tu capacidad de
adaptación a la vida.
El segundo movimiento
hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate a la vida, al
cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor, desgastas tu
energía. No te recalientes. El mundo del desgaste es el mundo de la entropía.
Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te refresca y te fecunda.
Cuando te quedas en el territorio del yo, te limitas al crecimiento personal,
al orgullo espiritual. Cuando haces mil cosas para crecer aunque nadie crezca,
aunque la tierra sea un desierto, realmente vas, aunque le llames
espiritualidad, por el camino del despeñadero.
Necesitas del otro para
mirarte, para reconocerte para observarte en ese espejo y poder modificarte y
crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú,
cuando el tú, cabe en el yo entonces surge la maravilla de un nosotros. Y
entonces llega Él, pues ya lo dijo “Cuando estéis dos e mi nombre, allí estaré
Yo”. En ese nosotros encontramos el hijo, la conciencia. En ese nosotros, en
ese territorio de relación, nace la interacción.
La clave de la
felicidad es un comprender. El cuerpo es un patrón de relación. Ese soporte
relacional determina la calidad de tu vida. En ese territorio relacional nace
la confianza. En nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más
confianza en los demás, en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el
empresario…, allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y más
honestidad, hay también una mayor felicidad.
Nuestra tierra es
vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también vulnerables y entonces
nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza. Nosotros
podemos airear nuestra tierra vulnerable y en ella construir el surco y en ella
sembrar la semilla. Una tierra permeable se deja permear por el agua, sólo una
tierra vulnerable puede dejar de ser desierto.
¿De qué esta hecha
nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser
perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar.
Cuando la semilla de la vida, cuando el propósito del alma germinan entonces
nos podemos realizar.
La segunda clave es por
lo tanto humildad. La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la
humildad podemos abrir nuestro corazón. Sólo desde la humildad podemos
sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo
mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad,
humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para recuperar el
poder de ser servir y de disfrutar, para convertirte en el fruto maduro de la
vida. El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo
divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del
nosotros.
Dos movimientos pues
hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo
lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera
condición para la felicidad, la más difícil de todas:
La vida cambia y todo
muere.
No hay nada constante.
Todo muere salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en
una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El cambio es fuerza
transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio. No temas el mal,
ni la sombra pues son reveladores de la luz. No temas la noche, pues sin ella
no podrías reconocer los infinitos soles que la habitan. Cuando aceptamos las
transformaciones y las transmutaciones en la vida, cuando no nos resistimos a
cambiar, podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar nuestro
fruto.
Cuando nos reconocemos,
encontramos la crisis aseguradora del cambio. Vivir es un proceso de cambio
permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la
misma. Nuestra identidad no es de fundamentos, nosotros no somos un fundamento.
Nosotros somos lo significativo: el lenguaje, el sueño y la esperanza… Nosotros
no somos este cuerpo, pero a través de él podemos ascender.
El cuerpo es un
instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente que nos empuja
en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir es encender un fuego interior, es
convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite desenvolvernos en un
proceso de cambio permanente.
Este cuerpo no es lo
que creemos, es una estructura que está al borde del caos. Primero nos
ramificamos. Procedemos de un solo tronco, pero un día la vida se bifurca. ¿En
qué instante tu vida no volvió a ser igual? Se trata un punto crucial, donde te
crucificas y mueres para nacer a una nueva dimensión.
En el presente podemos
siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las
lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú
puedes optar por una u otra vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus
creencias. Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser
fatales.
Tú terminas convertido
en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú crees
que eres culpable te vas a castigar de mil maneras. Si tú crees que no eres
digno, te vas a enfermar también. Podrías sin embargo mirar al pasado, con ojos
de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado,
sino para aprender la lección que dejaste de aprender.
Todas las lecciones
aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu presente. Los
problemas los podemos volver a vivir desde la conciencia y no desde la culpa o
el condicionamiento. Recuperamos la plenitud de la conciencia y así liberamos
el fruto de la lección. Ello cambió la historia. La historia no son fechas,
sino códigos de lectura que hemos de aprender.
El problema no es lo
que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar
el rol de la víctima, podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen
congelados en nosotros.
Si estos puntos de
muerte no los vivimos desde la actitud de la víctima se produce el
renacimiento. Nosotros podemos volver a nacer. El pasado ha pasado y ahora
disfruta de ese punto de partida hacia la felicidad que constituye la paz. La
paz la descubrimos no exteriormente, sino en el fondo del ser.
La historia no es lo
que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si no dejas pasar a las cosas,
éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…,
turbando tu felicidad.
El caos nos devuelve la
sensibilidad. La mujer es más sensible. En el embarazo un embrión representa un
vórtice caótico de desarrollo. Podrías gozar infinitamente más de la alegría y
no sentir los dolores con otra sensibilidad. Los poetas también viven en un
vórtice más caótico. Aunque no nos demos cuenta y cuando hay una conjunción
planetaria, una luna llena y manchas solares…, todos nos volvemos un poco
caóticos. Cuando no resuelvo entro de mí ese vórtice caótico, ello va a tener
una repercusión en los demás, hasta el punto de que podemos entrar en un estado
de violencia.
La sensibilidad nos
puede liberar o nos puede matar. Tenemos dos maneras de abordarla. Desde la
posición de la víctima y entonces se convierte en lágrimas de cocodrilo, en
sensiblería y nos predisponemos a la manipulación. La manipulación es el
terreno de la inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues hay
posesión, chantaje…
En el terreno de la
sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería
y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la
vida es que nos estamos despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De
pronto necesitamos un dolor más grande para saber lo que éramos. De pronto
alguien necesita ver la cara de la muerte para constatar el valor de su vida,
de su mujer, de su hijo… Tal vez tengamos que vernos en la cama de nuestro hijo
que tiene una leucemia, para ver qué es una enfermedad, que no sólo tiene que
ver con los glóbulos blancos, sino que tiene también que ver con la forma con
la que nos comunicamos. Que no sólo tiene que ver con una radiación ionizante,
sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor… No hay nada más radiactivo
que las emociones contenida, retenidas y reprimidas.
Un día nos duele la
vida y la vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que
es un despertador. Un día vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña
las lecciones más hermosas de la vida.
Un dolor nos hace
sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es blando. El amor deja de ser un
amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte en ternura, entonces
vuelves a nacer. La sensibilidad nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven
tiernos y les cuentan cuentos a los nietecitos. Inician el camino de regreso,
el camino de regreso es la ternura.
En el seno de todo caos
renacemos. En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita que nos
permite transformarnos. El caos nos permite emerger y con el emerger llega
también la felicidad.
Crear es un parto. Si
en ese potencial ordenante que hay en tu interior, tú descubres esa semilla y
aprovechas la turbulencia del caos para desarrollar un proceso de cambio sin
precedentes, entonces puedes emerger. Emerger es volver a nacer. El estado de
emergencia es un estado de alerta intenso, un estado de genuina presencia, un
estado de éxtasis. Se trata de un estado en que aún con todas las
perturbaciones te encuentras contigo mismo. Paradójicamente en el ojo del
huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo
que ocurra fuera. El problema es lo que ocurre dentro de ti, cuando estás
dentro de ti, se desarrolla todo tu potencial trasformador. Es posible. aún con
toda la turbulencia. que mantengas tu serenidad. La serenidad es la paz
profunda del ser, es la paz inconmovible del ser, que te permite abordar los
procesos de cambio sin resistirte a ello.
He ahí la tercera vía a
la felicidad: no te resistas al cambio. Aprovecha la oportunidad de cada
crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad. Aprovecha las oportunidades que te
brinda la vida para acceder a un nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación
cuando la vida no vuelve a ser igual. Aprovecha las semillas que la vida
siembra en tu corazón, cuando la vida te duele profundamente. Aprovecha el
parto del caos para nacer a un orden superior y así recreas y reinventas tu
vida, y así descubres una nueva identidad.
La cuarta vía a la
felicidad es la responsabilidad.
La responsabilidad es
una sensibilidad humanizada. A un perro, a un gato no le podemos pedir
responsabilidad, pero sí a un ser humano. Responsabilidad es una sensibilidad
convertida en capacidad de responder. Tu evolución está determinada por tu
grado de responsabilidad.
¿A qué respondes?
¿Respondes por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La
responsabilidad es una condición esencial del amor. El amor sin responsabilidad
es lo más peligroso que hay en este mundo. En nombre del amor hemos cometido
las mayores barbaridades.
La responsabilidad hace
que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad. Responder en términos
humanos es reconocer la necesidad. El amor es reconocer lo esencial del otro y
volcarnos a satisfacer esa necesidad desde nuestra propia sensibilidad. La
responsabilidad nos permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un
universo maravilloso de correspondencias.
Empiezas a liberarte
cuando eres capaz de responder al hermano, al amigo, a la esposa, al hijo;
cuando eres capaz de acompañar y morir en el otro y con el otro.
Todo verdadero amor
surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad, es una vía que va
en dos direcciones. Donde hay reciprocidad hay resonancia, donde hay
correspondencia hay correctas relaciones humanas. Esa es la más maravillosa
lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos
todos aprendices.
Vinimos a aprender a
relacionarnos. No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados. Esos son
instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser relacional y vinimos
fundamentalmente a aprender relaciones humanas respetuosas, responsables,
liberadoras. No son relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para
chantajearnos. Lo son para liberarnos, para completarnos.
Así transformamos la
ecología de la Tierra, que no es una ecología externa. Lo que le pasa a la
Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo abro mi
corazón, abro la tierra dentro de mi. Si yo amo a mi hijo, amo a la tierra, al
paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro no voy a contaminarme. El
resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador
existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar y recibir. Hay más sabiduría
en el saber recibir. A menudo nos negamos a recibir el regalo de la sonrisa, de
la mirada del otro, por no comprometernos, por no quedar en deudas. Necesitamos
infinitas deudas de amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad
que revela tu propia luz.
La quinta y última vía
a la felicidad es la sencillez.
Lo bello, lo bueno, lo
verdadero es sencillo. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos
conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, es humildad,
honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la
gente.
Conquistar el código de
la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser el gigante de
tus sueños, ni el enano de tus complejos…, sino de entrar en la corriente de la
gente y sentirte uno con todos ellos. Conquistar el código de la sencillez en
tu vida es condición para ser feliz, porque no tienes ninguna expectativa,
porque así eres feliz con todo y a pesar de todo. Esa felicidad te hace entrar
en comunión con tu humanidad. En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz
del Creador, que a la vez somos cocreadores, llamados a recrear la creación.
Estamos aquí para
conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de inteligencia
cósmica, río de conciencia. Somos mediadores entre los reinos inferiores y
superiores de la naturaleza. Cuando somos sencillos somos como ella, la Amada y
la Amada en nosotros es el Alma. Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no
para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo. Somos un
sencillo templo de sabiduría donde oficia el Alma. El Alma oficia el ritual del
amor que nos permite entrar en comunión. Ya no sólo comunicarnos, sino
fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa corriente de
la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.
Jorge Carvajal Pasada
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